viernes, 24 de marzo de 2006

.exiliado.


Fui exiliado. Sí, sucedió hace dos años, en un salón de clase de la unidad académica de letras. Mientras cursaba la materia análisis e interpretación de textos literarios. Ese día leímos con fervor los poemas de Xavier Villarrutia, los nocturnos. Los analizamos, los releímos y según la maestra (una darketa resentida, fanatica de los vampiros, que nunca tuvo novio y que todo lo relaciona con la oscuridad) nos aseguró que varías de nuestras interpretaciones demostraban que Villarrutia era gay y por eso renovó la poesía en México. “Lo gay es su parte oscura”, dijo como si fuera un personaje de La guerra de las galaxias. Después, para descubrir el titánico talento que sus alumnos sudaban como maratonistas, nos dio diez minutos para escribir lo que nos diera la gana siempre y cuando fuera literatura. "Yo sé", dijo, "que sacarán su parte oscura. Vamos, vamos", agregó, "saquen todos la parte oscura que llevan dentro". Y todos hicieron odas a los nocturnos, otros ligeros articulillos sobre el lenguaje. Otros cuentos lineales sobre la noche, prostitutas chupa sangre, y yo, fiel aficionado al Oso Gomi, iluso poetizo que quería renovar la literatura de un chaquetazo, me pregunté: ¿Si hay nocturnos, por qué no hacer mañaneros?, y escribí el poema que leerán a continuación. El enojo de la maestra y la irá de mis compañeros me exigieron que abandonara la clase y no volviera hasta la próxima semana, completamente decidido a entregarme, sin reflexión, a las manos del lado oscuro

Mañanero al Oso Gomi

que se escuche mi voz
mi llanto
chin chin el teporocho
chocho chocho del amanecer
luciérnaga muerta de la habitación
ave que suena en una cumbia cubana
rumba zumba del sol del suelo

parecido al primo malparido
del pene suprimido
morado y rasurado
familiar del gallipavo

popochas dijo poninas a Winnie pooh
creces para los reces y besos para
los presos de Almoloyita

luna luna luneta
si me das un beso te compro
una camioneta

leo, me veo y me asusto
estoy bien feo
el Oso Gomi ha muerto
lo dijo Pepe el Toro
su cuerpo fue enterrado en el desierto
junto al mío
donde un grupo de camellos mió

lágrimas de Tigger
inundaron la ciudad
los fans están tristes
el staff sin empleo
las mujeres y Fox y
Narizmendi siguen sin comer

a esta hora tan bruja
tan coja, muerta y descerebrada
en la que ha caído el comandante
a plena mañana
Dante y navegante
de la lancha sin muchacha rebosante
y emigrante
siempre sin olvidarlo en la tele
Oso Gomi

chico honesto
atractivo efusivo
y cabal
amigo del Ese Oso se Hace Así
vato loco
pomposo brumoso de las polainas
rompope adulterado
flatulencia ácida
llanto a la Chabuca Granda
Paquita la del Bar
y el príncipe de la canción
siempre tuyos
se despiden
compungidos
viendo una mañana
que nunca más existirá
tus cojInes

martes, 14 de marzo de 2006


.Santiago Rocangliolo/el león censurado.

Hace un rato, mientras revisaba mi correo, abrí el blog del escritor peruano Santiago Rocagliolo, puesto que los ojos de todo el público están en él después de haber ganado el premio Alfaguara de novela con Abril rojo. Decidí leer lo que contenía su blog y descubrí ni más ni menos que un leve articulillo titulado “La censura de los niños”. Es un texto ágil, conmovedor y reflexivo que habla sobre un cuento para niños de Rocagliolo que fue censurado. Nunca pensé que fuera en cierta medida nocivo para la imaginación de los niños escribir: "el león llevaba falda roja y zapatos de tacón". Gracias a este artículo me doy cuenta que hasta los más premiados, o escritores que comienzan ha alcanzar prestigio, no escapan de este terrible castigo llamado censura, que día a día se ha convertido en un vicio. Posteo el artículo para que lo lean:



La censura de los niños
Me han censurado. Y lo peor de todo, me han censurado un cuento infantil.
Lo ha hecho una editorial de algún país que no mencionaré, porque soy un cobarde y sigo trabajando para ellos a veces y, en general, guardo un gran respeto por toda la gente que me da dinero. Pero quiero denunciar los hechos y elevar mi protesta.
El objeto de censura fue un león. Para ser precisos, un león gay. Bueno, no era gay. Es sólo que, como rimaba, puse que el león “llevaba falda roja y zapatos de tacón”. Era gracioso un león con tacones. Y rimaba. Pero los editores sugirieron que la dudosa identidad sexual de ese felino podía romper la armonía familiar. Ellos imaginaban la pregunta fatídica del niño lector:
-Papá ¿Por qué lleva falda el león?
El papá podía responder:
-Porque se ha equivocado.
O también:
-Porque es un cuento.
O, a fin de cuentas:
-Porque es homosexual.
Pero según los editores, el papá tendría una reacción como:
-Eh… bueno… verás… los pajaritos y las abejitas se reúnen… pero nunca las abejitas con los abejorros ni los pajaritos con las pájaras… o sea…
Y luego llamaría a la editorial a protestar, y luego los denunciaría por corrupción de menores. No quiero ni imaginar cómo se educarán los pobres hijos de esos editores.
Pero lo cierto es que esos editores no son los únicos. Muchos editores infantiles de EE.UU. se quejan de que deben traducir hasta las ilustraciones de sus libros, porque no pueden poner una botella ni un cigarrillo ni una falda demasiado alta. En los países de habla hispana suelen ser menos mojigatos, pero es obligatorio que el cuento esté lleno de mensajes positivos y ñoños con personajes que no levantan la voz y situaciones pacíficas que en ningún caso puedan inspirar al niño a hacer cosas tan graves como pensar.
Será que estoy viejo. Yo me eduqué con Caperucita Roja, donde un lobo se comía a una señora y luego le abrían el estómago a hachazos para sacarla. Y con Blanca Nieves, que dormía con siete enanos pervertidos. Y con miles de princesas que huían de sus padres, dragones especializados en acoso sexual y brujas que arrojaban a niños en calderos humeantes. Y no soy un psicópata. Al menos, no por eso.
Pero me temo que los editores no son los únicos culpables: nuestra sociedad está equipada con una manada de psicólogos, educadores, jueces y profesionales dedicados a que los niños no vean nada del mundo real y crezcan en un mundo color de rosa en el que a los niños los trae de París una cigüeña heterosexual.
Lo curioso es que los niños son cada vez más despabilados, y a menudo saben todo lo que hay que saber de la vida y mucho mejor que los padres. Me pregunto si esos cuentos no son en realidad para ellos, para los padres, como un tranquilizante para que sientan que el mundo es color de rosa y que sus hijos no están expuestos a la realidad. Imagino que los padres se leen esos cuentos mutuamente en la cama, por las noches, mientras el niño asiste a las orgías del colegio.

viernes, 10 de marzo de 2006

He leído los pocos o muchos comentarios que mis compas y apacibles lectores se dieron el tiempo de escribir para su bUNKER. Les doy las gracias a todos, sobre todo a los que no tengo el placer de conocer y dieron con mi blog con ayuda de las recomendaciones del Maldonado y el Pire, amén. Le agradezco, sobre todo, a Elena Alcira, que conocí por este medio y me mandó un artículo sobre Amparo Dávila publicado en La jornada hace un rato. Mil gracias también por dedicarme su texto sobre "La censura". Desde el nacimiento de este blog mostré mi admiración por la escritora de Pinos, Zacatecas y lo seguiré demostrando. Por tal razón les comparto la dirección donde se publicó el artículo "Amparo Dávila: una maestra del cuento" para que le echen un oklayo. Quiero mencionar lo sugestivo que se me hizo que ese artículo no se publicara con firma. Qué loco! La crítica nacional, y sobre todo la zacatecana se ha olvidado (en cierta medida) de la obra de esta escritora y los que escriben sobre ella no revelan su identidad. ¿Qué maraña estará detrás de todo eso? ¿Qué razones obligaron al autor del texto a no firmarlo? ¿Lo habrán amenazado de muerte si se atrevía a publicarlo, por eso no dio sus datos? ¿Acaso se trata de un contubernio para que no leamos la obra de Amparo Dávila y lo que se habla sobre ella? ¿Extrañas energías negativas cuidan de la obra de la bella escritora de Pinos? No daré más conjeturas ociosas. Entiendo que para ustedes me he visto patético con las que he formulado. Mejor lean el texto que les recomiendo y si les apetece lean también lo que voy a relatar a continuación:

.Amparo Dávila en la memoria ajena.




Todos suponíamos, como lo afirmó Cristina Rivera Garza en una entrevista en Punto G., que Amparo Dávila estaba muerta:

Entrevistador: ¿Quién es Amparo Dávila?
C.R.G.: Es una escritora que ha sido descuidada (por los lectores), de la cual se sabe muy poco; de hecho muchas personas creen que está muerta. Yo me acabo de enterar que está viva, pero no la conozco.

Cuando leí la entrevista me encontraba inmerso en mi libro de cuentos que manejaba el género fantástico. Consideré importante conocer la obra de Dávila para estar informado sobre qué tipo de estilo fantástico manejaba en sus cuatro volumenes de cuentos: Música concreta, Tiempo destrozado, Muerte en el bosque y Árboles petrificados. Busqué su obra en todo lugar: librerías, Internet, bibliotecas públicas y hablé al Fondo de Cultura Económica. Agotada. En la Biblioteca Central encontré un relativo alivio. Los cuatro títulos figuraban ordenados alfabéticamente en los catálogos, pero al buscarlos en el estante descubrí que un desfachatado ladrón (que no era yo) había privado a otros lectores de conocer aquella obra.
Minutos antes de que cerraran Biblioteca Central di con Música concreta. Un ejemplar maltratado por el tiempo. Mostraba en su portada un sapo atravesado por unas tijeras. Como no llevaba la credencial que me acreditaba como estudiante no conseguí el préstamo. Calmé mis ansias. Por esas fechas le estaba ayudando a trabajar su tesis al encargado de esa misma biblioteca. No era mala idea pedirle el libro. Por la noche recordé un artículo que habíamos publicado en la revista Finisterre (Num. 12, autor: Javier Báez). El texto habla sobre que la obra de Dávila reposa en el olvido o el recuerdo. Y el autor, en una lucha por ubicar su obra a un grupo generacional de escritores, señala que la fecha de nacimiento de Dávila es inexacta. Retomó la afirmación:

“La mayoría de los críticos señalan como fecha de nacimiento de Amparo Dávila el año de 1928. Sin embargo, Emanuel Carballo en Notas de un francotirador y José Luis Martínez Suárez en ‘La narrativa de Amparo Dávila’ sitúan este suceso en 1923”.

En realidad poco importa ese dato, como lo aclara más adelante Báez. Sin embargo, al día siguiente, en la Biblioteca Central, mientras le ayudaba a elaborar al encargado de ese sitio su tesis de maestría, iniciaron a una serie de sucesos perturbadores. Terminé mi labor de corrector de estilo wannabe. Mi cliente preguntó cuánto quería de pago. Le pedí me prestara una temporada el libro Música concreta para leerlo con detenimiento. Respondió que sí, sin problema. Para animar mi interés sobre la obra de Dávila y lo que se decía de ella le mencioné el detalle de la inexacta fecha de nacimiento. En Pinos es muy dado a que sucedan detalles extraños y hasta terroríficos, respondió. Me regaló el libro como muestra de buena fe y comenzaron los sucesos perturbadores. Llegó a mi correo una carta sin firma que decía:

“Fui a Pinos a conseguir la verdadera acta de nacimiento de Amparo Dávila, algunos manuscritos y sus libros. Tengo la revelación del secreto en mis manos. No me conoces pero yo a ti sí. Si quieres conocer la verdad te espero afuera de Vips del centro mañana a las 22 horas. Llevaré una gabardina negra puesta. Te arrepentirás si faltas”

Cuando le comuniqué lo de la fecha inexacta al encargado de la biblioteca no había nadie escuchándonos. En realidad el lugar se encontraba cerrado y sólo los dos trabajábamos en su oficina. Entre el encargado de la biblioteca y yo sólo había amistad de trabajo. Era ilógico que ni uno de los desperdiciaría su tiempo en bromas de ese tipo.
Fui, como se me indicaba en el correo, a Vips. Encontré al informante. Era alto, rubio, de canas prominentes, cejas tupidas y tenía un acento cortado, peculiar. Llevaba debajo de la gabardina un sobre café que protegía el material que me mencionó y los libros de Dávila. Nos saludamos de manera seca. Pasamos a tomar asiento a una de las mesas del lugar. Frente a frente, le pregunté su nombre y me evadió. Me preguntó que para qué quería saber sobre el acta de nacimiento y para qué quería leer los libros de Amparo. Le hablé sobre mi libro de cuentos y mis ganas de conocer qué tipo de género fantástico manejaba la chica de Pinos. Me parecía importante rescatar el registro literario que ella había utilizado y configurarlo a nuestro tiempo. El hombre volvió a guardar silencio. Se acercó la mesara a pedir nuestra orden. Se dirigió a mí como si me encontrara sin compañía. Le respondí que en un momento más ordenaríamos. ¿Quién te dijo que estaba interesado en la obra de Dávila y lo de la acta de nacimiento?, le cuestioné. Eso no importa. No eres el indicado para tener esta información, es mucho para ti. Cuando alguien comienza a interesarse de manera equivocada por esta escritora lo espiaré hasta que se vuelva loco. No mostraré este mismo cuerpo, quizá otro en otro y otro cuerpo, pero nunca lo dejaré de espiar. La obra de Amparo Dávila sólo vivirá en la memoria ajena, no en la tuya, sentenció. Después se fue la luz en Vips por unos segundos. Cuando volvió el hombre ya no estaba.

La siguiente semana ya tenía leído Música concreta. Me pareció estupendo. Mostraba cosas que yo siempre pensé escribir pero por una u otra cosa (llamémoslo falta de visión narrativa y pericia) no lo logré. Regresó a mí el mal del sueño: sólo dormía cuatro horas al día. La pasaba reflexionando sobre el ambiente que se leía en los cuentos, las atmósferas, los personajes, sus traumas. Sobre a qué tipo de poética fantástica se configuraban. ¿A lo extraño? ¿Lo maravilloso? ¿Lo sobrenatural? ¿Lo hiperbólico? O algo más elegante: ¿lo gótico? ¿Qué factores influyeron para que Amparo escribiera de esa manera? ¿Cómo había sido su niñez? ¿Qué formación académica había tenido en su juventud? ¿Qué situaciones hicieron madurar su voz para que creara ese tipo de atmósferas en sus cuentos? ¿Por qué razones había decidido ser escritora? ¿Por qué motivos se fue de Pinos y vivió en DeFe y San Luis Potosí? ¿Por qué siempre aparecen mujeres en sus cuentos? Tengo que ir a Pinos, me dije, quizá allí encuentre respuestas.

Día siguiente. Me desperté casi por obligación, con un dolor de cabeza insoportable. Tenía programado ir a entrevistar a una mujer que estaba internada en el sanatorio de enfermos mentales, ubicado en la salida de la ciudad, a un lado del tribunal para menores. No quiero caer en el exceso de engreimiento al hacer referencias al proyecto de cuentos que trabaja por ese entonces, pero es necesario justificar la razón por la que iría al manicomio. Mi intención era indagar en problemas mentales, razón por la que estaba investigando casos de personas que sufrían de problemas patológicos. Era casi una obligación recaudar registros verídicos para nutrir el proyecto. No conocía a la chica que iba a entrevistar. El director del sanatorio me concedió tener acceso y diálogo con las internas con la condición de que él escogería a las pacientes al igual que los días de visita.

Llegué puntual. Primero había un reja grande. En el patio del manicomio estaba un jardín repleto de árboles viejos, deshojados y algunas bancas de madera. En medio del lugar había un pozo de cantera y arcilla, tapado con una lámina de metal, como los que se hayan en las haciendas. Llegué a la oficina del director: un hombre de traje, no muy viejo, hablaba con tono de voz golpeado. Cruzamos un pasillo de color azul claro. Un azul que mostraba serenidad para la cordura de los pacientes. Ese sanatorio parecía un jardín de niños. El hombre me habló de la condición de la mujer que entrevistaría: Tiene problemas de identidad y aún no han encontrado bien sus daños. ¿A qué se dedicaba antes de que fuera internada?, cuestioné. Estudiaba Letras, era una chica aparentemente normal. Leía demasiado. Según sus padres, llevaba buena relación con su novio, amigas, respondió el director. Entonces, ¿por qué razón está internada?, interrumpí. Los padres aseguran que el desequilibrio mental surgió cuando ella regresó de Pinos. Trabajó allá su tesis de licenciatura. Los padres descubrieron que ya no dormía bien, que languidecía, olvidaba las cosas continuamente, cualquier ruido le molestaba. Decidieron internarla porque llegó a destruir el suelo de su alcoba con un pico de acero, oía ratas que paseaban debajo de su cama. No la dejaban dormir. También notaron que su yerno (que tenía planeado obtener el matrimonio) ya no la visitaba. El novio le contó a los padres que había dejado de verla porque lo amenazó de muerte con un cuchillo en la mano si la seguía viendo y a regalarle animales muertos. El último episodio que desconcertó a los padres fue que la hija comenzó a guardar sapos destazados bajo su cama. Nunca supieron de dónde los sacaba. Puedo ver su diagnóstico, pregunté. Sólo esto, respondió el director enseñándome una hoja con el siguiente recuadro:

Nombre del paciente: Gris.
Desorden patológico: excesivo
Esquizofrenia: excesivo
Paranoia: alto
Neurosis obsesiva: alto
Obsesivo-compulsiva: alto

Antes de que el director me pasara con la paciente le pregunté si sabía de qué trataba la tesis de la interna. De una escritora de Pinos, respondió, los padres no saben el nombre. Conseguimos el trabajo para leerlo y ver si había algo que nos ayudara. ¿Qué hallaron?, lo interrumpí. El trabajo está en blanco. Nada.

El director me pidió fuera al patio donde paseaban los internos, ahí entrevistaría a la paciente, frente al pozo que vi cuando ingrese al lugar. Mi caminado delataba sorpresa, pero sobre todo turbación, cada paso que daba se convertía en miedo. Sabía que esta segunda coincidencia no desencadenaría en un final reconfortante. Esa segunda coincidencia me hizo sacar variadas conjeturas que alimentaban mi interés en conocer a la paciente y dar con los motivos que la hicieron perder la razón.

El día se notaba claro. No hacía nada de viento. Un clima cálido, animoso, rozaba mi rostros. El director me presentó a la enferma: era una chica de cuerpo espigado, de piel clara, ojos grandes, labios delgados y nariz pequeña. Era atractiva, su rostro me recordó al de las muñecas rusas. En este caso era una muñeca taciturna. No me saludó, llevaba su cabeza inclinada. El director la sentó en una banca, al lado mío. Le dijo: Gris, él es joven del que te hablé, quiere platicar un momento contigo, ¿lo puedes atender? Ya he dicho que no me llamó Gris, contradijo la chica con una voz que parecía no venir de su cuerpo, sino del limbo, un voz que provenía de un pecho que tenía apresado el mismo limbo. ¿Puedes atenderlo?, volvió a preguntar el hombre. El joven sólo quiere que platiques lo que más te gusta... Escribir, interrumpió la chica.

Prendí la grabadora de voz. Oprimí el Rec. El sol comenzaba a ocultarse. El director prometió regresar en medía hora. La chica dirigió sus ojos a los míos por primera vez. No aguanté su mirada y comencé a hacer las preguntas:

J.F.: ¿Sabes por qué estás aquí?
Paciente: Por qué todos quieren hacerme creer que me llamo Gris.
J.F.: ¿Cuál es tu verdadero nombre?
Paciente: Amparo Dávila.
J.F.: ¿Qué te gusta escribir, Amparo?
Paciente: Algo que nunca conocerás. Que está en la memoria de todos. Nunca estará en la tuya.
J.F.: ¿Por qué te gusta escribir?
Paciente: Porque puedo ser tú, u otra persona. Los demonios suelen jugar a liberarse. La realidad puede ser reparada con la imaginación. La imaginación debe ser exorcizada. Ya no existe la imaginación. Muere día a día.
J.F.: ¿Por qué nadie conoce lo que escribes?
Paciente: Los libros escapan de nosotros cuando los buscamos sin merecerlos. Ansia. Llegan a nuestras manos. Dóciles. Para mostrarnos sus secretos hasta que nuestro espíritu es vulnerable a ellos.
J.F.: ¿Qué debemos hacer para leer lo que escribes?
Paciente: Perder la cordura es la mejor manera de llegar a mí.

Se levantó de la banca y corrió al pozo. Pausé la grabadora para alcanzarla. Percibió que estaba a sus espaldas y dijo: Dentro del pozo siempre estará los que buscas. Dentro del pozo, bajo el agua, está lo que quieres escuchar. Lo que quieres ver. Sólo entra. Jaló la tapa de lámina como si fuera una liviana hoja de papel. La hizo a un lado y apuntó al fondo del agua. Entra, repitió. Todo estaba oscuro. Una luz se descubrió, parecía un pez dorado. Entra, volvió a decir. Mejor entra tú, le respondí. Ya lo hice, vivo ahí, el pez soy yo.

Le pedí al director ver a Gris la siguiente semana, el sábado. Escuché la entrevista un sin fin de veces. La escribí. Me parecieron escalofriantes las coincidencias y a lo que se refería la chica con lo del pozo. Preparé un artículo que hablaba sobre Música concreta y los episodios anteriores para mandarlo a Acento, el suplemento de cultura de Michoacán. Anexé la entrevista. Señalé lo misterioso que era el comportamiento de Gris y di algunas hipótesis sobre su por qué se hacía pasar por la escritora. Al artículo lo nombre: “Amparo Dávila en la imaginación de los enfermos”. Seguí durmiendo a deshoras. Tuve sueños incomprensibles y hasta lúgubres. Por ejemplo. Una pantera que duerme a mi lado y se da vueltas alrededor de mi cama rugiendo. Un excusado lleno de peces que pedían ser rescatados. A Gris a mi lado queriéndome enseñar lo que escribía y cuando lo hacía se convertía en la pantera. Soné que viajé a Pinos y ahí me encontraba con todas las respuestas a mis preguntas, con manuscritos y libros de Amparo Dávila. De regreso un vagabundo me asesinaba. Soñé que bebía agua del pozo y me convertía en piedra. Llegó a mi correo una carta escrita por el director de Acento, decía que no iban a publicar mi artículo, deban las gracias por mi colaboración y un cálido saludo.

Volví a automedicarme para tranquilizar los dolores de cabeza. Archivé el artículo. Volví al manicomio para entrevistar a Gris. El director me preguntó si me encontraba bien. Por mi cabello desordenado y mi ropa sucia se notaba que había olvidado mi higiene personal. Claro, estoy bien, respondí. Entrevistarás a Gris, sus padres no vinieron esta semana. No deja de preguntar por tu regreso, dijo el médico. Esperé a la paciente al lado del pozo. Esta vez llegó sola, se veía cambiada. El camisón blanco que vestía la hacía ver serena. Llevaba en sus manos el mismo sobre de color café que le vi al tipo de Vips. Me besó la mejilla. Ruborizado le pregunté: ¿Qué me vas a mostrar hoy? Ahora yo haré las preguntas, dijo Gris. Tomó aire, prosiguió: ¿Por qué mandaste ese artículo al periódico? ¿Piensas que estoy loca? ¿Querías que todos pensaran que estoy loca? Loca. Loca. Loca. Soy Amparo Dávila. ¿Tú no lo crees? Seguro tú también quieres ser Amparo Dávila. ¿Me envidias? No estoy loca, sentenció perdiendo los estribos. No, es mentira lo que dices, ¿quién te dijo lo del artículo?, la cuestioné. No contestó. Guiada por un arranque de rabia quitó la hoja del pozo y tiró el sobre café. Intenté detenerla, pensé que también quería arrojarse. Forcejeamos hasta que me hizo perder el equilibrio. Me aventó con una fuerza sorprendente. Caí al agua junto con los papeles que salieron del sobre. Revisé si no había una escalera para salir. No había. La luz se fue poco a poco. El radio de la boca del pozo se convirtió en una luna en cuarto menguante. Oscureció.

martes, 7 de marzo de 2006

.trivia Paul Auster.

Paul Auster. Después de releer la novela El palacio de la luna del norteamericano y cotorrear con mis compas la noticia de su nuevo libro: Brooklyn Folies, volví a caer en cuenta mientras lavaba la taza del baño: para ser un narrador tienes que tener una agilidad mental y paciencia para construir tramas. Leo a Auster y quiero ser como él, escribir como él. El arte de todo narrador consiste en saber urdir tramas. Auster es más que un artista en ese tema. Cada párrafo que entrelaza sus historias nos involucra con sus personajes, nos hace sentir sus personajes, percibir su miseria a flor de piel. Pero lo que es mejor. Para ser un buen narrador debes ser un sedentario, bien lo afirma Walter Benjamín en su ensayo: “Narrador”. No sólo debo estar lavando el baño, debo soltar el estropajo con el que quito las manchas y los hongos provocados por la humedad y salir del encierro. Un narrador no se hace con sólo etar viendo el escusado o lo que sucede alrededor de ese adorno para defecar. Auster ha vivido en un sin fin de lugares. Eso se delata en toda su obra. El intimismo en el que siempre penetra este novelista es desgarrador. Yo vengo de una familia divorciada y la ausencia paterna no me es ajena, siento el tópico que maneja Auster (la desintegración familiar) demasiado cerca, demasiado. Siento, perdóneme si les molesta, como si Auster hubiera escrito esas novelas para un lector como yo, un lector que necesitaba leer que no es la única víctima de las extrañas coincidencias que destrozan su vida.
Tournier renegaba de los lectores que intentan identificarse con los personajes de sus escritores favoritos y actuar, de vez en cuando, como ellos. Yo se lo reprocho, se lo reprocho y cuestiono. La literatura, para mí, los personajes creados por mis novelistas favoritos son, más que entrañables, casi parte mi vida, de mi espacio. Siempre he creído que la literatura va construyendo el futuro de quien lee y vive de eso, si mis actitudes me asemejen a personajes literarios, de ficción, o viceversa, es el motivo por el que sigo leyendo novelas como El palacio de la luna. ¿De qué serviría la literatura si no te conecta a una realidad inmediata, si no te hace crear conciencia de lo que está a tu alrededor, de lo que eres y la miseria que llevas por dentro, tu miseria, nuestra miseria colectiva?
Pero por esas razones no quise dedicarle espacio en el bUNKER a Auster. La razón es, más que una razón es casi un divertimento, compartir con ustedes mis gustos literarios y hacer una trivia que conllevará a dar premios, muchos premios y hacerle publicidad a uno de mis escritores favoritos y a la pirateria por Internet, sobre todo, para invitarlos a comprar Brooklyn Folies (y me lo presten).
El premio es el siguiente:
Un pequeño lote de libros en formato pdf. que contienen obras como: El palacio de la luna, El libro de las ilusiones y La noche del oráculo. Sólo se premiará a 3 participantes (los que manden a mi correo la respuesta más rápida, antes del viernes). El premio será enviado al correo del ganador como archivo adjunto a más tardar el lunes próximo. El jurado estará compuesto por lectores prestigiados. No se admiten reclamos después de haber finalizado la trivia ni se creará una antología con las respuestas más sobresalientes.


La trivia es ésta:
Estimados y estimadas, todos sabemos o hemos leído, que en El palacio de la luna existe la historia de una chica bastante guapa que le salva la vida a Marco Stanley Fogg, el personaje principal de la novela y por ella se dan constantes cambios en la intensidad de la historia que narra Auster. Esa chica, daré un dato más para aligerar la trivia, es casi el alma gemela de Fogg, es bailarina y por culpa de un aborto llegan a su separación, su nombre termina con “u” y siempre viste con pantalones vaqueros y playera oscura.

Opciones de respuesta:

a): Maria la del barrio

b): Rosa Salvaje

c): Kitti Wu
.esta trivia se cierra el viernes por la noche.
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