sábado, 24 de enero de 2009

.194.

Cae narco; “deshizo” a unas 300 personas
El universal, 23 de enero de 2009





Por el trabajo que calificó “como cualquier otro” le pagaban 600 dólares semanales, dijo.



Me he dado cuenta que he vivido 24 años equivocado. Es como si hoy, después de haberme despertado, hubiera descubierto que he llevado una pila de ladrillos sobre mi cabeza que no me ha dejado ver las cosas como son. ¿Por qué me ha pasado esto? No lo entiendo. Juro que no lo entiendo. Soy despistado, lo acepto, pero no idiota. Desde niño me educaron bajo la premisa de que uno puede ser grande en la vida si es grande consigo mismo, si es buena persona con los demás, si estudia y trabaja mucho, si trata de no meterse en problemas, si es congruente con sus ideas, con su país y con la persona que ama. Y creo que me engañaron. De niño no me enseñaron que sería mejor que otros, o tendría más dinero que los demás, si despedazaba o mataba a mi prójimo. Vamos, si era un hijo de puta. Todo lo que se me ha enseñado de niño han sido mentiras, una sobre otra. Mentiras y más mentiras. Porque mi país. México. No funciona así. Con tan sólo leer los diarios nos damos cuenta. Créanme, yo no mato personas, pero trabajo mucho, leo mucho, cada día trato de ser más honesto con los demás y en mi trabajo. No es que trate de ser una persona ejemplar, porque me desagrada la frase ser modelo para otros, pero trato de conseguir lo que nunca tuve y no gano a la semana, mucho menos al mes, 600 dólares. Que alguien me diga qué ha estado pasando, ¿he vivido equivocado? ¿Me han educado mal? ¿Soy tan torpe que he entendido mal todo lo que intentaron enseñármelos demás? ¿O tengo que tomar otro camino?





.193.







Todos creemos tener una Penelope en nuestra vida. La mujer que espera nuestra llegada luego de ese largo, divertido y cansado viaje. Todos en esta vida tenemos una mujer por la que hacemos las cosas y por la que no nos damos por vencidos. Leo Grusky fue un hombre que vivió regido bajo esa idea. Pero a él no lo esperaba Penelope, sino Alma. Miento un poco. En ciencia cierta, ella no lo esperó nunca. Los obstáculos que se le antepusieron en el camino luego de abandonar Polonia, la orillaron a no hacerlo. Leo Grusky fue un escritor que nunca fue escritor, porque todo lo que escribió se lo escribió a Alma y ella nunca estuvo cerca de él para leerlo. El sentido que le daba cuerda a la vida de Leo Grusky siempre fue nombrar con palabras las cosas que sentía. Pero él, aún antes de su muerte, pensó que no logró hacerlo porque en toda su vida llegó tarde a las cosas. Y vivió con el sabor de la decepción en la boca. Aún así conoció la felicidad. Pero se la arrebataron. Tuvo hijos, sí, uno maravilloso, que tuvo el mismo gusto que él, Leo, por nombrar con palabras lo que sentimos los humanos, pero nunca fue reconocido como padre. Leo tuvo grandes amigos y se le murieron. Amó, como ningún otro. Por eso motivo no paró de escribir La historia del amor.


Vale la pena conocerlo.



domingo, 18 de enero de 2009

.192.



Anémicos y dulces




Aparté mi mirada de ti

Te convertiste en una hoguera

Nos sentimos tan dulces y tan vivos

Hemos cambiado

Es como si nunca hubieras sido la de siempre

Dejé mi cruz para que la pusieras en tus hombros / y así me sorprendieras

Mírame

Mírame

Aunque al chino moreno se lo esté cargando la chingada

La banda sigue tocando

Camino encendido por en medio de todos

Que vengan las pandillas por los pasillo / tengo la piel curtida por los golpes

Los vamos a bardear

Me han hartado todo el año

Cuando apenas piensas que me conoces bien lo arruino

Ve con ellos

Están fumando y tomando whiskey detrás de estas paredes

Anda a practicar lo que has aprendido conmigo

Termina con toda esta mierda que me tiene destrozado

Y ahora me dirás que me necesitas / pero no me necesitas

Me dirás que no lo arruiné yo sino tú

Esto de aquí dentro ha reventado

Y no volverá a estar en su lugar

Pero me haces sentir fuerte

Todos somos anémicos y dulces

Otro te ayudará a sentirlo





jueves, 15 de enero de 2009

.191.





¿Qué pasa en Zacatecas?

Eso muchos nos preguntamos. Hoy por la mañana, los periódicos que circulan en Zacatecas y ofrecen información en Internet hablan sobre el cierre repentino de una de las gaseras más importante que comercian gas LP en el estado por culpa de extorsionadores, y del deficiente servicio que da Amalia García Medina como gobernadora. ¿Qué decir de las autoridades? Se han visto afectados más de tres municipios y cientos de familias. Peor aún, empresas que suministran alimento como panificadoras y tortillerías. El motivo de la decisión que ha tomado esta empresa es lógico: a causa de que la gobernadora no tiene la capacidad para acabar con la inseguridad en Zacatecas y sus municipios, la empresa de gas prefiere cerrar para evitar que los extorsionadores sigan amenazándolos o lleguen a los secuestros.
Es ya es un lugar común leer, escuchar y decir: ¿qué se gana con denunciar el narcotráfico, a los extorsionadores y la inseguridad en México? La gente que supuestamente vela por nuestros derechos como ciudadanos y nuestra seguridad está mezclada o al servicio de aquéllos que causan el miedo. Al menos eso es lo que nos hacen suponer sus acciones.
Cada día es más notorio el tipo de violencia estructural que se da en Zacatecas, y la mala manera que la gobernadora quiere tapar los conflictos con velos artificiales. Al pueblo fiesta y todos contentos, dice el dicho. Pero ¿quiénes pagan la fiesta? ¿Por qué razones no se procede conforme la ley lo dicta? Es contradictorio lo que se lee en los periódicos. En una nota se muestra que una empresa que suministra una materia prima para la subsistencia humana ha cerrado por culpa de extorsionadores, y en otra leemos que el gobierno de Amalia se enfoca en dar más recursos financieros a las empresas medianas y a la iniciativa privada para que Zacatecas se desarrolle en el tema de la industria. La contradicción radica en que no se puede emplear dinero sobre cosas que están dejando de existir. ¿A quién trata de engañar la gobernadora con esto, o la gente que se encarga de ofrecernos esta información? ¿Para quiénes trabaja nuestro gobierno o con quienes comparte su trabajo? En realidad somos tan ilusos como para no notar estos detalles inmensos.
Sobre todo lo dicho nos queda decir: las palabras de Shenli Ye Gon se está convirtiendo en una máxima mexicana: “coopelas a cuello”. ¿Qué pasaría si los extorsionadores fueran traficantes de órganos y en cada una de sus extorciones le pidiera un brazo o una pierna a cada empresario o miembro de una familia? La respuesta se las dejó a su criterio, de antemano sabemos que es muy probable que con el tiempo daríamos rápidamente con los extorsionadores, los secuestradores y narcotraficantes porque serían los únicos en seguir con su cuerpo entero. ¿Se me olvida alguien? ¡Ahh!, ¡sí! Los funcionarios públicos. ¿Acaso estos y aquéllos no son lo mismo?
Es probable que Enrique Krauze no se haya equivocado al decir que México se está convirtiendo en un narco-estado. Las autoridades, los funcionarios públicos hacen como que hacen su trabajo –ocultando información bajo otra información–y nosotros, los mexicanos, les pagamos por lo que mejor saben hacer: tenernos hundidos en el miedo.


miércoles, 14 de enero de 2009

.190.



Yo quiero ser Vila-Matas

ELLA ERA HEMINGWAY, NO SOY AUSTER
de Enrique Vila-Matas, Barcelona: Alfabia, 2008.




Si algún día llego a tener un hijo ya tengo bien meditada la respuesta cuando me pregunte por qué venimos al mundo: para leer a Paul Auster y escuchar a Bob Dylan, le diré. Estoy completamente seguro que sobre lo primero me va a objetar: que flojera, papá; y sobre lo segundo se quedará pensativo. Me dará la espalda. E irá corriendo a hurgar entre la colección de discos para hacerse de uno del gran poeta. Pero como este artículo no se trata de eso, y yo aún no tengo hijos, ni pienso tenerlos aún, mejor entro en razón.

Durante los días que anduve en Madrid como vagabundo, conocí a Juanjo Mora, un diseñador gráfico. Fue justamente a las afueras de la Casa encendida, venía yo de ver una exposición de arte urbano llamada Beautiful Losers. Conocí a Juanjo gracias a Eduardo Rubio, amigo que me hospedaba en Reyes católicos. Lo primero que hablamos fue sobre pintura. Pronto la charla giró al territorio literario conforme buscábamos un restaurante. Le hablé de Javier Cercas, de Javier Marías, de Benet, porque me preguntó —como para medir terreno— qué escritores españoles había leído. Y me interrumpió la lista:

“en España ya estamos hartos de novelas sobre la guerra civil y pues de los otros qué te puedo decir. Son escritores lunares: sólo ven de la luna hacía ellos. En cambio, los norteamericanos, son universales, ¿me explico? Ven desde el universo hacia ellos.”

Al ver que compartíamos lecturas afines me alegré. Mejor dicho, las palabras que había empleado Juanjo me alegraron el día. Y como si el que hablara del tema no fuera yo sino otro, le respondí que lo mejor que nos habían heredado escritores como Cheever, Carver, Hemingway, y los que publican actualmente en la revista Mcsweeney’s, es la capacidad de conectar al lector con los conflictos de la condición humana. De pronto —no recuerdo si fue él o yo el que lo nombró— hablamos de Vila-Matas. Y me causó más alegría, no sé por qué, pero así fue y seguimos platicando como dos niños que disfrutan de sus juguetes nuevos y viejos. Antes de entrar al restaurante paquistaní, Juanjo me avisó que acababan de editar un libro muy pequeño sobre Vila-Matas, y me recomendó comprarlo. Aunque esto sobra, porque cualquier libro de Vila-Matas merece la pena comprarlo.

Comimos. Bebimos cañas de cerveza clara. El día siguiente fue noche buena. La pasé fuera de casa de Eduardo para festejar la fecha con otros conocidos. El 26 el frío se puso más duro en Madrid. Era visible que la nieve no tardaría en aparecer. Así que regresé por la tarde a la casa de Eduardo. Y al llegar, me dijo:

“oye, Juanjo te ha mandado algo. Está encima de tu maleta”

Sobre mi equipaje descubrí Ella era Hemingway, No soy Auster. El libro de Enrique Vila-Matas.

Revisé el libro, lo hojeé. Y me di cuenta de que no sobrepasa las cincuenta páginas.

Es un libro tan pequeño y práctico como una Moleskine de bolsillo. Me senté en la cama y me lo leí antes de tomar mi vuelo para Barcelona. Pensé que quizá allá el clima sería más favorable. El libro contiene dos piezas cortas escritas con los elementos que tanto le reverenciamos a Vila-Matas: la función de lo meditativo con lo narrativo; de lo emotivo con lo prepositivo; del humor con la inteligencia. Y esa apuesta que extrajo del último Roland Barthes y del Italo Calvino que sobrepuso a la levedad ante el peso, para indicarnos que no sólo las academias tienen el poder de descubrir los secretos en las obras literarias —la mayoría de las veces con métodos mecanizados y soporíferos—, sino que la teoría literaria hecha por escritores es aún más enriquecedora y agradable, porque su intuición creativa busca a dar respuestas sobre la creación literaria.

Ella era Hemingway, No soy Auster me encantó. Fue el mejor regalo de navidad.

El primer ensayo reflexiona sobre el cuento “El gato sobre la lluvia”. Vila-Matas explica en él, a manera de charla en una clase con estudiantes, lo femenino que se percibe en el relato. Y destaca, algo tan característico en los cuentos de Hemingway —que muchos narradores actuales le han aprendido con los años— su corto aliento en sus piezas narrativas. Apuesta que incita al lector a completar lo faltante en el relato gracias a la interpretación. El hecho de que los mejores cuentos de Hemingway se nos ofrezcan con esa estructura trunca, en apariencia, y bien tensada por los diálogos, lo ha llegado a convertir en un maestro de la narración. Nos ha enseñado que narrar significa sugerir: todo arte del escritor está en lo que se calla o se guarda para sí. La teoría del iceberg lo aclara: tiene más peso lo que está bajo el agua que lo que se asoma. Vila-Matas sobresalta eso del escritor norteamericano. Junto con sus alumnos a los que les dictó la clase llegan a una interpretación del cuento y de la obra de Hemingway. Sugieren que llegó a escribir los cuentos más difíciles y fáciles del canon literario Norteamericano; sus símbolos pueden ser engañosos y te pueden llevar a dobles lecturas. O bien, a una lectura conformista en la que sólo abstraes la pericia de sus diálogos y no lo que ellos nos ocultan.

“No soy Auster” es una defensa personal que Vila-Matas esgrime para proteger a Paul Auster, luego de las fuertes críticas que han levantado sus últimas novelas. Esta pieza es sumamente emotiva; está llena de simpatía hacia la obra de Auster y su carrera literaria. Tanto que no me pude dejar de lado, quizá porque siempre he querido estar en los zapatos de Vila-Matas. Recordé los años en México, cuando no tenía ni un peso en la bolsa para poder comprarme los libros de Auster. Y la salida más fácil fue leer las novelas en la misma computadora, gracias a los privilegios de los libros en red. Una a una y con fruición me leí la Trilogía de Nueva York, El palacio de la luna, Leviatán, El libro de la ilusiones, La invención de la soledad y El cuaderno rojo, tarde, mañana y noche, aprendiendo trucos estructurales, olvidándolos, disfrutando de las caídas de los personajes, de su perfecta dimensión, enojándome porque las novelas llegaban a su fin prontamente, sin que yo pudiera evitarlo. Saboreé el iniciar de nuevo un libro. Me contagié de esa gran imaginación y personalidad que abundan en la obra de Auster, en sus frases poéticas sobre la autodestrucción, la paternidad, el amor, el hambre, la pobreza, los libros y el fracaso. Y pensé: así como Vila-Matas nombra en este ensayo que Auster fue un punto determinante en su carrera literaria y en su vida personal, también lo ha sido en la mía, en mi juventud —corrijo— que aún no termina y que no quiero que termine nunca, porque Paul Auster es un escritor que primero leemos con gusto y hasta con vicio, que después tratamos de imitar con mala pericia, y que difícilmente lo olvidamos porque es duro de igualar. Auster es uno de esos escritores que influyen en el alma del lector. Sus obras contienen eso que nos hace sufrir y amar la vida: el hecho de reconocer que somos hermosa o erróneamente humanos.


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