miércoles, 26 de noviembre de 2014

Segunda sesión del Taller de creación literaria



El sábado 22 se incorporaron más personas al taller. Todas siguen siendo mujeres, lo cual me alegra, pues durante el tiempo que he impartido clases, las mujeres siempre se muestran más responsables, comprometidas y disciplinadas ante los requerimientos del plan del curso. En esta ocasión vimos la estructura del relato, sin dejar de lado las enseñanzas que algunos decálogos de cuentistas nos han heredado. Retomamos que la literatura, como era antes con las fábulas, no se escribe para dejar un mensaje moral o educativo, sino que los narradores la escriben como si escribieran una experiencia que puede tener, según el capital de conocimientos del lector, múltiples interpretaciones y mensajes. Allí radica su riqueza.

Durante la sesión hicimos mucho énfasis en que el relato es el género que mayor concentración y planeación exige. Para aprender su estructura, hay que conocer lo que han propuesto los maestros, qué andamios narrativos suelen utilizar, cómo esconden el secreto en los intersticios de la trama, de qué forma disponen de historia 1 (la que identifica el lector en el primer plano), e historia 2 (la que se esconde debajo y nutre la tensión y la intriga entre indicios falsos o aparentemente falsos).

Del mismo modo, proyecté desde mi computadora 5 inicios de novelas y cuentos que, desde mi formación, son los más sugerentes, emotivos y contundentes, para que las participantes del taller se dieran cuenta qué tan importante es, como lo ha propuesto Cortázar, entre otros, el cómo empezar una historia, bajo que enfoque y palabras, pues en las primeras líneas nos jugamos el todo por el todo: la atención del lector, en un mundo donde la literatura light domina el mercado.

Leímos, también, “Los que sobreviven” de mi Rojosemidesierto como ejemplo del uso de historia 1 e historia 2. Y como su trama es algo tristona --ello no dejó sin comentarios e interpretaciones a las participantes-- pasamos a un cuento jocoso para romper con el paradigma de que los cuentos sólo deben ser dramáticos o tristones. Leímos “Fajecito en las pirámides” de Édgar Adrián Mora Bautista, y las talleristas no pararon de reír y de preguntar si el registro verbal, callejero, se podía meter en la literatura. A lo que concluimos que todo se puede hacer en la literatura, pues la literatura es la vida, todo depende de la técnica y herramientas para presentarla al lector como un objeto narrativo estética que busca provocar emociones.

En la siguiente sesión hablaremos de la premisa, como la semilla que puede ayudarnos a planificar una trama y las demás partes del cuento: el nudo, la intriga, el clímax, el desenlace y el abanico de finales abiertos y cerrados que existen y podemos usar. Por último leeremos un cuento de Carlos MartínBriceño y planificaremos una charla virtual con algún cuentista mexicano.

Les dejo aquí la dirección de Instituto Altazor, pues ha habido gente que me ha preguntado en redes sociales dónde se encuentra. La imagen de abajo es el mapa para llegar hasta nosotros. 






lunes, 24 de noviembre de 2014

Álvaro Enrigue será el asesor de los becarios del FONCA en 2015




La semana pasada llamé a las oficinas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) para preguntar quién será el asesor de los becarios en categoría novela en la promoción 2014-2015, que es en la que trabajaré uno de los proyectos que inicié en enero, y me informaron que será Álvaro Enrigue, quien también fue uno de los seleccionadores durante el dictamen junto a Mario Bellatin y Eduardo Antonio Parra.

Enrigue nació en México en 1969. Es autor de la novela La muerte de un instalador, premio Joaquín Mortiz en 1996. En 2013 ganó el premio Herralde por su novela Muerte súbita, haciéndolo el cuarto escritor mexicano que es reconocido con este premio después de Sergio Pitol (1984), Juan Villoro (2004) y Daniel Sada (2008). Entre su obra destaca el libro de ensayos Valiente clase media (2013); las novelas Un samurái ve el amanecer en Acapulco (2013), Retorno a la ciudad del ligue (2013); Decencia (2011); Vidas perpendiculares (2008), El cementerio de sillas; y los libros de cuento Hipotermia (2006), y Virtudes capitales (1998). Asimismo, Enrigue ha sido maestro en creative writing en universidades de Norteamérica.

Escribir el nombre de este escritor me hace recordar mis primeros pasos como cuentista, cuando solía leer a narradores mexicanos como Enrique Serna, Francisco Hernández, Pablo Soler Frost, Amparo Dávila y Juan García Ponce. Siempre bajo la idea de que para ser un escritor hay que ser primero un gran lector. Recuerdo que los leía para conocer el género, para aprender sus fórmulas, para desmontar y montar sus estructuras, para reinventar sus inicios y finales. Pero hasta que llegó a mis manos Hipotermia de Enrigue fue que cambió mi forma de ver el cuento y, sobre todo, la composición de los libros de cuento. Entonces creía que los narradores solían escribir libros de este género como quien va acumulando experiencias en la vida. Es decir, durante un par de años escribían cuentos para colaborar en antologías y revistas –porque las novelas exigían más concentración y esfuerzo--, y al darse cuenta de que en su archivero había los suficientes como para formar un libro, se aventuraban a hacer una compilación unificada por estilo y tema, bajo un título que englobara la propuesta.

En aquel entonces era inusual para mí hallar a cuentistas que exploraran las estructuras seriadas, donde los personajes podían columpiarse y brincar de una trama a otra, donde el conflicto de un cuento terminaba convirtiéndose en el eco y recordatorio de otro que se había leído antes, donde uno y otro cuento, aunque sucedan sus historias en territorios distantes y alejados entre sí, algo termina por unirlos en un sólo camino, como la vida une y desune el destino y suerte de los seres humanos. Hipotermia me enseñó que también existen cuentistas que escriben libros con la misma energía y concentración como si escribieran novelas: cada cuento bien podría funcionar como una estructura autónoma, pero a la vez sus aristas sugieren que también es un capítulo de novela formada por otros tantos cuentos que, en suma arman un artefacto.

Estoy contento por la noticia.  



viernes, 21 de noviembre de 2014

Primera sesión del Taller de creación literaria





El sábado 15 de noviembre iniciamos el Taller de creación literaria en Instituto Altazor. Fueron muchas las personas que se inscribieron, pero pocas las que llegaron, me dicen que por el cambio de horario que hicimos. Aún así son un número suficiente para trabajar con objetivos claros y precisos, que son escribir una serie de relatos que, según su calidad, nos ayudarán a crear posibles proyectos de libros individuales. 

En esta sesión me sentí, como puede verse en la foto, bendito entre las mujeres, todas con un capital literario amplio y con hartas ganas de escribir. Prometo dar más noticias del taller pronto. Por ahora, le dejo el recordatorio: si alguien aún quiere ingresar, consulten a Educación Continua deI Instituto Altazor. Me dicen que están regalando mi libro Rojo semidesierto, a cambio del pago por la inscripción. 


martes, 11 de noviembre de 2014

Taller de creación literaria en Instituto Altazor



Taller de creación literaria

[Presentación del taller]
El relato es uno de los géneros literarios más versátiles y, al igual que el poema, exige menor aliento narrativo, pero mayor concreción y sugerencia. Su forma es el molde casi perfecto cuando buscamos escribir los fragmentos importantes de una vida. En el cuento sólo cabe el destello de luz de la historia, como decía Chejov, según Ricardo Piglia; y la experiencia misma de la vida, a palabras de Hemingway. Por ello este taller está orientado a todos aquéllos que busquen expresar, a través de las técnicas propias del relato, igual a cuento, sus historias personales, imaginarias o ajenas.

[Trabajaremos bajo tres líneas de acción]

  • Que los participantes conozcan la teoría básica de la construcción del relato: lo que dicen los autores representativos sobre este género; y qué recursos lo componen o lo hacen.
  • Que el conocimiento de los participantes sobre el relato, el que han adquirido dentro y fuera del taller, ayude al diálogo constructivo basado en la crítica a la hora de leer los textos escritos por narradores representativos, pero sobre todo por los compañeros. De esta forma, no sólo las piezas narrativas se escribirán durante el taller, sino también bajo una mirada crítica y colectiva.
  • Que los participantes escriban de manera individual de uno a dos relatos aceptables durante lo que dura el taller. Esos materiales deberán quedar listos para su publicación en revistas de circulación estatal o nacional o para su participación en concursos literarios.

[¿Quiénes pueden inscribirse?]
El curso está dirigido a todo aquel que busque aprender a escribir relatos, cuya edad no sea menor a 16 años ni mayor a 40. Los participantes también pueden ingresar con textos ya escritos en otras ocasiones. Ellos serán su material de muestra en las sesiones de trabajo.

[Fechas de trabajo]
El taller se impartirá durante el mes de noviembre y diciembre, serán 4 sesiones divididas en los días sábado 15, 22, 29 de noviembre y 6 de diciembre. Cada sesión durará 5 horas, y en ellas se hablará sobre aspectos del relato y se leerán los cuentos que los participantes lleven consigo.
Los horarios son los siguientes: sábados de 9 am a 2 pm. Las horas cubiertas en el curso serán 20. Las sesiones serán en Instituto Altazor.


[Material y formas de trabajo]
Los textos que se leerán en cada sesión, respecto al relato, estarán en formato digital y serán proporcionados por mí. Los relatos escritos por los participantes serán enviados a los compañeros y a mí por correo electrónico, uno o dos días con anticipación. En la sesión se dialogará sobre los relatos previamente leídos, con miras a mejorarlos, gracias a la crítica constructiva.

[Temas de trabajo]
Charla preliminar: 
1.- Las insoportables ganas de publicar en un país donde hay más libros de los que se leen.
1.1.- No es complicado escribir un libro, lo complicado es escribir literatura.
2.-El oficio desprestigiado: ¿cómo escribir en un país neoliberal que fomenta las competencias?
2.1.1.- Ser escritor sin pagar porque te publiquen
2.1.1.1.- Los fondos estatales y nacionales para la cultura y las artes.
2.1.1.1.1.- Los 101 premios literarios en México
3.- ¿De verdad quieres escribir un libro?, entonces hablemos de un plan de vida


·           ¿Qué es el relato?
·           ¿Qué, cómo y por qué contarlo?
·           ¿Cómo iniciarlo?
·           ¿Cómo crear o fortalecer la intriga?
·           ¿Cómo encontrar el clímax?
·           Los personajes y su dimensión
·           Los diálogos y la conversación
·           Final cerrado, final abierto
·           La ambigüedad como símbolo de desconcierto



[Constancia de participación]
Instituto Altazor entregará, al finalizar el taller, una constancia a cada escritor por su participación.

[Semblanza del tallerista]

Joel Flores nace en Zacatecas en 1984. Ha residido en México DF y España. Ha colaborado en las revistas Siempre, Tierra Adentro y Carátula; en los periódicos La Jornada de México y El informador de Nicaragua. Como reconocimiento a su labor literaria ha sido galardonado por las becas Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 2007 y 2014, en la categoría Jóvenes Creadores, cuento y novela. Y en el 2008 disfrutó un año de residencia en España, patrocinada por la Fundación Antonio Gala. Es autor de los libros El amor nos dio cocodrilos (Madrid, VozEd Editorial, 2013) y Rojo semidesierto (Estado de México, FOEM, 2013), obra galardonada con el Certamen Internacional Sor Juan Inés de la Cruz. En 2014 fue reconocido con el Premio Juan Rulfo para Primera Novela, convocado por el Instituto Nacional de Bellas Artes. Actualmente vive en Tijuana y escribe su segunda novela y para su página web: www.bunker84.com.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Las manzanas envenenadas


El nuevo número de La gualdra, que es el 173, lo han vuelto a dedicar a los normalistas desaparecidos. Mi grano de arena es este texto, que habla sobre las manzanas envenenadas que usa el presidente de México cada que da un discurso o rueda de prensa.  


Una de las grandes enseñanzas que nos dejaron los griegos sobre la teoría de la comunicación es el andamiaje del discurso, como una herramienta propicia para persuadir, acaparar y convencer a un auditorio. El discurso ha sido desde hace siglos y décadas el instrumento más utilizado por los demagogos, pedagogos y políticos para acercarse y arengar a su público, para convencerlo de que todo lo que sale de su boca es una verdad absoluta, cargada de empatía y bondad, pero sobre todo inteligencia. Los discursos siempre han sido la voz del convencimiento que une grupos ante adversidades (Martin Luther King), que dan esperanza ante la afanosa muerte (Steve Jobs) y que despiertan consciencias aunque nuestro sistema de creencias se esté derrumbando (Salvador Allende y Luis Donaldo Colosio).
Los discursos de Enrique Peña Nieto destacan hoy en día porque caen en errores farragosos, ya sea porque confunde capitales con estados, apellidos con nombres, olvida títulos de libros; porque sufre de una memoria empobrecida o carece de la cultura general que un encargado del poder ejecutivo de la República Mexicana debe tener para representar una nación. El historial de sus errores nos ha repetido un sinfín de ocasiones que no nos representa un presidente a la altura de los conflictos del país.
Pero no es de la dislexia o mala memoria del presidente de lo que quiero escribir.

Escribo porque el pasado 30 de octubre, entre clases y otras tareas, pude escuchar en partes la entrevista que los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa dieron a una cadena de noticias, día después que estuvieron reunidos durante 5 horas con Enrique Peña Nieto y su equipo de trabajo. En el inicio la periodista decidió poner, antes de las impresiones de los familiares, el discurso que dio Peña Nieto luego de haber escuchado el dolor de los padres a los medios de comunicación. Su voz estaba salpicada por esa retórica mecánica, donde reinan las palabras pacto, petición, promesa, apoyo, responsabilidad, tarea, coordinación, justicia, impunidad. Y su mensaje, en suma, era muy claro: estoy trabajando para encontrar a los desaparecidos y me comprometo con los agraviados a hacer justicia, tope hasta donde tope la investigación.
Sin embargo, es una muestra más de la demagogia trillada, repetitiva y hasta aprendida de memoria que suelen usar los poderes que representan a los mexicanos: las palabras han dejado de significar lo que de verdad significan. Ahora justicia en México significa ayuda tardía, impunidad. Ahora compromiso en México significa te ignoro, no me importa tu dolor. Ahora militares, policías y federales significan crimen organizado. Senadores, diputados, alcaldes y regidores significan evasión de impuestos e impunidad. Oportunidades de empleo, narcotráfico. Estudiantes, guerrilleros, narcos y sicarios. Derechos humanos, violaciones, prostitución y fosas clandestinas. Ahora dolor en México significa más de 40 mil muertes y desaparecidos no sólo en este sexenio, sino desde el calderonato. Un crimen de estado que los medios de comunicación han disfrazado, también, con otras palabras: daños colaterales; tejido social corrompido.
Si desde niños nos enseñaron que debemos respetar el lenguaje, aprender el verdadero valor de las palabras, porque la palabra, esas piezas que suelen armar los discursos, es lo que hace valer a los hombres, ¿cómo debemos asimilar, entonces, el vocabulario que usan los poderes que deben resguardar nuestra seguridad en México? ¿Cómo comprender las palabras de Enrique Peña Nieto? ¿Tenemos que aprender su código y comunicarnos como ellos?

Las palabras de los familiares de los 43 desaparecidos, en cambio, nos han dejado algo en claro: los discursos políticos ya no persuaden, ya no remueven conciencias, ya no plantean verdaderas soluciones, ya no ganan la empatía de los auditorios, ya no insuflan emociones, ya no iluminan la esperanza. Los discursos políticos mexicanos son kilos de manzanas envenenadas: digo que te estoy ayudando, pero en verdad te estoy jodiendo. Y si me contradices, te mandamos a la fosa. 

Para seguir leyendo más textos de este número dar clic aquí.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Premio Juan Rulfo para Primera Novela, INBA



El primero de noviembre recibí el Premio Juan Rulfo para Primera Novela, convocado por los institutos culturales de Puebla y Tlaxcala, y el Instituto Nacional de Bellas Artes, en el Museo de Arte. A continuación reproduzco el boletín oficial de mi página que se mandó a medios, y el texto que leí luego de recibir el reconocimiento. 



No es la primera vez que Tlaxcala y Juan Rulfo coinciden en mi vida. Cuando viví en España y escribía mi primera novela, me entraron las ganas de ambientarla en esta ciudad, aunque de ella conociera sólo lo que mi informante me ofrecía y el Internet. Se trataba de una novela sobre un sobreviviente del crimen organizado que le confesaba sus fechorías y traiciones a la patria a un escritor desde Chiautempan. La novela la dejé inconclusa porque el informante desapareció y no me sentí con ánimos de darle voz a alguien que había desgraciado la vida a otras personas. La literatura, al menos la que busco hacer, no se rinde al homenaje fácil de los sicarios ni arrepentidos, sino al verdadero dolor que iguala a las víctimas y a los verdugos, para dilucidar el camino de los que perdieron el rumbo y no regresaron a casa, de los que prometieron volver y no se les ha visto más; para así honrarlos con la palabra, con el recuerdo.

Juan Rulfo coincidió en mi vida de adolescente, cuando empecé a leer con fruición y cuando empecé a escribir de manera profesional, es decir, a ganarme la vida con la escritura. Entonces la obra de Rulfo era, es, el mejor manual para entender el lenguaje, las tradiciones y hasta el imaginario de México y sus creencias. Leer a Rulfo es leer a México. Su obra no es más que la repetición constante de un país que sangra, que nos duele, que se hunde en fosas y podredumbre, pero también la esperanza de un cielo claro que cobija la tierra roja y el maíz y la hierba. Por eso en 2013, cuando mi esposa mandó mi libro "Rojo semidesierto" a medir fuerzas al Certamen Internacional Sor Juan Inés de la Cruz, no dudó en firmar las carpetas con el seudónimo Julio Páramo Revueltas. Ella es mi pareja y representante: no sólo conoce mi vida, sino a las obras que admiro, que sigo, que me han formado como escritor y ser humano.

Hoy vengo a Tlaxcala porque me dijeron que gané el premio Juan Rulfo, porque me dijeron que mi libro "Nunca más su nombre" gustó a los jurados y a los organizadores de este certamen.

Hoy vengo a Tlaxcala a decirles que estoy muy agradecido y que desde esta tarde en adelante, mi literatura tendrá muy presente esta ciudad hecha de maíz y miel, hecha de todo aquello que me gustaría reunir en mis libros.
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