miércoles, 16 de diciembre de 2015

Adiós, beca del FONCA






Justo ayer cobré mi última mensualidad firmada por el FONCA. Lo cual me da todo el derecho de escribir que ya finiquité mi beca. Es hora de pasar a un nuevo proyecto y también debo descolgar de mi columna derecha el logo y la leyenda de CONACULTA. 

A mediados de diciembre del 2014 me convertí por segunda vez en becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, esta ocasión con un proyecto de novela intimista, personal, que ya tenía bastante avanzada. Durante este año finiquité esa novela e inicié un libro de cuentos, cuya estructura polifónica me ayudará a verla como novela o bien como un artefacto.

Con el primer pago de la beca lo utilicé para saldar el alquiler por una semana que pasamos Flor y yo en las cabañas de La Bocana, un estero que se encuentra en Baja California Sur, entre Punta Abre Ojos y San Vizcaíno, a donde se llega luego de un viaje de más de ocho horas en carro y donde hace un frío de 2°C. Nos habíamos ido a escribir allí antes de año nuevo el proyecto que nos ayudaría, meses después, a ser admitidos en la Universidad de Nueva York, así como a planear todo lo que haríamos en el 2015.

Aún recuerdo que tras finiquitar mi primer beca del FONCA, que fue hace 7 años, tuve una especie de desasosiego no sólo porque ya no habría esa cantidad económica que me daban mes con mes, sino porque ya no estaría trabajando, ni en completa reunión, con los escritores y tutor que había conocido. En esta ocasión cierro contento. La beca no sólo me dio tiempo para escribir, me llevó a viajar, gracias a la gente del departamento de Creadores en los Estados, a San Miguel de Allende, Veracruz, Campeche, Ciudad Obregón, Monterrey y Chiapas, porque las ciudades pidieron que fuera a impartir talleres o a dar lectura de obra. En aquellas ciudades hice muy buenas amistades, aprendí mucho, comí y caminé bastante. Estoy seguro que dentro de poco llegará un buen pretexto para volver a ellas y ese pretexto será una novela publicada.

En mi memoria me llevo bien resguardados los tres encuentros del FONCA, el primero y el último en Oaxaca y el de enmedio en Taxco. Fueron 12 días en los que trabajé y aprendí de Eduardo Antonio Parra como tutor y de escritores jóvenes como Alfredo Núñez Lanz (al que mi trabajo le debe un agradecimiento), Héctor Vizcarra, Orfa Alarcón e Isadora Montelongo.

Sobre estas sesiones quiero hacer un apunte importante: antes del primer encuentro del FONCA, todos suponíamos, al menos por los administrativos, que nuestro asesor iba a ser Álvaro Enrigue, incluso llegué a escribir algo sobre eso en esta página y a mostrar mi admiración por el narrador de Muerte súbita. Sin embargo, lo fortuito operó a favor de mi trabajo e hizo que nos pusieran a Eduardo Antonio Parra como el DT de las novelas. De él me llevo su sentido crítico, las historias contadas después de las comidas y las cenas, las bromas siempre norteñas en las sesiones de taller, pero sobre todo su generosidad.

Todo tiene un principio y un final. Y los finales siempre me han ayudado a reestructura mi forma de trabajo y de pensar. Es momento de decidir si debo irme a estudiar la maestría a NYU o quedarme en Tijuana a escribir e impartir mi seminario de creación literaria, o mudarme junto a Flor, por su puesto, a otra ciudad. Alguna vez mi madre y mi hermano mayor me dijeron que siempre se llega a una edad en la que es necesario tomar decisiones y que, muchas veces, una decisión es, también, una deserción. Por lo pronto he tirado un puñado de dados a muchos lugares. 

Es cuestión de esperar, como siempre se debe hacer en este oficio, a que el futuro me sonría mientras estoy en la mesa de trabajo.

Este es el último post de este año. Que la felicidad, la buena literatura y los viajes los abracen lo que falta de este 2015 y en todo 2016.



jueves, 29 de octubre de 2015

Viaje al Puerto de Veracruz

Fotografía de Cevart

El viernes 24 de octubre se presentó en Veracruz mi libro de cuentos Rojo semidesierto en el Centro Veracruzano de las Artes (Cevart). La idea era cerrar las presentaciones en Mérida, Yucatán, para que el Rojo viajara de península a península, es decir, de la de Baja California a la de Yucatán. Sin embargo, el azar, las circunstancias y las personas siempre amables de Veracruz lograron que la última presentación de este año y quizá de esta primera edición del libro fuera en el puerto.


Fotografía de Cevart
El salón donde se comentó la obra y leí un par de relatos estuvo medianamente lleno. La mayoría de la gente que asistió fueron los participantes del taller de narrativa que impartí en el mismo centro y uno que otro interesado. Debo aceptar que fue una presentación entrañable. Tenía cerca de un año o un poquito más que no leía los relatos que leí y que no hablaba de los motivos que me llevaron a escribir ese libro, así como la trilogía que ahora me hallo escribiendo y vincula al Rojo con dos novelas más. En la presentación rememoré cuando Zacatecas se llenó de inseguridad, cuando, durante el calderonato, México era referencia directa de crimen, impunidad, muerte, narco y gripe porcina; y rememoré también a mis amigos que se unieron al crimen organizado o desaparecieron a causa del desempleo, la inseguridad y las extorsiones.


Cevart
Aunque la mayoría del auditorio pensaba que el Rojo es un libro sobre Tijuana,  la misma lectura de los cuentos aclaró que no, que es un libro que trata de México en general y muchos de los daños que los jóvenes de mi generación hemos vivido o visto. Más tarde, gracias al diálogo que generaron, expliqué que en sus inicios el libro buscaba enunciar al Zacatecas de hoy, un semidesierto teñido de pólvora, nostalgia, nombres que se han quedado en el pasado pero perduran en la memoria, un cielo crepuscular y todo lo que implica la tragedia y la nostalgia. Pero con los viajes y las mudanzas integró lugares de Mexicali y Tijuana.


Una de las asistentes, influenciada por el comentario de la persona que presentó mi libro, me preguntó: ¿cómo hace para no enfermar de angustia por lo que escribe? La verdad, la pregunta me agarró desprevenido. Escribir es un oficio que me hace feliz. El placer que te da el hecho de acabar un capítulo de novela, un relato, una novela entera o libro de cuentos, no te lo da otra actividad. Sientes que has dicho lo que tenías que decir y que no hay nada por lo cual debas arrepentirte. Sino, más bien, mucho que tienes que defender y por lo que debes apostar. Al finiquitar un libro, crees que has traído algo muy tuyo al mundo y no es un hijo.


Cevart
Si sus biógrafos no mienten, Víctor Hugo jamás enfermó de tristeza al escribir Los miserables, al igual que Revueltas jamás se contagió de lepra por convivir con los leprosos. Y, si llegó a contagiarse, jamás murió de lepra o por la lepra. Cuando uno escribe juega con un sistema de contrapesos constituido por la realidad y la ficción. Mucho de la realidad se queda en el traslado al papel y mucho de la ficción se mete en el modelaje de esa realidad mientras se escribe. Si bien el Rojo parte de la realidad mexicana, en qué se convierten la vida de las personas que se ven tocadas por la violencia, sus cuentos en esencia no sólo hablan de la crueldad, la muerte y la tragedia; rescatan la esperanza y la nostalgia.


Cevart
Otra de las preguntas de la persona que me presentó y, para ser honesto, me sorprendió, fue: ¿por qué haces narcorrealismo con tu literatura? Ya en Monterrey, no hace más de dos semanas, en una mesa de diálogo propusimos varios escritores de mi generación que a nosotros no nos interesa hacer narcoliteratura o narcorrealismo ni como opción para entrar a una editorial comercial ni para obtener la atención de los lectores.  Escribimos sobre la violencia y sus consecuencias porque es lo que prima en nuestra vida: todos tenemos un amigo desaparecido, a todos nos alcanzó el rumor de un secuestro, la luz de la pólvora, muchos hemos visto o escuchado las quejas por extorsiones y, lo que es peor, miramos a diario en las redes sociales, los noticieros y otros medios de comunicación el cinismo con que se manejan algunos mandatarios ante el dolor de los que han sido tocados por la tragedia.


Y esta preocupación, en mi caso, no me la han heredado directamente los escritores mexicanos, mucho menos aquellos que ahora estiman y desestiman el Noir, sino los narradores de Colombia que buscan ficcionalizar las consecuencias psicológicas, sociales y hasta económicas que dejó el conflicto entre el aparato de seguridad del Estado y el crimen organizado, así como los grupos insurrectos. Si ya los periódicos, los narcorridos y otros tantos medios hacen homenaje a esta guerra como si se tratara de aqueos y troyanos, ¿por qué uno debe seguirles el paso?


Fotografía de Javier Casco
Veracruz es una ciudad que me ha tocado profundamente. Aquí dejo buenos amigos y largas caminatas nocturnas. Y un redescubrimiento: hace apenas unas semanas no había podido escribir ni siquiera un suelto o comentario sobre literatura, los días que he estado aquí me ayudaron a retomar partes de la novela y escribir dos entradas para esta página. No sé si se deba a lo que el doctor Javier Casco me dijo las noches que bebimos en el Diligencias, algo sobre Juan Vicente Melo y José Emilio Pacheco y Veracruz como el buen lugar para escribir. Lo que sé es que volveré pronto y espero sea en las fechas del carnaval. Por ahora, debo hacer mi maleta para viajar a Campeche, donde impartiré una charla sobre escritores nacidos en la década del ochenta.


       
  

martes, 20 de octubre de 2015

Los viajes, el trabajo y los días




En mi vida he asistido a muy poquísimos encuentros de escritores jóvenes en mi país y, para ser honesto, a la mayoría de los escritores de mi edad o que nacieron durante la década del ochenta los conozco por sus libros, es decir, los he leído influido por la idea de que leer es un acto de bondad y la mejor manera de conocer al otro, aunque muchas veces ese otro mienta en sus textos. La semana pasada anduve en Monterrey, fui invitado por Sergio Pérez Torres, un veinteañero trajeado, que organiza el encuentro con el mismo esmero con que viste y cuida su persona y es anfitrión. Fue un encuentro “chingón”, es decir, conocí a gente que ya había leído y otra tanta que apenas conocía o había escuchado de ella. De Sergio me llevo, además de una sólida amistad, sus ganas de querer educar a los escritores, es decir, de que respeten su trabajo y la forma en cómo lo presentan. Gracias, querido. Ahora uno no se halla caminando solo este sendero difícil del escritor.

Mi participación consistió en leer una ponencia sobre mi postura ante la literatura del narcotráfico (que dentro de poco tiempo publicaré en mi página) y un fragmento de mi obra, más precisamente, "Los que lloran”, de Rojo semidesierto, un relato manifiesto sobre la condición del escritor ante la violencia y la prostitución intelectual a cambio de becas.

Alguna vez escuché que los verdaderos encuentros se dan en las mesas de bar o de cantina. Cierto o falso, debo confesar que participación también consistió en desvelarme y conocer en noches de cerveza artesanal y guateque a un buen número de mis contemporáneos. Muchos saben que no soy un borracho empedernido y que a veces, muy de vez en cuando, suelo molerme en el asfalto corriendo para segregar serotonina. Pero quiero creer que me defendí en dos madrugadas y una que otra tarde en el Sierra Madre. El encuentro terminó el domingo y ese mismo día abordé un avión a Ciudad de México y otro más a Veracruz, lugar que me recibió con un chubasco que me empapó nomás al bajar del taxi y entrar al hotel. Mientras iba en el avión, quise retomar el trabajo suspendido, pero me dolían tanto los ojos y la cabeza, que preferí dormir. En la cama del hotel, en cambio, permanecí despierto hasta las 3 de la madrugada y no pude bajar a la alberca porque estaba cerrada por el clima. Así es la soledad del viajero: permanece en la vigilia queriendo soñar con su cama y la mujer que ama a su lado.


Ayer empecé un taller de narrativa en Veracruz, tuve 31 participantes y me dijeron que con sin barba soy un escritor muy serio y con barba inspiró madurez. No sé qué significó eso, pero no traigo conmigo tijeras ni rastrillo para afeitarme. Al final del taller regresé al hotel para ponerme a trabajar en una antología de cuento que me encargó la universidad donde trabajo. Me dormí hasta las 2 de la madrugada, desperté a las 8 y me fui a nadar cerca de dos kilómetros. Luego llamé a Beatriz Espejo y, como siempre, su voz fue como la de una madre que echa porras, y no deja de decirme El pequeñito.




Ahora, mientras escribo esto, me duelen los brazos y también las piernas, estoy por terminar la edición de un cuento de la antología y siento que mi cerebro funciona en automático. Es casi la hora de ir a comer y recapitular el taller. Pienso en los miles de kilómetros que me distancian de Tijuana, en Flor, que seguro se encuentra en la oficina, en Ikki, nuestro perro, que se lanzó hace dos semanas de la ventana del cuarto de servicio porque no soporta estar solo y prefiere el vacío que una casa limpia pero sin dueños. Pienso en los trabajos de mis alumnos que aún no reviso y debo revisar para ponerles calificación, en las críticas y recomendaciones de los libros que me mandaron algunos amigos y yo aún no envío porque tengo traspapelados los archivos. Pienso en la línea fronteriza, en todos los que cruzan a San Diego y regresan a Tijuana, en las calles que corro y en los food trucks y la Revolución. Pienso que no he escrito una sola línea de literatura y que mañana, quizá, tenga tiempo para hacerlo y, en lugar de hacerlo, bajaré a la alberca, me sumergiré en el agua y empezaré a nadar y nadar. No sé si esto sea ser escritor, pero siento que este oficio, aparte de escribir, también provoca un cansancio placentero, como cuando corres o nadas.
      
    

lunes, 31 de agosto de 2015

Diplomado de Narrativa en San Miguel de Allende





Durante el mes de julio impartí el Diplomado Estructuras Narrativas Contemporáneas en el INBA de San Miguel de Allende. El diplomado duró una semana y asistieron alrededor de 22 personas. En él vimos, además de algunas de las estructuras de la novela (siempre estuvieron presentes John Trubi, James Wood y David Lodge), la idea de que el cuento es un género en continuo cambio y movimiento.


Asimismo partí del supuesto de que para jugar con las estructuras primero hay que conocer las formas clásicas de contar historias, y si después eso los intereses del creador siguen siendo inventar el hilo negro de la narrativa, se empiece con el experimento, aunque lo fundamental es no perder de vista que lo importante es narrar. Los seres humanos estamos construidos de historias y nos encanta vivir de ellas.


Otro de los temas que abordamos fue la historia subterránea, sus formas de emplearla y ocultarla. Para ello, leímos el clásico texto de Óscar de la Borbolla sobre el tema y leímos también a uno de los narradores contemporáneos más interesantes del sur de México, me refiero a Carlos Martín Briceño.

Durante el diplomado hable mucho sobre la vocación, el amor a la escritura y la lectura. Somos los libros que hemos leído y leeremos; somos los libros que hemos escrito, estemos escribiendo y escribireremos. Este oficio se forja con humildad y soberbia: humildad para buscar las formas de dialogar con el lector, empatizar con él. Y soberbia para no renunciar nunca, pase lo que pase, a la escritura.


Agradezco infinitamente a Mónica Hoth por la invitación a San Miguel, a Carmen Rioja, por aterrizar la sesión junto a sus compañeros con comentarios siempre muy atinados y a Armida Zepeda, por su compañía y hospitalidad. Gracias a las gestiones que hizo Mónica, me hospedaron en uno de los más bellos hoteles de San Miguel, aquí un par de fotos.





El miércoles viajaré a Ciudad Obregón, la tierra del calor (después de Mexicali) y los perritos calientes, para impartir antes de la feria del libro que organiza el Instituto Politécnico Nacional otro taller de narrativa, durante el 3 al 5 de septiembre. Luego viajaré a Zacatecas para seguir con un proyecto de libro en el que ando muy metido. 

A toda la gente que de pronto pasa por esta página para ver las nuevas, les doy las gracias por su tiempo e interés. La semana pasada llegamos a las 50 000 vistas. Y vendrás más entradas. 

  


lunes, 29 de junio de 2015

De península a península, texto homenaje a la obra de Beatriz Espejo






Joel Flores•

En febrero de 2015 me encomendaron enlazar a Beatriz Espejo con el comité organizador de la Feria del Libro de Tijuana. Entonces acababa de postularme como candidato a la maestría en escritura creativa en español de New York University y, por afanes profesionales, había sostenido una breve correspondencia vía correo electrónico con ella durante los últimos meses de 2014, para pedirle una carta de recomendación dirigida a la universidad, pues me pareció la escritora más idónea para hacerlo porque conoce parte de mi trabajo, luego de haber sido jurado de mi libro Rojo semidesierto en el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz. Beatriz se portó amable, con una humildad que a muchos nos falta y a pocos les sobra; y el que me hayan encargado esa tarea me pareció la mejor manera de agradecerle lo que ha hecho por mi obra y, sobre todo, por mi formación profesional al expedir una carta que guardo en el cajón de los mejores recuerdos. El homenaje será, mejor dicho ha sido, el viernes 19 de junio en uno de los recintos culturales más importantes de Tijuana. El mismo comité me encargó redactar un texto para el video homenaje que mi compañera de vida, Flor Cervantes, ha editado. El video y el texto se los comparto como una invitación más a la obra de una maestra del cuento, a la que aún tenemos mucho qué leer y aprender.



Beatriz, alguna vez leímos, gracias a tu esposo, que tus cuentos son botellas arrojadas al mar con la esperanza de que lleguen a cualquier puerto, a cualquier ribera, a cualquier mano. Y no pudimos dejar de imaginar a una hermosa veinteañera, traviesa, al igual que animosa, alumna de Luisa Josefina Hernández, tallerista de Juan José Arreola y Julio Torri, condiscípula de José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Gustavo Sainz, arrojando hace más de cuarenta años varias botellas desde el Puerto de Yucatán, para que nosotros en el Pacífico, tiempo después, pudiéramos recibirlas en una temporada de cambio climático en que las ballenas empezaron a encallarse constantemente en Playas, al igual que aparecieron las pequeñas langostas tapizando la arena y un lobo marino que no estaba muerto, sino descansando, porque dentro de nada volvería a partir. Así como parte también tu obra hacia otros mares, para enseñarnos que la buena literatura, tu literatura, no se conforma ni se estanca, sino que busca siempre nuevas corrientes y periplos.
Luego de abrir esas botellas, descubrimos el brillo del espejo: en cada uno de los mensajes que se ocultan tras el vidrio, están tus cuentos, el vivo reflejo de las familias mexicanas de la clase media y media alta y el papel lúdico, afanoso, crítico y determinado por la mirada femenina, amplia de recursos expresivos, de mujer no sólo en el ámbito doméstico, sino en el académico y familiar. Hay venganzas, sí, porque esa actividad esta acendrada en la sangre de cualquier humano y no respeta género, como la de la esposa que condimenta con sangre femenina el bistec del marido para que se ingra por fin a sus encantos, o como la de la sastre de alta costura que se presta a las decisiones de Dios. Hay una admiración a lo cosmopolita, a construir los cuentos con los ojos de la viajera y la avidez por conocer qué hay más allá de México, no en balde nos heredas una nueva Marilyn Monroe, una nueva Isadora Duncan, Silvina Ocampo y Silvia Plath.  
Pero sobre todo, en esas más de mil páginas que forjan tu obra, estás tú, la narradora disciplinada, que escribe de las siete a las diez de la mañana, que confía en las lecturas de los clásicos como Marcel Proust, que sabe latín, que se esmera por nutrir el estilo literario, que apuesta por el uso perfecto de las palabras que urden el cuento; estás tú hablándonos de la educación en la niñez en una escuela de monjas, las veces que a las madres les sacabas la lengua o les dabas una mordida en la mejilla, porque te alteraba, como a cualquier niña que honra a su padre, que lo compararan con catarrines de barriada, sólo para poner a prueba los preceptos religiosos. Estás tú siendo peinada por tus tías, mujeres de manos vivaces, caderas anchas, que trenzaban tus cabellos y los de tus primas como si estuvieran trenzando la mayoría de las historias que años después forjarían tus Muros de azogue, El cantar del pecador y Alta costura. Cuentos y cuentos que ahora nos evocan al México de finales del siglo XX, a las mujeres que cargan la famosa doble jornada, la de las relaciones personales y las de seguir con la tarea doméstica y laboral. Esas manos delgadas y vivaces de tus tías también trazan, si nos apuran, parte de Todo lo hacemos en familia, tu primera novela que evoca al macho mexicano encarnado en los generales posrevolucionarios, en los padres conservadores, pudientes y luchones; y a las señoritas bellas y educadas que tejen y esperan, que dan puntadas por cada minuto de su vida, por cada episodio de su existencia, para crear la colcha de la memoria de la mujer mexicana, una Penélope que espera a su Odiseo bigotón, trajeado y engominado. Que en las más vastas y variadas formas de tejer evoca todos los recuerdos que la han forjado y, quizá, un posible futuro que la definirá.
            En las botellas que llegaron a estas playas hay, Beatriz, como en toda obra nutrida bajo el rigor de la disciplina y la afinidad por la trascendencia, más que pedagogía sobre el arte de escribir, enseñanza pura sobre el arte de contar. Uno puede leerte y salir preñado con la amplia instrucción sobre la estructura del relato, sus modos de encubrir el conflicto, las formas de iniciar y acabar. Pues de principio a fin la mayoría de tus cuentos, algunos escritos en los setentas y ochentas, otros a mediados y finales de los noventas y unos más a la entrada del 2000, están fondeados por la búsqueda de la perfección, la sugerencia y el placer estético. Los cuentos son, nos dices, “esferas perfectas suspendidas en el aire, dan varios mensajes subterráneos y nos obligan a recordar lo leído, lo vivido, lo ya antes recordado”; nos ayudan a suponer de qué estamos hechos. Escribes como si cada cuento te haya costado una vida entera, para que a nosotros nos roben un suspiro, un parpadear de ojos. Y cultivas en ellos un amplio registro de voces, atmósferas, que no replicas ni troquelas en las siguientes narraciones. Te desmarcas de una generación de narradoras conformada por Elena Poniatowska, Cristina Pacheco y Guadalupe Loaeza, quienes (como lo predijiste hace años en una cátedra en Colima, justamente también a tu esposo) tienen un enorme interés sociológico, pero a quienes no se les concedía entonces mayores méritos literarios. Y te unes, por afinidad, a Inés Arredondo, Guadalupe Dueñas y, en especial, a Elena Garro. Para invitarnos a entender que cada cuento tuyo vendría siendo la superación de ti misma y un mensaje cargado de nostalgia de lo que fuimos y seremos, joyas narrativas enviadas desde el Puerto de Veracruz a Playas de Tijuana, de península a península.


De "Península a península" se publicó en el número 2014 de La gualdra


•JOEL FLORES nació en Zacatecas en 1984. Ha residido en México Distrito Federal y España. Es autor de los libros El amor nos dio cocodrilos (2013), que fue escrito en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Artistas, afincada en Andalucía; Rojo semidesierto (2013), que ganó el Premio Internacional de cuento Sor Juana Inés de la Cruz; y Nunca más su nombre, Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela. Actualmente vive en Tijuana, escribe para su página www.bunker84 y es becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.


viernes, 19 de junio de 2015

Hoy la Feria del Libro de Tijuana hará un homenaje a Beatriz Espejo








Hoy a las 6 de la tarde la Feria del Libro de Tijuana hará un homenaje a Beatriz Espejo en el CECUT. Y a mí me tocó la fortuna y el encargo de escribir el guión para el video que Flor Cervantes elaboró para dicho suceso. Estoy alegre porque la encomienda me motivó a leer todos los cuentos de Beatriz y aprender un poco más de la tradición narrativa del cuento y de la relación que esta extraordinaria cuentista tuvo con Emmanuel Carballo, el crítico de críticos de nuestro país, quien fuera su marido y quien falleciera en las mismas fechas que Gabriel García Márquez.

El texto, por honor a quien lo encargó, no puedo colgarlo ahora en mi página. Pero sí un leve fragmento que puede servir como invitación a ustedes para que acudan al homenaje y la feria. La siguiente semana segurísimo subiré el video aquí mismo y subiré también el texto completo ya publicado en algún suplemento cultural de Tijuana o Zacatecas.

Por otro lado, mañana la misma Beatriz presentará mi Rojo semidesierto en CECUT a las 7 de la tarde. Como ya muchos saben, ella fue, junto a Eraclio Zepeda y Alberto Chimal, una de los jurados que reconoció mi libro con el premio Sor Juan Inés de la Cruz hace dos años. Me ilusiona escuchar sus comentarios, pero me ilusiona más salir de mi casa a recibir buenas noticias y a conocer nuevas personas, luego de haber escrito casi 40 páginas en un mes.
  

Beatriz, alguna vez leímos, gracias a tu esposo, que tus cuentos son botellas arrojadas al mar con la esperanza de que lleguen a cualquier puerto, a cualquier ribera, a cualquier mano. Y no pudimos dejar de imaginar a una hermosa veinteañera, traviesa, al igual que animosa, alumna de Luisa Josefina Hernández, tallerista de Juan José Arreola y Julio Torri, condiscípula de José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Gustavo Sainz, arrojando hace más de cuarenta años varias botellas desde el Puerto de Yucatán, para que nosotros en el Pacífico, tiempo después, pudiéramos recibirlas en una temporada de cambio climático en que las ballenas empezaron a encallarse constantemente en Playas, al igual que aparecieron las pequeñas langostas tapizando la arena y un lobo marino que no estaba muerto, sino descansando, porque dentro de nada volvería a partir. Así como parte también tu obra hacia otros mares, para enseñarnos que la buena literatura, tu literatura, no se conforma ni se estanca, sino que busca siempre nuevas corrientes y periplos.


    

lunes, 8 de junio de 2015

Sobre Artillería nocaut, de Víctor Solorio

El número 201 de La gualdra publica mi reseña sobre la nueva novela de Víctor Solorio, un moreliano que conocí gracias a la Sociedad de Escritores Michoacanos durante diciembre de 2014, luego de que presentáramos mi Rojo en aquella bonita tierra. Para leer el texto en versión ISSUU, dar clic aquí. 


Artillería nocaut 
de Víctor Solorio



En las recientes búsquedas de los jóvenes escritores al hacer literatura, capturar la realidad social y política de México es un tema al que se le evade o se le mira con desprecio: ¿por qué mejor no usar a la literatura como válvula de escape y no como reflejo de una realidad que nos supera y ciertas ocasiones es incomprensible? Pareciera un lugar común en el imaginario colectivo del mexicano decir que el gobierno, en contubernio con las células criminales, es quien mata y desaparece a los mexicanos, es quién sume en la desesperación y llanto a sus habitantes. ¿Cómo hacer, entonces, o cómo deben hacer los nuevos escritores, para que ese lugar común tensado por la realidad del país se convierta en la materia prima de obras literarias de calidad, que lleguen a las manos de cualquier tipo de lector, que tiene poco o mucho contacto con la literatura, y lo trastoque?
Los escritores jóvenes, al sopesar esas preocupaciones, en su primera o segunda obra ponen sus propias reglas para que la realidad misma sea más atractiva en el terreno de la ficción y se muestre como un objeto orientado al placer estético, a cambiarle –al menos por unos instantes– la mirada que el lector tiene sobre sí mismo y los otros, como si la obra también aspirara a ser objeto de reflexión. José Revueltas, quien nos heredó portentos sobre cómo escribir sobre México, influido por una mirada crítica, no se equivocaba al disertar que la realidad y la ficción son un sistema de contrapesos, donde el suceso es el detonante y la ficción, o la palabra artística, si es tratada con el poder poético e imaginación personal, no sólo es material fino para crear una válvula de escape, sino una realidad literaria de lo que sucede en un país, el antecedente del ahora y lo que puede leerse un mañana para comprender el pasado.
Las reglas que traza Víctor Solorio en Artillería nocaut (México, Joaquín Mortiz, 2014), obra que ganó el VII Premio de Novela Negra “Una Vuelta de Tuerca”, son enunciar el narcotráfico, sus víctimas y triquiñuelas con el Estado, desde el género policíaco, que es el del misterio y la revelación de los secretos acendrados en la sociedad y las esferas políticas. Solorio retoma espacios y nombres de un lugar que bien podría ser Morelia, Zacatecas o Guerrero y escarba en los nombres propios y originales de los carteles de la droga del Sur, Centro Occidente y Norte, que han ido evolucionando hasta convertirse casi en una marca registrada repetida en los programas de televisión y periódicos (La Familia, Los Zetas, Carteles Unidos) para renombrarlos y, en una intención casi sugerida, desarticular su poderío bajo el nombre de la Compañía. En ese tenor, Solorio la cimenta con miembros de partidos políticos, malhechores de la basura, exmilitares gays, juniores empoderados y suripantas que aspiran a una mejor clase social. Elementos y aciertos que separan muy bien su novela de lo que surge en mi Rojo semidesierto, donde la Compañía es el pretexto para hablar de los daños colaterales provocados por el calderonato y el crimen, cuando los ciudadanos se ven alcanzados e igualados por la tragedia.
Artillería nocaut no es la convencional novela sobre el detective que se mete accidentalmente al corazón del narcotráfico, es más bien una novela de aventuras protagonizada por un viejo boxeador que bien podría representar a la clase media baja luchona, que vive con los problemas económicos hasta el cuello, el duelo de la viudez a flor de piel, el fracaso profesional en los nudillos y un pasado mal construido de conciencia. Experto en dejarse caer a la lona ante sus contrincantes en los primeros rounds para sacar para la papa, El Detective es contratado por su ahijada –una veinteañera que le recuerda la belleza en juventud de su comadre– para resolver la extraña desaparición del papá, Agustín Correa, un capo de la basura que lleva días desaparecido y nadie sabe si anda de rey en una banda criminal o si la suerte le rajó las venas.
Influido por la belleza de la ahijada y la idea de que existen las segundas oportunidades, el Detective cuelga los guantes y atrasa las peleas arregladas para dedicarse a encontrar los móviles que le quitaron la vida al compadre. Nos conduce a las vísceras de los sindicatos de los basureros municipales usados como terreno para desaparecer a las víctimas del crimen organizado y como pararrayos de todas las investigaciones inclinadas a resolver el lavado de dinero de los empresarios coludidos con el narco. En Artillería nocaut Solorio nos habla de la supervivencia, el poder, el dinero y el dominio. Y para ello estructura cada uno de sus capítulos en una trama serpenteante dividida por dos historias: el detective que desconoce y el Operador Cíclope, cazador que acecha, miembro de la Compañía, que va un paso delante de su buscador; el primero es un Odiseo sentimental que da palos de ciego y todo se lo deja a los puños, intuición y la suerte; y el otro es un experto criminal que nos evoca al hampón mismo que mata candidatos en secreto y sabe borrar toda huella que lo incrimine. Brazo ejecutor, en suma, de un poder secreto y siniestro. 

La aventura del viejo boxeador no sólo lo lleva descubrir la encomienda de la ahijada, quién es la Compañía, quién la maneja y cómo está vinculada con el gobierno o si es el gobierno mismo; pareciera que lo conduce a desenredar más bien –y aquí radica uno de los mejores aciertos de la novela– los nudos de la trama de nuestro propio país, para encontrar una verdad que sabemos todos, pero de tanto repetírnosla, verla a diario, la aceptamos como otro elemento común que nos forja: los orígenes podridos de la corrupción nacen en el humano mismo, al querer estar por encima de los otros en un modus vivendi capitalista y de competencias, donde se mata por el mero hecho de que somos humanos y queremos estar por encima del otro. Cuesten las cabezas que cuesten, estamos forjando una patria, que sin duda será recordada en un mañana por novelas como Artillería nocaut.


martes, 12 de mayo de 2015

°8 Encuentro Nacional de Poetas y Primero de Narradores "Carruaje de Pájaros"


En unas horas parto para Distrito Federal y luego para Tuxtla Gutiérrez. A las 9 de la mañana daré un taller relámpago de narrativa a preparatorianos y, después del desayuno, empezaremos a planear la logística del 8° Encuentro Nacional de Poetas y Primero de Narradores “Carruaje de Pájaros”, que organizamos Fernando Trejo y yo durante este mes y que se realizará del 14 al 16 de mayo en Tuxtla, Comitán y San Cristóbal.

El objetivo de este encuentro es derrumbar distancias y unificar dos zonas fronterizas: Chiapas y Baja California, gracias a la literatura y a la creación literaria. Creemos necesario conocer, leer y dialogar el trabajo de nuestros contemporáneos y el de los maestros que nos han forjado, indirecta o directamente, en el camino literario. Por ello este año hemos logrado reunir a alrededor de 16 narradores y 26 poetas de varias entidades del país y de Chiapas. Todos con obra publicada en editoriales independientes y comerciales. Asimismo, homenajearemos a los poetas de La Espiga Amotinada: Óscar Oliva y Juan Bañuelos.  También hemos conseguido la participación de David Ojeda, uno de los escritores de Centro Occidente con mayor trayectoria en narrativa y poesía, y uno de los herederos y alumnos más consecuentes de Miguel Donosa Pareja, quien nutrió las dinámicas y mesas de taller en México.

Mis participaciones en el “Carruaje de Pájaros”, aparte de la selección de narradores invitados al encuentro y la edición de la memoria junto a Flor Cervantes y Fernando Trejo, son una lectura de obra a las 19 horas, el 14 de mayo, en el Fondo de Cultura Económica José Emilio Pacheco. El 15, a las 13 horas, moderaré en Comitán una mesa de diálogo bajo el tema “Escribir ficción en México”. El 16, a las 17, presentaré "Solana" (FETA, 2015), poemario de Fernando, y a las 20 dialogaré, junto a Hugo Montaño, con David Ojeda sobre su experiencia como escritor.

Los invito a darse una vuelta a la página “Carruaje de Pájaros” para saber más del encuentro. Y les dejo unas fotos de la memoria que ahora se encuentra en imprenta. Al regresar, traeré más noticias. Por lo pronto, nos vemos en Chiapas.





   

sábado, 25 de abril de 2015

Irregularidades en el Premio de Poesía Jorge Lara 2014



Es cierto que en México, a comparación con otros países, es más fácil vivir de escritor por el sistema maternal y asistencialista que tenemos: pululan premios y becas pagadas con el dinero del erario público y muy pocos escritores suelen aprovecharlas en su mayoría. Pues son más los alicientes económicos que se entregan en un año que los libros o proyectos concluidos por parte de los becarios o premiados. Pero también es cierto que en México el artista respeta bien poco su trabajo: considera que rebajando los precios de su labor ante las instituciones culturales logará ser contratado continuamente y no le importa que el salario no alcance para la renta, ni para llenar el refrigerador, al fin y al cabo la beca tal, el premio tal, los juegos florales equis lo ayudarán a cubrir lo restante. Es así como el artista se convierte en un esclavo de la institución cultural y mama poco o mucho de ella. Y, por miedo a que se le retire esa teta, rehúye al conflicto con la institución misma cuando le retrasan los pagos o cuando un premio no le fue entregado en fecha y forma, aunque haya firmado de antemano el contrato del monto económico recibido del premio y el cheque aún no esté en sus manos; practica común en las secretarías de cultura mexicanas. En suma, este temor a final de cuentas llena de poder y control a las representaciones culturales, que han sido contratadas para servir, promover, gestionar al arte y, por ende, a los artistas.

A los artistas en México nos hace falta aprender mucho en el terreno de manejarnos ante quienes representan a la cultura o buscan representarla. Somos tan chacales, tan devoradores de nuestros homólogos, que si uno sube sus precios al promover un seminario, una conferencia, un taller, la comunidad termina por tacharlo de soflamero, creído y alzado. Aunque no opinen lo mismo del subidón del IVA y el trabajo intelectual cada vez es más fatigoso. Si uno pelea las triquiñuelas de los círculos viciados, a las corruptelas de los organizadores de encuentros, premios o certámenes, si uno manda una carta abierta a las secretarías, instituciones de cultura porque han infringido las cláusulas de sus convocatorias, es visto como incendiario, amargado, resentido porque su trabajo no ha sido visto con buenos ojos. Y la comunidad termina desacreditando no sólo a la persona, sino a la obra completa del autor sin conocerla. A los artistas mexicanos nos hace falta unirnos más, jodernos menos entre nosotros y definir bien lo que vale nuestro trabajo, sobre todo en precios.

¿A dónde voy con todo esto? Ayer me llegó una carta de mi amigo Fernando Trejo, a quien no sólo lo leo por la enorme amistad que le tengo, sino porque la calidad de su poesía y gestión cultural me sorprendió mucho desde antes de que fuéramos amigos. La carta denuncia que van cuatro meses desde que se revelaron los ganadores del IV Premio Nacional de Poesía Joven “Jorge Lara”, organizado por la Secretaría de la Juventud de Mérida, Yucatán, y aún no se les ha pagado el monto económico del premio, pero ya se les hizo firmar un oficio de que recibieron el dinero. La carta de Fernando es clara y es un ejemplo de lo que debemos hacer cuando las instituciones, secretarías u órganos que promueven la cultura no hacen su trabajo: denunciar cada una de las irregularidades en las que incurren. Y no achicarnos, ni postergar la defensa de nuestro trabajo por temor a posibles represalias. Les dejo la carta-boletín sobre lo que Fernando Trejo demanda:


AL COMITÉ ORGANIZADOR DELPREMIO NACIONAL DE POESÍA JORGE LARA 2014 A mediados del año pasado la Secretaría de la Juventud del estado de Yucatán lanzó la convocatoria del IV Premio Nacional de Poesía Joven “Jorge Lara” 2014. La fecha de cierre de dicho certamen fue el 31 de agosto de ese año, según estipula la cláusula número 10. La convocatoria también dicta en su cláusula número 15 que la premiación se llevaría a cabo el día 20 de diciembre en la ciudad de Mérida, Yucatán del año pasado. Hecho que nunca ocurrió. Hoy, siendo las 16 horas del viernes 24 de abril de 2015 mientras redacto esta nota y después de colgar con una señorita del departamento de Contabilidad de la SEJUVE de Mérida, no he recibido ni un solo centavo del Segundo Lugar correspondiente que me otorgaron los jurados con mi poema “El frío es una especie de tiempo detenido” según informa el diario Reporteroshoy.com (http://reporteroshoy.mx/wp/dan-conocer-los-ganadores-del-premio-nacional-de-poesia-joven.html) fechado el día 20 de diciembre de 2014. Día en que tendríamos que haber viajado los 6 ganadores a recibir el reconocimiento. Después de más de 4 meses de espera, de correos llenos de mala ortografía, de enviar una y otra vez mis documentos a solicitud de ellos, de aceptar la disculpa de un solo sujeto de la Secretaría de Cultura de Yucatán por el hecho de no haber ido a recibir el premio en el acto de premiación como estipula la convocatoria, y demás irregularidades como la de la llamada de hace algunos minutos a la SEJUVE en la que me dicen sin más ni menos “No sabemos cuándo te vamos a depositar, quizás la otra semana” (sermón que se me viene dando desde hace 4 meses); me atrevo a hacer público, como nunca lo hago, esta carta abierta para dar a conocer los malos manejos y la mala organización que moldea este premio que lleva el nombre del señor Jorge Lara. Se me hizo llegar a mi domicilio particular el reconocimiento de cristal correspondiente al segundo lugar de la categoría B y asimismo un recibo por la cantidad de 8,000 (Ocho mil pesos) pues con éste se me depositaría dicha cantidad cuando yo enviase dichos documentos. Así lo hice, los envié con atención a Paloma Hernández y no fue sino hasta cuando hace unos días llamé para preguntar si habían recibido dichos recibos que me dijeron “Ah sí, justo acaba de llegar”. Hasta este momento, después de una semana, aún no se me ha depositado dicha cantidad. Yo invitaría a que la juventud que escribe poesía y envía su obra a concursos y premios de la misma, pensara una y dos veces enviar a este certamen, ya que dadas las consecuencias también les comento que al enviar el correo electrónico con el poema y la plica (en la que uno confía nadie descargará sino hasta saber el nombre de los ganadores) fue vista antes de tiempo pues me llamaron por mi nombre mas no por mi seudónimo al hacerme acuse de recibo del envío de mi poemario. Acto en el que incurrieron debido a su convocatoria en la cláusula número 7.Pienso que este tipo de circunstancias obligan a uno a llevar a cabo estos eventos de infortunio en las que solicito a las autoridades correspondientes pongan orden en sus elementos que más que ayudar entorpece los procesos democráticos de un premio nacional ¿o internacional?* que apenas va en su cuarta emisión. *Según dice la titular de la SEJUVE Alaine López Briceño, que en el año 2014 se recibieron trabajos de todas partes de la República Mexicana y destacó que el Premio se ha extendido a otros países como Canadá, Colombia, España, Italia, Panamá, Perú y Reino Unido. Por lo que no sólo se queda mal con los participantes de nuestro país sino de muchos otros más.



 FERNANDO TREJO



                                     

  

miércoles, 15 de abril de 2015

Primer encuentro del FONCA en Oaxaca




Aunque prometí pequeñas crónicas cada que hubiera oportunidad, los horarios que nos puso el FONCA para participar en las interdisciplinarias y trabajar nuestros proyectos con los tutores no me dio espacio, ni el tiempo. Sin embargo, en esta entrada dejaré una serie de fotos de los pocos sucesos que logré capturar en mi estadía en Oaxaca.

Centro de las Artes de San Agustín

Del viaje me traje buenas cosas. Lo primero es que conocí, por fin, a uno de los narradores que más he leído estos últimos cuatro años, me refiero a Eduardo Antonio Parra, quien es el tutor del proyecto de novela que estoy escribiendo. En una entrada anterior había escrito que sería Álvaro Enrigue, no obstante, por cuestiones ajenas a los becarios, se nos cambió. Otra de las cosas que me traje fue haber conocido a colegas escritores de novela, poesía y ensayo. Atesoro las conversaciones con Alfredo Núñez en el camión rumbo al hotel y en la última cena del encuentro; también guardo con entusiasmo la pequeña charla literaria que tuve con Orfa Alarcón, quien es autora de Perra brava, una de las novelas que leí y disfruté mucho hace un par de años durante mi estadía en Distrito Federal; otra persona que me gustó conocer es a la regia Isadora Montelongo, que el año pasado entrevisté para mi proyecto Poéticas de los ochenta, a propósito de su novela Las chicas sólo quieren plástico. "Isadora, yo también creo que los signos zodiacales determinan nuestro carácter". En el rubro de poesía disfruté mis pláticas con René Morales, así como las compras de mezcal y quesillo que hicimos en el mercado de Oaxaca el último día del encuentro. A René ya lo había conocido en Tuxtla Gutiérrez en octubre del 2014, pero en esta ocasión hicimos a un lado las cervezas y nos pusimos el mandil de esposos responsables para comprar obsequios para la familia. En el rubro de ensayo conviví más de cerca con Sergio Téllez-Pon, un anciano renegado que habita un cuerpo de quinceañero, con el que compartí habitación y acepté de buena manera sus enojos cada que llegué a tomar alguna de sus pertenencias por accidente o le bromeé conque deberíamos hacer fiesta en la habitación.

Interdisciplinarias

Trabajamos los proyectos y asistimos a las interdisciplinarias en Etla, donde está la Casa de las Artes de San Agustín y, dicen, veranea Francisco Toledo. Las interdisciplinarias son las presentaciones que hace cada becario de su proyecto, junto a sus compañeros de disciplina y tutor. Muchos de los trabajos presentados en esa dinámica me parecieron atractivos, sobre todo los que mostraron los artistas de medios alternativos y el que presentó René Morales, que lleva por nombre Texas, I love you: “un libro de poemas que construirá un discurso poético a partir de la traducción libre de las últimas palabras dichas por 79 hispanoamericanos ejecutados por el Estado tejano entre 1975 y 2014”. En la sesiones de trabajo, leímos los primeros capítulos de las novelas de los seis becarios en turno, a mí me tocó casi al final. Ahora en casa me hallo limando el trabajo gracias a las críticas y sugerencias de mis compañeros.

René Morales
Sé que muchos escritores en estos momentos están postulando o armando su proyecto para ser seleccionados en la próxima promoción del FONCA, que corresponde al 2015-2016. Algunos conocidos y desconocidos me han escrito por correo electrónico y me han preguntado por redes sociales cómo he hecho para obtener esta beca dos veces. Aunque en mis respuestas suelo ser concreto o los redirecciono a la publicación en esta página que ofrece algunas recomendaciones sobre cómo armar un proyecto creativo, la sugerencia general que puedo dar aquí es que armen el proyecto de la forma más honesta posible hacia su quehacer como escritores, y que apuesten, más que por lo académico y cerebral, por lo creativo y literario. No piensen en que la beca está amafiada o que su trabajo es débil; para su proyecto les recomiendo desbordar sus ganas de escribir, sus ganas de crear un libro; escarben, como decía Rilke, en su yo interior y hallen la respuesta que exprese --de la forma más honesta y clara-- por qué merecen esa beca y por qué el libro que proponen merece ser escrito. Si no les dan la beca, no pasa nada; al menos ya armaron la estructura para escribir un libro y eso es valioso. Asimismo, les recomiendo que añadan una poderosa muestra literaria. La muestra vale más que las promesas de un proyecto y muchos tutores se van directamente a la muestra y al final al proyecto. En fin, si el tiempo lo permite, espero escribir una publicación más detallada sobre cómo postular al FONCA, pues es un tema que me apasiona.

Les dejo, pues, unas pocas fotos del primer encuentro, todas son de Etla.


Instaladores de nubes


Al otro lado del ruido

En el patio de las nubes de Etla

Las raíces del árbol del CASA

A unos metros de los espejos de agua 

Cementerio de telares

Rumbo a los baños secos

El jardín de Toledo

El jardín de Toledo 2

Granos de CASA

Luces amarillas



  

   
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