Llegué a los libros de
Isadora Montelongo (Monterrey, 1988) gracias a Alí Rendón, que me recomendó
leerla hace un par de meses (La gualdra,
143). Tras platicar intermitentemente con ella en Facebook y convenir que me
mandara su más reciente novela Las chicas
sólo quieren plástico (Plaza y Janés, 2012),
descubrí a una narradora que explora con humor algunas veces ácido, otras
tantas tierno, el tema del sexo y la forma en que lo comprenden y realizan un
grupo de amigas de clase media alta, en una ciudad que bien podría ser Nuevo León.
Si alguna vez pensamos
que no existe historia más cruel que la de la mujer que no suelta prenda, por
más enamorada, solícita y cariñosa que sea, como en “La mujer que no”, de Jorge
Ibargüengoitia, en Las chicas sólo quieren
plástico Isadora gira la tuerca del deseo carnal y, con una prosa
accesible, lo traslada a la experiencia femenina para hacernos reflexionar: si
el amor es una invención de la sociedad para vivir en armonía, ¿por qué no ver
al sexo, en todas sus manifestaciones, como el vehículo más apto para encontrarnos
continuamente con el otro?
Pues Las
chicas... conocen mucho mejor que los hombres los
placeres carnales, la amistad y las bondades de las casas donde se arrenda el
buen sexo por dinero. Y ante ello están dispuestas, con todo y dildos comprados
por eBay, a desvirgar a aquellos que aspiran a tener relaciones sexuales sólo
después del matrimonio.
Isadora Montelongo.- Jamás he tenido una brújula para poder
posicionarme en el Norte o en determinado territorio, sin embargo, lo norteño
sé que lo llevo en la palabra. Empecé en esto de las letrillas como una niña lectora
muy curiosa de las revistas de historias gráficas. Recuerdo mucho la revista Duda: lo Increíble es la Verdad de la
editorial Posada, esa revista tenía historias de ciencia ficción que
encarrilaron mi imaginación, la capacidad de invención y la creatividad
infantil, haciendo que escribiera los primeros charquitos de letras.
Luego en la
adolescencia tuve otro estallido de escritura, la inconformidad me persiguió por
mucho tiempo, al igual que en los primeros inicios de la primera etapa de la
adultez, donde supongo me encuentro curiosa, inconforme, pero tranquila sin
ninguna prisa, escribiendo un poco más o borrando un poco menos (o al revés),
acompañándome también de otros y otras colegas en talleres, en charlas, en
libros, en la camaradería que me conduce a saber que el Norte empieza a pintar
clarito las fronteras con su ejército de letras, tal vez unos desde el
lenguaje, otros desde la anécdota, otros más desde el género, pero todos desde
el acto de la escritura. Porque escribir aquí en el Norte o allá en el Sur o en
el Centro o del otro lado del Atlántico, es rifarse todo para que lo escrito
sea leído por alguien más, mucho más generoso que uno.
JF.- Detrás de toda novela hay una
historia. ¿Cómo se creó Las chicas...?, ¿cuánto tiempo tardaste en escribirla? ¿Cómo nace
este pasaje que las dimensiona por entero: “esas éramos nosotras… las chicas
plástico, las nuevas mujeres, las que alimentan a una cuantía de gatos en sus
departamentos, mientras compran dildos por eBay, chicas que desean tener una
familia o esposos acomedidos o hijos bien portados?
IM.- Las chicas sólo quieren plástico
nace por una oportunidad de colocar una novela digerible para un público de
digestión rápida y voraz. Una novela de pedido que se convierte en una novela
que pide carne, esa carne que muestra a un determinado tipo de mujer quien vive
feroz, atraída por lo inmediato, por el instinto y que abre un nuevo panorama
para mí como autora. Porque en primer lugar, sufrí al escribir esta novela,
sufrí porque al escribir uno se mete en lo humano, en los personajes que
parecen una forma irrecuperable de lo falaz; y sin embargo muestran su lado más
contradictorio y común. Las chicas es
una novela que jamás pensé escribir por las razones secundarias que la rodearon
como: el corto tiempo que tenía para escribirla (por el contrato con la
editorial), los borradores y borradores que por autoexigencia reescribí y
reescribí, como el último que no fue el que salió publicado, etc. Las chicas... lo que
menos tiene de plástico es el proceso de escritura que se vuelve oro (que nos
hace aprender mucho) y que los autores remembramos con cada proceso de cada uno
de nuestros textos.
JF.- El sexo es el tema medular de tu
novela. El discurso de Ayelén, la protagonista, y el de sus amigas, está urdido
por un anhelo carnal latente. Ven el sexo como el placer inmediato, dominio y
hasta sabotaje. Algunas entregan su cuerpo a cambio de bondades económicas, otras de forma pasajera por temor a enamorarse, otras porque es la mejor forma
de sentirse parte de algo, otras por competencia y deporte. En el fondo de este
deseo carnal, sin embargo, se asoma un anhelo elemental: se entregan con la
carne y los fluidos porque en realidad desean formar una pareja, un
matrimonio, una familia. ¿Somos una generación que oculta sus ganas
de compromiso debajo de una máscara hambrienta de carne por temor a que la
rechacen?
IM.- Alguna vez hablando con un amigo, comentamos que existe mucha diversidad
en cuanto a la unión amorosa o a la elección de pareja o no permanecer soltero.
El acto sexual, creo que cada quien lo vive según sus patologías. Si la
sociedad comienza a desarrollar diferentes tipos de sociedades amorosas o
políticas amorosas, es porque tiene algo, pero no sabría definirlo como un
miedo, porque el miedo o temor al rechazo es algo que no creo que se pueda
desarrollar a niveles mundiales, más bien diría que las formas de actuar
globalizadas de pareja, han ido permitiendo una pluralidad amorosa, un
intercambio de pareja, una libertad que no supone límites para con lo
establecido.
JF.- En pláticas anteriores, he
notado que eres una de las escritoras con una sólida formación académica.
Detrás de la narradora hay una teórica literaria. Sin embargo, en tu
novela te sacudes ese conocimiento y nos entregas un discurso ligero, no
elitista, apto para dar a todo tipo de lectores. Pareciera que Las chicas... se escribieron pensando en todo público. ¿Desde un principio se pensó
así la novela o conforme se fue escribiendo optaste por este tipo de discurso?
IM.- Sí, la novela tenía que entrar en estándares más ligeros, rápidos y
sexuales. Pero obviamente, la última lectura la tienen los lectores de quienes
fui aprendiendo que la teoría literaria no hace novelas, las estudia.
JF.- Cambiemos de dinámica. Nombraré
una serie de palabras y tú me respondes sucintamente lo que te provoquen.
México: Tinieblas
Literatura: Verdor
Monterrey: Mi territorio
Novela: Lo que espera y da
Hombres: Muchos
Mujeres: Todas
Sexo: Vida
JF.- Las chicas... fue publicada por Plaza y Janés. Eres
de las pocas escritoras de esta generación fichada, por decirlo de algún modo,
por una editorial comercial. Me gustaría que nos contaras ¿cómo ha sido tu experiencia
publicando con ellos?, ¿tú mandaste tu novela y te la publicaron?, ¿ellos te la
pidieron y la publicaste por encargo? ¿Existen más posibilidades para
los escritores jóvenes de publicar en este tipo de editoriales?
IM.- Creo que siempre hay posibilidades para los jóvenes, siempre y cuando
envíen su escrito. La experiencia fue para mí muy atractiva, aprendí mucho y
volvería a repetir en editorial comercial o en independiente, siempre y cuando
la capacidad temeraria la tenga y vuelva a enfilarme a la lista de textos
enviados para dictamen. Lo haré siempre que termine una obra que está madura y
me convenza y nunca más cuando tenga una novela de pedido con pocos meses para
escribirla y darle entrega. Aunque como aventura, escribir así, siempre es
recordado.
JF.- Ante el avance de la literatura y
sus formas de diseminarla en la Web 2.0, ¿has considerado publicar alguna vez,
un e-book? ¿Crees que ahora la
literatura se esté leyendo más en soporte digitales o se sigue leyendo en
soporte físico?
IM.- Lo audiovisual, por ejemplo es mejor recibido por los individuos en
general, los otros, los lectores. Así
que lo intentaría, porque precisamente lo digital abre paso a lo audiovisual y
es la forma en que la escritura se leería, acercando a más lectores a su
cobijo. Siendo acompañados y acompañando
a las nuevas generaciones digitales, deseando que la lectura de libros impresos
no se vuelva una actividad marginal, sino una revolución digital.
JF.- Te leo y me pregunto si conoces
y lees a los de tu generación o prefieres a los clásicos, aquellas voces que
perduran y nos llegan como ecos a nuestro presente.
IM.- Ambos, los clásicos por ser espiritualmente vivos, por trascender en el
tiempo, por comernos a los lectores y obviamente nuestros colegas porque vamos
siendo creadores por escribir y por leernos los unos a los otros. Recordemos
que el lector también se vuelve creador cuando lee y al leer a las generaciones
presentes, la escritura y lectura se recrea.
JF. ¿Qué historias crees que deban
escribir los narradores nacidos durante la década del ochenta?
IM Historias que hierven el presente, el acontecimiento futuro, pasado, las
inolvidables, las incontables, pero más que esas historias que deben ser
contadas, las que tienen el reto de dominar
la lengua, esa que nos hace pensar mejor, para así posiblemente evitar un
empobrecimiento de la cultura, del pensamiento, de la sociedad, de lo humano.
JF.- ¿En qué proyecto trabajas
actualmente, otra novela, un libro de cuentos?, ¿podrías contarnos los
pormenores de su trama?
IM.- Actualmente
trato de defender mi tiempo de escritura y lectura. La vida laboral que me deja
pocos momentos para escribir, me ha llevado a atesorar mucho el acto de
escritura y trabajo lenta, algunas veces, en ensayos sobre la educación en
México, otras veces, en dos novelas tan diferentes desde sus alientos hasta sus
temas, por un lado la ausencia de los seres queridos (fallecidos) tras la ola
de violencia en México y por otro lado sobre el manga. El proyecto de
distribuir el tiempo escribiendo es mi mayor proyecto actualmente. Letra a
letra. Lucha a lucha.
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