jueves, 21 de febrero de 2013

El amor nos dio cocodrilos, de Joel Flores


Joel Flores es un escritor zacatecano, autor de El amor nos dio cocodrilos, colección de cuentos en la que el desorden mental, la traición y lo fantástico construyen el punto de fuga que lleva la mirada del lector. Su obra ha aparecido en diversos medios, tanto electrónicos como impresos. Uno de los cuentos que aparece en esta colección, El Visitante, apareció hace algún tiempo en esta revista. El libro puede ser adquirido por vía electrónica desde Amazon para ser leído en cualquier e-reader compatible, dejaré al final de esta entrada las ligas en las que pueden leer el cuento y comprar el libro.

La primera historia es la que da nombre al libro, en el que una pareja incapaz de tener un hijo adopta a un cocodrilo robado de un zoológico. Lo que al principio parece la piedra de toque que podría asegurar la felicidad de la pareja, tiene como consecuencia un conflicto edípico de proporciones monstruosas. El cocodrilo y el padre compiten por Zam, la esposa y madre.

El segundo relato es “Niño superhéroe”, una historia que alude el surgimiento del mal. ¿En qué punto alguien decide hacer daño al otro? ¿En qué podría tener origen el deseo de herir, de lastimar? El protagonista es Pongo, un niño en sexto año de primaria que gracias a la burla y el maltrato de sus compañeros de clase ha debido refugiarse en una ficción que le permite enfrentarse a lo real. Pongo se convence de que es un superhéroe con poderes especiales. De esta forma puede a la vez racionalizar las agresiones de que es objeto, pues los superhéroes no son comprendidos por las personas normales, y encontrar fuerza para seguir en el mundo, pues él es especial, vale más que ellos y tiene herramientas para enfrentarlos.

Continuar leyendo en La hoja de arena, revista de literatura

martes, 19 de febrero de 2013

El visitante*




Para Flor Cervantes, por supuesto.

Mateo lo encontró en el bosque. Lo trajo a casa porque se veía débil y el invierno terminaría matándolo. Nadie más iba a darle ayuda, por su aspecto y porque esta cabaña es la única en todo el lugar. Esa noche cenamos sopa y liebres asadas. El extraño comió desesperado, sin siquiera voltearnos a ver cuando lo hacía. Tenía los colmillos desencausados y abría la boca como un sapo al morder los alimentos.

Mateo le ofreció asilo y prometió llevarlo la mañana siguiente al final del camino. No era la primera vez que alguien se perdía en el bosque mientras la guerra terminaba. Durante lo que iba del mes, los ecos de los fusilamientos masivos resonaban afuera de la cabaña. La mala puntería de los milicianos hacía que algunos presos se dieran a la fuga y llegaran aquí con hambre y sed.

Me contuve a contradecir la decisión de Mateo, a pesar de que el extraño me atemorizaba. Su silencio y su mirada eran una esfera de acero que lo aislaba de su entorno.

Antes de ir a la cama, limpié la mesa para poner la fruta en el centro y las codornices, que comeríamos la mañana siguiente, entre plantas y especias para que se conservaran frescas. Mateo le pidió al extraño que le ayudara a cortar madera. Después ambos llenaron de leños la chimenea.


El bosque se vio hundido en la noche. El fuego de la chimenea comenzó a darnos calor y a alumbrar. Afuera, el viento se desató de manera rauda y su sonido se combinó con la lluvia. Las gotas golpearon con fuerza las ventanas, como si quisieran penetrar los cristales, el techo.

Continuar leyendo en La hoja de arena, revista de literatura.
*Este cuento forma parte de mi libro El amor nos dio cocodrilos, publicado por Vozed editorial digital.

Ideas sobre el cuento, según Joel Flores



Esta colaboración fue extraída del blog de Israel Pintor. En ella se me hace una entrevista, vía Messenger en 2007, acerca de la literatura y su creación. Podría decirse que algunos de los argumentos vertidos en ella representan, en parte, las ideas que ayudaron a escribir los cuentos de mi libro El amor nos dio cocodrilos. Comparto el texto para los lectores de ambos espacios.  

Presento, a continuación, las ideas más representativas sobre el cuento y su escritura, expresadas por Joel Flores en 2007, a petición de entrevista, con la finalidad de obtener su colaboración en Los suyos y los nuestros, el cuento mexicano, exponentes y evolución, tesis de licenciatura con que me gradué. La entrevista, de la que se desprenden las siguientes ideas, fue realizada junto con Carla Hinojosa.

“Percibo el cuento desde la perspectiva chejoviana que propone ver el cuento como el brillo de la luna reflejado en una cuenca de vidrio. Lo que halla a su alrededor no importa, lo que importa es la captura del instante.”
“El cuento tiene como finalidad contar una historia apostando por la fabulación. Con el cuento se puede experimentar de múltiples maneras, pero lo que siempre importa, y eso lo aclaran clásicos como Calvino, es la concisión y la velocidad con que se maneja.”

“El cuento es un género en constante movimiento: en México se sigue experimentando  con la manera de contar la historia, con los temas, con la intertextualidad (presente en la generación de los 70), la metatextualidad.”

“No me parece que el microrrelato sea resultado de un experimento, tampoco creo que sea un ejemplo de la flexibilidad que el cuento tiene. En este momento recurro a las teorías contazarianas expuestas en `Paseos por el cuento; el microrrelato no llega a ser más que una imagen poética. Si vemos el cuento como una pompa de jabón: redonda, perfecta, brillante, traslucida, caeremos en cuenta de suponer al microrrelato como sólo un destello de esa pompa de jabón.”

Continuar leyendo en el blog de Israel Pintor.

Raros rituales de escritura



Detrás de todos los textos del mundo, escritos por narradores o críticos literarios, existe una suerte de rituales y azares que son utilizados, intencional o inconscientemente, por los escritores para culminar su trabajo. Unos se aventuran con brújula en mano para que su periplo no naufrague en ningún momento y cada línea, cada idea que están escribiendo, sea la ola mansa que converge con la otra y así su viaje sea viento en popa. Otros sin brújula en mano ni cualquier plan de viaje se lanzan al periplo y suelen encontrar el rumbo de su texto cuando el barco está a la deriva o se halla perdido en altamar. Pero al final, sin embargo, corren con suerte y las aguas los regresan a Ítaca más llenos de gracia y aventura que Constantino Kavafis.
Uno de los cuentistas más representativos de USA como John Cheever, menciona Ray Loriga en Días aún más extraños, solía vestir traje todos los días antes de salir de casa a dejar a sus hijos en el colegio. En la puerta del plantel educativo se despedía de ellos diciéndoles: “me voy a la oficina”. Y en un cuartillo cercano que rentaba por un precio accesible, se quitaba el traje y se ponía a escribir, toda la mañana, frente a su escritorio. Cuando llegaba la hora de volver por sus hijos, se vestía de nueva cuenta el traje y salía aprisa por ellos. El ritual de Cheever siempre me ha gustado compararlo con el de cualquier superhéroe que cambia de vestimenta para ocultar su identidad mientras entra en acción, pero en el norteamericano sucede de forma invertida: viste un traje de oficinista fuera de su área de trabajo para hacer que sus hijos lo vean como un asalariado elemental, y para nada como un escritor que intenta conquistar el mundo con sus relatos que escribe por las mañanas, desnudo.
Continuar leyendo en Vozed, revista electrónica de literatura y pensamiento.

El amor nos dio cocodrilos: cuentos que no se escaman



Como un reptil, este libro se fue gestando de a poco. Alimentándose de lecturas, correcciones, erratas, incertidumbres. Y más correcciones, más lecturas, hasta alcanzar la talla adecuada. Desciende dinosáuricamente –por lo distante- de la tradición clásica del cuento instalada por Poe, coquetea descaradamente con la propuesta cortaziana de la narración hasta parir el suspenso, los escenarios y a personajes hermanados a aquellos producidos por la imaginación rulfiana de Amparo Dávila.


En el cuento que da nombre al libro encontramos una pieza que combina lo mismo la ternura que el desamor, el  anhelo con la incertidumbre. Pero en sí, el texto es un replanteamiento rotundo de las convenciones sociales. Dudas que reflejan el carácter de ambos personajes, cada uno más ensimismado que el otro conforme el relato avanza. Parten de sí mismos (“El aborto de Zam sucedió en los años de la preparatoria. Ella me ocultó que el bebé era mío […]. Nos distanciamos un tiempo, ella lo pidió”) y tres años después se rencuentran, tan solo para comenzar a separarse totalmente, para perderse cada quien en su vida, sus deseos, sus anhelos.

Continuar leyendo en texticulario, blog de David Chávez.

Empuercar el lenguaje


Joel Flores es un escritor. Esa oración simple encierra, sin embargo, una verdad de la que no cualquiera puede presumir. En El amor nos dio cocodrilos, su ópera prima, demuestra una capacidad creativa suficiente para animarnos a seguir leyendo hasta que la última página aparece en el lector electrónico. Flores le ha apostado a la publicación en e-book, pero no sería del todo raro que este conjunto de cuentos vea la luz en formato impreso. Hay muchas cualidades en la prosa del zacatecano, cualidades que han madurado a lo largo del tiempo y que nos previenen del arribo de una voz narrativa que encontrará, tarde o temprano, a sus lectores ideales, aquellos que esperarán con ansiedad lo que brote de su imaginación.

Conocí a Joel en 2007 en San Luis Potosí. Ambos estábamos tallereando cuentos con el maestro David Ojeda. Al igual que el bebé cocodrilo que aparece en las primeras páginas de este volumen, tuve la fortuna de ver la gestación y los primeros pasos de esta obra. El autor venía con una inquietud por trabajar con la idea de “lo extraño”, un elemento que prevalece en la obra de, por ejemplo, Ámparo Dávila, una escritora por la que Flores siente una admiración especial. Y no es para menos, lejos de los reflectores e, incluso, de las listas canónicas, Dávila es una de las autoras “raras” que de manera no tan frecuente aparecen en la literatura mexicana. Debo decir que el joven zacatecano consigue honrar la admiración por la escritora. El amor nos dio cocodrilos es una obra que orbita, se inmiscuye y parafrasea no sólo a Dávila, sino a varios autores relacionados con el ambiente y el ejercicio de imaginación que implica desarrollar la idea de lo extraño.


lunes, 18 de febrero de 2013

Sobre la réplica del procurador de justicia de Zacatecas



Estimado procurador de justicia,
 Le doy las gracias por responder a mi artículo con celeridad y por esclarecer ciertos puntos que tracé. Quiero comenzar con una disculpa por no haber leído su libro, que por cuestiones de distancia e incluso de promoción editorial no llegó a Tijuana, lugar donde vivo. Rompí una regla de oro y cualquier articulista pudo haberme colgado por hacerlo, pero corrí el riesgo y abrí una puerta que seguro nos llevará a un diálogo fructífero.
No me llegó su libro porque me mudé de Zacatecas por problemas de desempleo, sueldos exiguos, pocas oportunidades y la inseguridad. Creo que sabe a qué me refiero, porque usted es un hombre, además de escritor, informado: lee los periódicos, y también trabaja en la Procuraduría de Justicia. Si no lo hiciera, no habría replicado mi artículo.
Pero el propósito de esta respuesta no es hablar de mí, ni de por qué me fui de Zacatecas, sino de su libro y lo que yo escribí de él sin siquiera haberlo leído. Sin embargo debo hablar, también, de su labor como político, porque usted la ha infiltrado en nuestro diálogo cuando responde: “(yo) jamás criticaría a un político por el simple hecho de escribir, al contrario, merecería todo mi respeto y reconocimiento”. Vayamos por partes. Continuar leyendo en elnocturnodiurno.

El procurador de justicia que escribió un libro



Desde hace un par de días para acá en las redes sociales ha levantado revuelo el tema del procurador de justicia que escribió un libro y lo presentó en uno de los restaurantes antro “in”  de la ciudad, las fechas en que se perpetraron balaceras y atentados por parte del crimen organizado en rancherías zacatecanas.
Más allá de preguntarnos ¿qué hace un procurador de justicia, cuya labor es salvaguardar la seguridad social de una de las ciudades con más índices delictivos desde hace tres años?, que es lo que demandaban los inconformes en las redes sociales, buscando que el estrenado escritor esclareciera los delitos con un chasquido de dedos, me gustaría que reflexionáramos: ¿qué uso podrían darle los zacatecanos o en qué medida podría ayudarlos este libro?, ahora que no le va del todo bien a esa ciudad del semi-desierto en materia de seguridad pública y desarrollo social. Continuar leyendo en elnocturnodiurno.

Laureles 22

Para el doctor Cervantes, que lo llevamos en el corazón

Fueron varias las veces que buscamos entrar a la calle Laureles 22, pero por más que lo intentábamos, jamás podíamos.
Por aquel entonces queríamos mudarnos de casa y una amiga de Flor nos había recomendado vivir allí. Es una zona agradable, nos decía, les va a encantar el área verde y la disponibilidad de los vecinos.
Pero no conseguíamos acceder a la calle ya fuera porque obras públicas rehabilitaba la zona, protección civil hacía simulacros de sismo y acordonaba la entrada o porque Antorcha Campesina tomaba el bulevar y no daba el paso a nadie.
Durante esas fechas vivíamos en Ex ejido Coahuila, cerca de la UABC y la Plaza Centenario. Teníamos menos de tres meses en la ciudad y buscábamos cambiarnos de casa porque sufríamos con las tuberías. Cada que llovía, la coladera de la entrada se inundaba y el agua del pasillo se colaba al departamento.
Una rata entró al cuarto de lavado por el desagüe, se hospedó sin nuestro consentimiento en el departamento y nos traía vueltos locos. Por más que poníamos trampas y veneno para ahuyentarla, nos superaba en inteligencia y velocidad.
Continuar leyendo en elnocturnodiurno
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...