lunes, 14 de agosto de 2006

.party en Guadalajara.





Como en mi ciudad, Zacatecas, la banda intelectual nunca me invita a fiestas porque dicen que no soy alivianado y que soy fresa porque me peino y que me creo mucho porque no salgo de mi casa, la banda de Guadalajara me mandó esta invitación para pasar con ellos una noche extrema, con drogas, morras, pisto y todo lo que ayude a alterar las emociones. El único problema es que no tengo nada de varo y nadie que me dé aventón. Ni pex. Pobre y antojado. Si algún interesado gusta ir a la pachanga, ahí les dejo la invitación y si se animan, pasen por mí. Kámaras

."La joven guardia".
escritores argentinos.




Siempre he pensado que es trabajo de los críticos decir dónde y con quién comienza una generación literaria. Aunque muchos son los escritores que al querer ser reconocidos o asemejados con alguna corriente, se configuran, de manera precipitada y para llenar los supuestos recovecos que hay en la historia, a una generación, ya sea con sus contemporáneos o antecesores, para alimentar sus esperanzas de ruptura o darle seguimiento a alguna tradición literaria descontinuada.
Gracias a la crítica las generaciones nacen, se agrupan, se consolidan y proponen nuevas poéticas en el ámbito literario. La crítica juzga, la crítica literaria siempre estará ahí. Y las editoriales sólo se encargan de agrupar a los escritores en antologías para mostrar el panorama de la nueva literatura joven que se crea en su país de origen, en cierto país de origen. Compilan los cuentos de los escritores más prometedores o reconocidos para ofrecer a los lectores un mapa literario. Un: “aquí tienes este libro, es lo nuevo, es lo más reciente y prometedor de nuestra literatura”. No voy a negarlo, las antologías son la brújula de todo lector. La que le da ayuda cuando se encuentra perdido entre la tormentosa y enorme selva que es la producción literaria.
Como lector de cuentos, según mi gusto, hay dos caminos potables para leer buena literatura.
Uno: chutarte la literatura gringa. En ella encontramos a los padres del cuento, sin subestimar a Chéjov, ni a Gogol, pero esa es otra historia.
Dos: chutarte a todos los cuentistas argentinos.
Hace unos días hallé en la red esta novedad. Esta antología de nuevos narradores jóvenes argentinos y cómo los recibió la crítica. Les dejo la reseña de Ariel Bustos para que se den un quemón.

La joven guardia, compilado por Maximiliano Tomas – 1ª ed. –

Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2005. 264 p.; 14 x 21 cm. ISBN 987-545-232-7

Vientos de Cambio

“Yo creo que la cuestión central no pasa por comprar un cuchillo capaz de cortar una lata o un zapato de cuero, sino por cambiar de carnicería y conseguir carne más suave para comer. No compres tanta pezuña de caballo” supo decir el comediante norteamericano Jerry Seinfeld en uno de sus monólogos. Hace meses que, con el impulso del suplemento cultural 'Ñ', el ambiente literario argentino se ve sacudido en la búsqueda de generar polémicas estéticas.

El proyecto no sólo fracasa porque los involucrados no están a la altura sino porque desvía la atención del verdadero problema cuya resolución daría pleno derecho al debate: sin la asistencia de concursos, padrinazgos, subsidios estatales o privados los escritores en las sombras no tienen muchas chances de saltar al centro de la escena.En este páramo poblado por vulgares rencillas personales, pedantería, tiránicas imposiciones de los autores que hay que leer y egoísmos de toda clase, la aparición del libro La joven guardia reacomoda las fichas con la renovación de autores. Recientemente editado por Norma, con selección y prólogo de Maximiliano Tomas y prefacio de Abelardo Castillo, presenta veinte cuentos de escritores de entre 25 y 35 años, marginales y académicos, reconocidos y ninguneados, promesas a punto de consolidarse, realidades incuestionables y huecas muñecas de porcelana.

Considerando que esta antología presenta un panorama de las diferentes preocupaciones estéticas de la nueva generación es apropiado dividir el análisis en bloques. En “Argentinidad” Diego Grillo Trubba logró una muy sutil, aguda, humorística y definitiva meditación sobre el ser nacional, la viveza criolla y nuestra tragedia como sociedad: un exiliado en Berlín tras los hechos de diciembre de 2001 sobrevive dictando un curso a jóvenes alemanes sobre cómo actuar a lo argentino, según nuestros modos más míseros. Con mucho humor crea un estado idílico perfecto y una empatía total con el piola de su protagonista. Por lejos el punto máximo del libro.

“La edad de la razón” de Romina Doval, y “El aljibe” de Mariana Enriquez están atravesados por la conciencia del mal como ley suprema que supera los lazos de sangre, y son el tramo más intenso de la antología. En el primer cuento, el nacimiento de la hermana de la pequeña Carolina, narrado por una tercera persona que se expresa como podría hacerlo una de sus compañeras de jardín de infantes, desnuda el débil andamio que sostiene a la familia.

Una incomodidad angustiante en un ambiente cotidiano, sello de la autora, acompaña su lectura hasta el final con una imagen de desamparo y orfandad absolutos. Partiendo de la sencillez de unas vacaciones familiares Enriquez conjuga supersticiones con lo más ruin de sus mujeres enfermizas para dar con el deterioro mental progresivo que condena a la anteriormente saludable Josefina. La inseguridad de los hombres ante las mujeres queda patente en el viejo celoso y paranoico que intenta someter a su amante antes sumisa en “Otra mujer” de Oliverio Coelho, y en la inversión de los roles de protector e indefenso de los protagonistas de “Un lugar más alejado”, de Alejandro Parisi, donde el narrador separado tambalea ante la firmeza de su nueva pareja para llevar adelante su reciente embarazo.Sigue un bloque de cuentos que, sin ser impecables en contenido y forma como los anteriores, valen por su fuerza interna. “El cavador”, de Samantha Schweblin, es totalmente ambiguo.

El pozo que un misterioso personaje cava trasciende el cuento y, abriéndose a múltiples interpretaciones, no podemos evitar caer en él. A la desolación que acompaña al adolescente que abandona su pueblo tras el nacimiento de su hijo en “Un hombre feliz”, de Federico Falco, le queda corta su extensión y merece desarrollarse por sí misma, sin tantas intervenciones del narrador omnisciente. La morosidad del protagonista argentino acumulando una seguidilla de detalles de su paso por un bar parisino en “El imbécil del Foliz” de Gabriel Vommaro hace desear alguna elipsis para subirlo a la categoría anterior.

“El hipnotizador personal”, de Pedro Mairal, es la historia de una chica rica que busca quien le anule el tiempo muerto vista desde la posición del escritor romántico enamorado; “La intemperie”, de Florencia Abbate, cuyo lenguaje sutil no concuerda con esa historia de patéticos perdedores y “Siesta” de Gisela Antonuccio, donde la presencia inquietante del cadáver de una mujer en una cocina no alcanza a ser potenciada por su autora, entran en la categoría de los cuentos tibios, el limbo de la antología.Y para el final quedan textos que, en algún caso, deberían ser llamados ejercicios de estilo antes que cuentos.

Así “Diez minutos”, de Hernán Arias, pareciera una sinopsis para filmar a un personaje sentado en un banco de plaza; de hecho remata apelando a posibles resoluciones si esa sinopsis fuese filmada.Previo al tándem de los cuentos de Doval y Enriquez están los aportes de la pareja que Clarín elevó hasta las alturas de una Virginia Woolf y un James Joyce porteños y fuera de las leyes del mercado y la academia: Gabriela Bejerman y Washington Cucurto. “¡Chef! ¡Puré chef! ¡Un chef haciendo puré chef!” son las primeras palabras de “Morfan dos”. Sería injusto negar que para el resultado obtenido, Bejerman no podía haber encontrado un mejor comienzo. Agregándole un poco de agua al cuento y calentándolo se obtiene un insulso purecito artificial que no sirve de guarnición para los platos fuertes del libro. La historia del cocinero farsante encumbrado como genio gastronómico por los medios, puede leerse como una proyección de la propia autora.

En “Una mañana con el Hombre del Casco Azul”, Cucurto demuestra que no hay nada consistente tras la cáscara del revolucionario violador de la sintaxis y cultor del disparate como reserva vital para la literatura.Bajo una máscara de ironía en el “Diario de un joven escritor argentino”, Juan Terranova sugiere su imposibilidad de poder decir algo verdadero; cuenta que su elección poco rentable de apuntar a un reducido público académico no fue muy acertada, insinúa desesperar por el reconocimiento masivo y desea cambiar las reglas del juego que decidió desempeñar por no serle muy benévolas. Un cobarde pedido de piedad.En el prefacio, Castillo dice no haber leído ninguno de los cuentos, y aunque en una primera impresión puede parecer chocante, no lo es tanto; dicho prefacio es sólo un acompañamiento a los autores.

Lo que en verdad debe chocar es esa mueca de desdén hacia las intenciones del libro llamada “Recomendaciones de un padre argentino para un cuento español”, de Gonzalo Garcés. Desde el púlpito de sus columnas periodísticas Garcés critica las fallas de la literatura contemporánea argentina, pero al colaborar con esta antología de cuentos sacando de un cajón las líneas argumentales de una historia que quizás tenga en mente escribir algún día demuestra ser parte del mismo sistema contra el que levanta su voz. Las pezuñas más renombradas, sean raza Piglia, Caparrós, Guebel o Aira nunca pudieron más que mellar los cuchillos más filosos. La joven guardia ofrece otros sabores, y establece una cabeza de playa para sacudir un panorama que exige renovación.



¿dónde putos está mi cabeza?



Ni en el cristal ni en el crack
Ni en tu espalda ni en el dinero
Ni en el Theraflu inhalado
Ni en este blog ni en los libros.
Cinco pesos en mi bolsa.
Es lo único que necesito para darme un tiro
Y salir de la mierda que me embarra el mundo.

No es la Lüger en mi boca
Ni tu vientre y tus manos y tus piernas.
No puedo ordenar las ideas.
¿Dónde putos está mi cabeza?
No sé como empezar
Ni qué escribir.
Mi cabeza está en otro lado.

¿Quién eres tú?
¿Quién soy?

Las drogas no dañan.
Las drogas están dentro de mí.
Yo soy las drogas.
Y tú la luz.

No quiero tu dinero.
No quiero matar a nadie.
Sólo quiero encontrar mi cabeza.
La salvación.
En mi cabeza hay un tesoro.
Sácalo. Es tuyo. Tuyo. Tuyo.

¿Por qué estás conmigo?
Sólo ve tu rostro.

Una bala en mi cráneo te dará lo que pides.
Las palabras estorban en este mundo.
Quiero una bala y mi cráneo será tuyo.
Acaba con esto. Acaba.
Una bala. Mi cráneo. Una bala.

Tu rostro no limpiará la mugre de este cuerpo.
Tu cuerpo no es la nave que me sacará de la mierda.
Mi cabeza. Una bala. Mi cabeza.

No soy tu héroe. Sólo quería que me salvaras esa noche.
Que detuvieras el veneno de mis venas.
Y me enseñaras a reír.
Y me hicieras olvidar.
¿Dónde estás?
Sálvame. Una bala. Mi cráneo.

El dinero nunca ha sido mío.
El dinero es el mundo.
El dinero el del mundo.

No quiero tu espalda, ni tus manos.
¿Dónde putos está mi cabeza?
Nunca quise perderla.
¿Dónde estás?
Quiero salir de aquí.
Salir. De aquí. Salir de aquí.
De aquí. Salir. Aquí. De aquí.

miércoles, 9 de agosto de 2006

.una nueva puerta. la luz. el FONCA.
.
Esta semana es de felicidad, de festejo y después de ponerme a trabajar, más de lo acostumbrado, en mis proyectos literarios, en las actividades que me dan fortitud. Vida. ¿Por qué? Pues, este, mmmm, ¿cómo decirlo? Me he ganado una de las becas que promociona el FONCA, en la categoría Jóvenes Creadores, disciplina cuento. Sí, en este certamen me tocó pasar las tres pruebas en las que son revisados minuciosamente los proyectos participantes y fui el elegido, damas y caballeros, lectores y no lectores, amigos y no amigos, créanlo, revisen la página, porque al principio yo no lo creí. Al principio me pareció una broma disparatada. No es que dude de mis capacidades como escritor. No. Como escritor tengo los pies firmes sobre el sinuoso camino literario, sobre mis metas. Pero me sorprendió tanto la noticia a la hora que me la dieron.
Detalles abajo.
Ella (la mujer que light my way en Sad Songs) y yo acabábamos de regresar de Canciones Tristes, por la madrugada, para ser exactos, a la 1:30 am. Y mientras descargábamos el equipaje, en mi casa, recibí la llamada de mi carnal Tryno Maldonado avisándome que mi nombre figuraba entre los seleccionados del FONCA. La verdad no hice más que sorprenderme. Es más, no le creí. Pensé que me estaba gastando una de esas bromas de mal gusto que el Titis, el Pire y el mismo Tryno me han hecho. Pero cuando mi bróder me notó escéptico, desconfiado, agregó:
¿Usted se llamas Joel Flores, no?
Sí, repuse.
Y ¿está trabajando en un libro de cuentos que se llama Simulador, no?
Sí, volví a reponer.
Pues se ganó esa beca, bróder.
Y por último propuso que comprara el periódico y me diera cuenta por mí mismo. Colgamos y me quedé despierto hasta que salió el sol. No quise darle a la noticia a ella (la mujer que light my way) porque aún no podía creerlo. Así que me fui a la sala a escuchar el concierto de U2, en Monterrey, con Polito, el perro chihuahua que uso de llavero, a mi lado, como amuleto de la buena suerte y como lámpara en la oscuridad. Quise olvidar la noticia y relajarme recostándome en el sillón. Pero no encontré el sueño y pensé y pensé en qué cambios tendría mi vida como escritor si en verdad me había ganado la beca.
Al día siguiente revisé en Internet y leí con detenimiento el Acta de la sesión resolutiva del programa Jóvenes Creadores. Al ver en la lista los nombres de tantos y tantos conocidos y amigos que habían metido propuesta a este certamen, descubrí mis apellidos, mi nombre. Yo estaba seleccionado junto a personas como Edgar Adrián Mora, Glafira Rocha, Nadia Villafuerte, Iván Gabriel Vázquez, Carlos Javier Dzul. Y ¡Puta!, me dije. Esto no está sucediendo. Ya veo mal. Pinche Hiperbólico me está haciendo daño.
Se lo comuniqué a ella (la mujer que light my way cuando más lo necesito) mientras revisaba el horario que llevará en su escuela de medicina. La invité a que leyera el Acta para que me sacara de dudas. Al ver la alegría que pintó su rostro no dudé en que era verdad. Estaban dando frutos las largas horas frente al monitor, dejar la escuela un semestre para dedicarme de lleno a la literatura, leer más de lo acostumbrado y obedecer sin peros un horario de trabajo al que me había sometido si quería y quiero ser escritor. Ella volvió a leer el Acta resolutiva y tiró un grito y dio un salto y me abrazo. Después le propuse rentar una casa en Sad Songs para irme a acabar Simulador allá, lejos de Zacatecas, de todas las distracciones, de todo el mundo. Sólo con ella y la frescura y vitalidad que proporciona el valle de Sad Songs. Y me volvió a abrazar.
Les doy las gracias a los jurados que tuvieron confianza en mi proyecto de libro de cuentos, a David Ojeda que fue quien me seleccionó y será mi tutor literario las próximas fechas. Les doy las gracias a todas los amigos, a mi familia, a las personas que nunca han dejado de apoyarme, de darme aliento, de darme la mano desde que inicié la marcha en este camino, el camino de la literatura. Les doy las gracias a los que han tenido confianza en este proyecto, su libro de cuentos, que tiene como meta rescatar el Imaginario de Amparo Dávila, Bioy Casares y Edgar Allan Poe. A todos ellos les obsequio esta noticia, esta luz, esta nueva puerta que comienza abrirse frente a mí.
Salud y larga vida a la literatura.

miércoles, 2 de agosto de 2006

poema a Canciones Tristes

Este es un poema dictado por Bono, cuando me lo encontré en la sala de pasajeros antes de abordar mi avión. Mientras le invitaba un Red Bull para salir del letargo, le conté la historia de ella (la mujer que tiene mi corazón en sus manos y me espera en Canciones Tristes), y de mi reto a romper el miedo a volar para comenzar el periplo a Sad Songs. Al término de la charla le dije a Bono que estaba pensando en incluir dos de las canciones de U2 en el soundtrack de mi viaje, puesto que la primera vez que besé a mi chica ambos escuchábamos en su camionetota el concierto de U2 en México, por la radio. Bono se conmovió tanto que sacó una servilleta de su bolso, pensé que me daría un obsequio para relajarme en el viaje, pero su detalle fue más allá: me dictó estas frases sueltas que terminaron construyendo los andamios de un poema muy al cuarteto irlandés, me deseó suerte antes de despedirse, tenía que abordar su vuelo a Irlanda porque se había quedado de verse con Edge, y estiró la servilleta a mis manos para que se la llevara a ella (mi Light bulb que light my way cuando más lo necesito) como uno de los mejores cumplidos el día de mi cumpleaños.
Sad Songs

Faraway, so close
All I want is you
All I want is you
You say you want
Your story to remain untold

Take mi hand
You know I’ll be there
In the Sad Songs
And take mi hand
I need you like a Hiperbólico
For the time that will come
But you say you’ll give me
A highway with no one on it
Your eyes just to look upon it
And a river in a time of dryness
And a harbor in the tempest
All the riches in Sad Songs

You know I’ll be there
I’ll cross the sky four you love
But give you what I hold dear
But your love to work out right
To last whit me trough the right
Your love not to grove cold
Sad Songs tin can town
The Sad Songs alights in my head
Two hears beat and beat as one
Two hears beat and beat as one
Demons drowned

All I want is you
I ‘m wide awake
Into the light
Into the half- light
Into the night.
And if you look, you look trough me
Faraway, so close
Faraway, so close
In this can town you look trough me
You can go anywhere:
Zscatecas, Sad Songs and Sad Songs
If could stay in the Sad Songs
Then the you would not give I up in the Sad Songs
And the night would be enough
Faraway, so close… you look trough me
You look trough me
But your love is the light bulb
Is the light bulb
Lighting my way to the Sad Songs…
Las historias sólo les suceden a aquellas personas que pueden contarlas
Michael Cunningham

Nos convertimos en las historias que contamos sobre nosotros mismos
Paul Auster

Una historia ajena también puede ser un espejo donde mirarnos y, por una vez, reconocernos
Rodrigo Fresán
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