jueves, 20 de febrero de 2014

Antes que ser escritores, debemos ser lectores [entrevista a Maurio Moncada]

Conocí a Mauricio Moncada hace un poco más de diez años en un taller de narrativa. Éramos jóvenes. Leíamos mucho. Queríamos ser escritores. Con el tiempo él se mudó a otro taller y nos llegaban noticias suyas, como textos publicados en revistas regionales y la publicación de algún poemario. Pronto supimos que abrió un taller de escritura creativa en un café de Zacatecas, que aspirantes a escritores se integraron a él y que trabajaba, incluso, en el área de criminología en Seguridad Pública. A finales de 2013, sin embargo, la aparición de su libro de cuentos Pasos (azar y destino), publicado por Pictographia Editorial, volvió a emparejar nuestras vidas. 
Pasos (azar y destino) es un libro virtuoso, escrito por un narrador que interroga sus propios artificios, el qué y cómo se narra, el canon, lo que la teoría clásica del cuento nos enseña. Mauricio es un escritor que empieza a construir cimientos de madures en el oficio y que su prioridad con el género cuento no es fabular, sino deconstruir la fábula, fusionar los elementos del ensayo y los artificios de la ficción, para convertir lo fantástico en el correlato de la realidad. 
Narrador de conceptos como la belleza y realidad, vertidos en la ficción, Moncada nos recuerda que en la literatura, como en la vida, "ninguna  idea o acto puede ser el primero, todo tiene que ser repetición". Lo único que hacemos con nuestra literatura es repetir incluso lo que ya otros tantos han escrito. Lo único que hacemos a la hora de leer, por tanto, es releer lo que ya otros leyeron mientras lo escribían. En Pasos (azar y destino) un par de tramas lo ejemplifican y otras veces se contraponen a ese proceso: la historia de un hombre que se pregunta ¿qué escribir?, si todo está escrito en la literatura, y lo que podría escribir no será más que los ecos hermanos de otros ecos que provienen de un lejano pasado, ese ruido de fondo que hace a la tradición literaria. Un narrador que decide cambiar los destinos de un asesino y su víctima, como si de reescribir un mito urbano se tratara. Un estudiante de estética, convertido ahora en profesor que se interna en una relación con una desconocida adoptando los nombres de dos protagonistas de la literatura clásica, Fausto y Margarita, para reflexionar sobre las preguntas que hacen esta disciplina y discurrir sobre las miradas y juicios que la definen, pero también para proponer que la realidad tiene más peso que la ficción. 
Mauricio Moncada radica desde hace veintiocho años en Zacatecas, donde se ha dedicado a la escritura y la docencia. Su preparación académica en torno a las letras y las artes se ha desarrollado en la Universidad Autónoma de Zacatecas [UAZ]. Sus textos han visto la luz en revistas de circulación regional y nacional. Cuenta con tres libros publicados: Sonata de muerte para piano [SPAUAZ], Galería deseo y Matar al otro [Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde]. En esta entrevista, realizada a través de Facebook, Mauricio nos habla sobre cómo nació y cuánto tardó en escribir Pasos (azar y destino), qué escritores solía leer mientras lo escribía, la función de los talleres literarios en Zacatecas, cómo concibe la literatura y su creación, en qué está trabajando ahora y nos invita a leer, desde una mirada crítica, su obra.

Joel Flores.- A finales del 2013 leí tu libro Pasos (azar y destino) y no pude sacarme de la cabeza las virtudes que lo urden. Una de ellas es la mezcla entre el conocimiento de la historia y teoría literaria –desde una mirada académica- con el dominio de los mecanismos de la ficción. La trama del primer cuento: un hombre que se pregunta qué escribir, si todo está escrito en la historia de la Literatura, es la aparente metáfora de lo que se leerá en los demás. ¿Crees que para crear literatura uno debe conocerse el canon o simplemente apelar sólo a la imaginación y la experiencia?

Mauricio Moncada León.- Debemos partir de una idea básica y fundamental: antes que ser escritores, debemos ser lectores; bajo este supuesto, cada lectura que se realiza se vuelve un referente personal. El acto de leer implica un movimiento más allá de seguir palabras, pues es necesario deleitarse con las historias, con el ritmo que impone la narración; con la melodía poética y sus imágenes sonoras y visuales; con las ideas expuestas y la argumentación; pero, ante todo, no debe ser una lectura estéril, es decir, debe mover ideas, y con ello quiero llegar al punto de afirmar que las lecturas que se hacen están relacionadas de distintas maneras. Considero importante leer las obras en su contexto, y para hacerlo se necesita conocerlo. Entonces, el canon o la ruptura se convierten en puntos de anclaje en el acto de escribir, aunque prefiero pensar en la continuidad, es decir, no hay un canon puro, tampoco una ruptura radical, sino una influencia y selección de motivos o temas que cada autor experimenta dentro de su obra. A esto debe sumarse la imaginación y la experiencia, como señalas en tu pregunta.

JFL.- Para muchos un libro de cuentos es la recolección de historias que se han escrito durante un tiempo de vida, un iniciar y finalizar historias distintas varias veces, que posiblemente nada tienen que ver entre sí. La novela, en cambio, se trabaja bajo el objetivo de escribir una historia amalgamada por muchas otras. Pero tu libro hay preocupaciones medulares que anillan los cuentos, sobre todo el tema y el estilo. ¿Cuánto tiempo te llevó escribirlo? ¿Lo pensabas así o fue transformándose conforme a la marcha?

MML.-  En un inicio, los cuentos surgieron de manera aislada, no pensé en un libro sino hasta que fueron más de cuatro cuentos en donde noté cierta cercanía en los temas, y a partir de ese momento busqué unidad en los que seguirían. El tiempo que me tomó reunir los cuentos que conforman el libro no sé precisarlo, quizá fueron siete años; la razón de esta imprecisión se debe a otra idea que, podría decir, me atormenta, relacionada con generar distancia con el texto personal, y creo que la única manera de hacerlo es dejarlos en el olvido por un tiempo, para cuando los encuentre y relea me resulten ajenos, y sólo entonces poder corregir, agregar o quitar sin el temor de sentir que mutilo. Si dijera que desde el inicio tuve claridad con el resultado que esperaba, que tuvieran los cuentos una continuidad o unidad, te mentiría, porque en un inicio no me sentí sujeto a la meta del libro; eso se fue dando paulatinamente, una cosa llevó a la otra: escribir un cuento, luego otro y así hasta encontrar similitudes que pudieran emparentarlos.

JF.- Veo a Stephan Mallarmé y su golpe de dados, incluso ciertos guiños a los juegos con la realidad de Salvador Elizondo, tras bambalinas en tus cuentos, pero me gustaría saber ¿qué escritores han influido en tu formación cómo escritor?, ¿qué voces estaban presentes cuando escribiste Pasos?

MML.- Ésta es una pregunta que siempre me ha resultado difícil responder, porque, como bien señalas, Mallarmé y Elizondo están presentes, pero no son los únicos. Creo que a toda escritura le respalda una infinidad de lecturas y vivencias, me refiero a que no tengo una conciencia de cuáles libros estaban de por medio o cuáles autores, no tenía en mente alguno en específico, tampoco pensé que quería hacer algo similar a tal o cual, simplemente aparecen porque se vuelven parte del escritor, como si un ejército de espíritus chocarreros se disputaran las ideas dentro de mi cabeza. Así que lo mismo podría decirte que estaba Klossowski o cualquier otro, pero siento que estaban todos (quizá no muchos) los autores que he leído. Quizá esta respuesta se deba a una situación simple, pues hay libros que me gustan mucho mientras los leo y termino de leer, pero de pronto llegan otros que también me gustan, y así sucesivamente.

JF.- A comparación con la poesía, ¿cómo definirías el género cuento, el que buscaste escribir en Pasos (azar y destino)?

MML.- No sabría cómo clasificar los cuentos de este libro, para mí son cuentos, sin más, porque no sabría decirte si son eróticos o policíacos o cualquier otro género. En lo personal, preferiría que los lectores, y como ya los has leído, también tú, dijeran esa parte. De lo contrario, podrían llegar a la lectura con el prejuicio o la expectativa de encontrar algo que quizá sólo yo pensé en el momento de definir sus características. Aparte, para mí no hay nada más grato que escuchar a las personas comentar y discutir sus puntos de vista en cuanto a lectura, y me sentiría afortunado que mi libro estuviera dentro de una conversación así.

JF.- Hace casi diez años te conocí en un taller literario, éramos jóvenes, más jóvenes que ahora y quizá nuestros primeros textos lo escribimos taller. ¿Qué opinión tienes sobre ellos? ¿En realidad ayudan a que los aspirantes a escritores encuentren oficio, una voz y lecturas?

MML.- Cierto, recuerdo que coincidimos en un taller, pero hace más de diez años; éramos jóvenes y teníamos la necesidad de leer y que nos leyeran, estábamos en la formación inicial de un autor, quiero decir que en ese momento estábamos convencidos de querer serlo. Casi puedo afirmar que por aquel entonces leíamos más que ahora pues estábamos ávidos de conocer voces, historias, formas. Creo que con esto puedo responder tu pregunta: los talleres más que ser formadores de escritores son espacios en donde se comparte el gusto por la lectura y escritura, y en donde todos pueden aprender de los demás (al igual que con los libros). De diez personas que asisten a un taller se aprende más que de un libro por la razón, en concreto, que son diez voces distintas, con diferentes gustos e ideologías, por lo tanto enriquecen con sus comentarios. No podría imaginar que un taller sea nocivo, salvo que no existiera esa pluralidad de voces, es decir, un taller en dónde todos escribieran de los mismo y de la misma manera. Es una situación necesaria, pero no obligatoria, que un aspirante a escritor, como aún me considero, asista a un taller por lo menos una vez en la vida, para enfrentar los textos a los lectores pero para escuchar la percepción de la escritura y el impacto que produce en los demás, y a partir de eso saber si es lo que uno busca y quiere.

JF.- Por otro lado, ¿sueles leer a escritores de tu generación, a los nacidos en la década de los ochenta?

MML.- Debo reconocer que no, o no con la conciencia de leer a los escritores de mi generación o de de mi región. Te decía hace un momento que en la juventud es cuando más lees, con avidez, con ganas de acabar con el mundo de libros en una sentada, pero cuando pasa el tiempo, cuando te vueloves viejo, comienzas a leer con calma, pausado, y te vuelves selectivo por necesidad, pues el trabajo, dar clases, entre otras cosas, ya no permite leer lo que sea; tienes que comenzar a buscar los textos específicos para fines específicos. Que me gustaría leer a mis compañeros de generación es un hecho, y siempre hay planes que se trazan, metas, proyectos, y uno de ellos, para mí, es leer la colección de libros en donde está editado mi libro, Poéticas contemporáneas.

JF.- ¿En qué proyecto estás trabajando ahora?, ¿es un libro de cuentos o novela?

MML.- Tengo una tesis de doctorado pendiente, que debo concluir a la brevedad. En cuanto a la creación, trabajo en un libro de poemas, casi concluido, y digo casi porque falta dejarlo reposar para después corregirlo. También tengo unos cuentos sueltos que aún no sé si lleguen a formar otro libro, y queda pendiente el proyecto de un libro de ensayos. Pero de todo esto, creo que no hay nada inmediato o como plan a corto plazo, me gustaría que tomara su tiempo justo, sin prisas.

JF.- Por último, ¿cuál es tu soundtrack de trabajo?, ¿qué música escuchabas mientras escribías Pasos (azar y destino)?


MML.- La música que escucho mientras escribo es muy variada, no tengo alguna en particular que llene mis oídos antes de ponerme a escribir. O lo diré de otro modo, la única manera que conozco para escribir, corregir o trabajar algún texto es con música, que lo mismo puede ser tango, blues, rock setentero, progresivo, metal, jazz, pero eso sí, que me permita aislar el mundo material del mundo escrito.

lunes, 10 de febrero de 2014

El relato también es la reescritura de la Historia [entrevista a Juan Gómez Bárcena]

Conocí a Juan Gómez Bárcena un verano del 2009 durante mi estancia en la Fundación Antonio Gala. Recuerdo que antes había tenido la fortuna –y escribo fortuna porque todo aquel que lee a Juan corre con esa suerte– de leer un relato suyo otrora llamado “Segunda vida” y publicado en uno de los catálogos de los residentes anteriores. Era la historia de un hombre que intenta reponerse del duelo provocado por la muerte de su hija, mientras su esposa se crea una segunda familia en ese siniestro juego llamado Second Life. El relato me cautivó como cautivan aquellas historias escritas con una voz narrativa convencida de que todo narrador –todo buen narrador– debe apostar desde las primeras líneas su total conocimiento del lenguaje y los artificios de la ficción, y en esa aventura de crear un mundo con apenas unas palabras, fraguar la complicidad íntima con su lector gracias a una historia que logre cambiarle su percepción del mundo, al menos mientras sumerge sus ojos en la historia.
La lectura de ese relato fue el inicio de nuestra amistad y con las charlas que sostuvimos en la calle Ambrosio de Morales bajo el cielo cobrizo de Córdoba descubrí las preocupaciones literarias de Gómez Bárcena, que muy pronto se verían cristalizadas en Los que duermen (Editorial Salto de Página, 2012), como una joya literaria gracias a la fusión de los géneros literarios como el cuento, el ensayo y otros antiquísimos como la bitácora o la fábula, para reescribir ciertos mitos que la literatura nos heredó, o bien, reflexionar desde otra mirada –la de la ucronía y el qué habría pasado si– hechos históricos como la Segunda Guerra Mundial, los alemanes y sus campos de concentración, así como historias coloniales, códices indescifrables o peregrinaciones nórdicas en busca de la purificación de los pecados.
Juan Gómez Bárcena nació en Santander en 1984. Ha residido en Córdoba, Budapest, México DF y Madrid. Aparte de Los que duermen, ha escrito los libros El héroe de Duranza (Ed. Ir Indo, 2002), Farmer Stop (Ed. Complutense 2010) y es  compilador de Bajo treinta, antología de la nueva narrativa española (Salto de página 2013). Entre los reconocimientos a su obra está el Premio José Hierro de Relato y Poesía del Ayuntamiento de Santander, El Premio Internacional CREAPE de cuento, el Ramón J. Sender de Narrativa y ha sido finalista del XII Premio Mario Vargas Llosa NH de libro de relatos, y las becas Fundación Antonio Gala, Fundación Caixa Galicia y FONCA para extranjeros. En esta entrevista, realizada a través de Facebook y correo electrónico nos cuenta sobre Los que duermen, su imaginario, la voz narrativa, las becas y los reconocimientos literarios, la literatura joven española y la novela que está por publicar. 


Joel Flores.- En México se lee en redes sociales sobre la gran acogida que ha tenido en España tu libro Los que duermen, pero poco sabemos de tus libros anteriores y tu historia inicial con la literatura y su creación. Me gustaría empezar la entrevista preguntándote ¿desde qué edad comenzaste a escribir y por qué? ¿Qué libros y personas influyeron?

Juan Gómez Bárcena.- Comencé a escribir desde muy niño, pero no lo sentí como una verdadera profesión hasta los diecisiete años, cuando obtuve un premio nacional en mi país (Premio Rúa Nova de Narrativa Joven) que me permitió publicar mi primera novela, “El héroe de Duranza”. En el nacimiento de esta vocación fueron fundamentales dos circunstancias. Por un lado, el apoyo de mi familia, y en especial de mi padre, que alentó mis primeros trabajos y fue durante años mi único lector. Por otro, el descubrimiento de autores como J.D. Salinger y Jorge Luis Borges, cuya influencia nunca se ha dejado de sentir en mi escritura.

JF.- En cuanto a imaginario, Los que duermen oscila entre los límites del universo intertextual creado por Borges, la idea de reescribir la Historia y los mitos gracias a la ucronía de Charles Renouvier y la idea del viaje como móvil de la trama al estilo Italo Calvino y sus Ciudades Invisibles. ¿Crees que en sus inicios un escritor deba emular otras voces narrativas para encontrar la suya o, por el contrario, proponer una voz propia, original y nada apegada a sus lecturas al momento de escribir? 

JGB.- Aunque el hallazgo de una voz original es una de las metas de todo escritor, creo que en ocasiones se sobrevalora su importancia. Basta echar un vistazo a la Historia de la Literatura para reconocer que las novedades como tales rara vez existen; que los mayores hallazgos generalmente nacen de una nueva forma de leer y de interpretar a los clásicos, es decir, de seguir nutriéndose de las lecturas y de las voces de otros. Creo que los autores que comienzan sus carreras no deberían obsesionarse con el descubrimiento de esa voz propia. Si algún día esa iluminación se produce, será seguramente a costa de haber imitado durante años la escritura y las ideas de los autores a los que admira. Incluso diría que no es tan importante encontrar una voz personal como descubrir una mirada propia, que sería la que en último término justificaría a qué autores queremos imitar y por qué.


JF.- Eres casi un orfebre a la hora de escribir: dedicas espacio y tiempo a cada palabra, cada oración y párrafo hasta que el lenguaje quede bien equilibrado y capture un todo con pocas palabras. Quisiera que nos hablaras sobre ¿cómo nació la idea de Los que duermen? ¿Cuánto tiempo te llevó escribirlo y en qué lugares lo hiciste?  

JBG.-“Los que duermen” es el resultado de un largo proceso de escritura, con largas pausas y estancamientos, que tuvo lugar entre 2005 y 2010. Al principio ni siquiera sabía que estaba escribiendo un libro de relatos: simplemente fui reuniendo en el cajón cuentos que parecían abordar temas diversos, pero que en último término resultaron compartir una mirada y una cosmovisión. Es por cierto un proyecto que probablemente nunca habría visto la luz de no ser por el apoyo y la confianza de dos instituciones: la Fundación Antonio Gala (Córdoba, España) que me becó durante el curso 2007 – 2008, y también el Programa de Residencias de artistas iberoamericanos del FONCA, gracias al cual residí en México en 2010. Fue precisamente en México DF donde escribí el último cuento de la colección.

JF.- ¿Cómo definirías el género cuento, aquel que buscaste escribir en Los que duermen?

JGB.- En mi país, los términos “relato” y “cuento” suelen funcionar como sinónimos. En cualquier caso, siempre me ha parecido que la palabra “relato” enfatiza un poco más el papel del texto como narración, su propósito de relatar una historia. En ese sentido, el concepto de relato parece avenirse mejor a las piezas que componen “Los que duermen”. Lo que la mayoría de mis textos ofrecen es en realidad una reescritura de fábulas y mitos clásicos: es decir, tienen el propósito de recurrir a ingredientes familiares, reconocibles por parte del lector, para disponerlos al servicio de un mensaje contemporáneo y un sentido nuevo. Tal vez el mejor ejemplo de esta poética podemos encontrarla en mi relato “El mercader de betunes”, donde lo que propongo es una reescritura del mito homérico de Aquiles, basado en una ucronía sugerente: qué habría pasado si Aquiles, consciente de su destino, hubiera renunciado a su duelo con Héctor para vivir la vida de un hombre corriente.

JF.- Se dice mucho, sobre todo en Norteamérica, que el primer libro de cuentos de un narrador es fundamental en su carrera como escritor; funge como un mazo de cartas que hacen entender a los editores y lectores qué tipo de historias, qué tipo de imaginario ofrecerá con los siguiente libros ¿Ves a Los que duermen como ese mazo de cartas que repartirás en un futuro con los libros por venir o la apuesta será completamente distinta?

JGB.- Estoy de acuerdo con esa visión de un primer libro como anticipo del imaginario que un autor desarrollará a lo largo de su vida. Al fin y al cabo, se escribe siempre sobre obsesiones, y es muy difícil que un autor renueve las suyas. Sin embargo, creo que aún es pronto para aventurar cuáles de los temas y los tratamientos que hago en el libro van a convertirse en ejes centrales de mi obra.

J.F.- Entre tu trayectoria está la residencia Fundación Antonio Gala, La Caixa y la beca para escritores extranjeros en México del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y una serie de premios literarios encomiables. Dime, ¿qué significan y cómo han influido las becas y los premios para un escritor como tú? ¿Qué pasa ahora que han recortado el presupuesto a la cultura en España, está afectando a los escritores?

JGB.- Como señalaba antes, las becas y premios han sido vitales en mi carrera como escritor en general, y en “Los que duermen” en particular. No sólo te dan un espaldarazo y la confianza que todo creador necesita: también te regalan tiempo, que es la principal materia prima que un escritor requiere para su trabajo. Gracias al apoyo de instituciones y ayuntamientos, he podido tener a mi disposición mucho tiempo para escribir, y convertir así mi pasión en mi trabajo.

JF.- En cuanto a encontrar editoriales que apuesten por la publicación de tu trabajo, ¿qué es más difícil en España: escribir un libro o que una editorial se interese en publicarlo? ¿Cómo ha sido tu experiencia con las editoriales? ¿Fue complicado llegar a Salto de Página? 

JGB.- Ambas cosas son muy difíciles, y para conseguirlas se necesitan además virtudes diferentes. En mi caso, encontrar un editor siempre me pareció un problema mucho mayor que concluir un libro. Desde muy pronto fui consciente de que para conseguir publicar no sólo era necesario un trabajo de calidad: también lograr una serie de contactos y apelar a una buena dosis de suerte. La última versión de “Los que duermen”, por ejemplo, necesitó esperar dos años en el cajón antes de ser publicada.

JF.- En tu prólogo en Bajo treinta, antología de la nueva narrativa española, que acabas de compilar para Salto de Página, escribes que un punto en contra de la difusión de la literatura joven es, aparte del mercado editorial menos interesado en los noveles, su apatía en leerse unos a los otros, en estar enterados de qué y cómo están escribiendo sus contemporáneos, pues creen más conveniente nutrirse de los clásicos que de los actuales. ¿Qué opinas de la nueva narrativa española? ¿Cómo la ves de salud y de futuro? ¿Qué autores nos recomiendas leer?

JGB.- Gracias a la antología “Bajo treinta” he adquirido un conocimiento bastante profundo de la joven narrativa española. Estoy muy satisfecho por su calidad pero por desgracia algo inquieto respecto a su futuro. No conozco bien el caso de México, pero en España durante los últimos años se ha producido una erosión de la confianza en la literatura nacional, así como un descrédito de la etiqueta de lo joven. Por no hablar de la crisis económica, que ha reducido dramáticamente el mercado editorial y la nómina de lectores. Sin embargo, aun en este marco tan precario se están perfilando algunos nombres y obras de mucho mérito, a las que con nuestra iniciativa “Bajo treinta” hemos procurado dar visibilidad.
En cuanto a las recomendaciones, resulta difícil y siempre injusto priorizar unos nombres sobre otros. Sí puedo señalar dos autores cuyo trabajo sigo con particular interés: Juan Soto Ivars (Águilas, 1985), autor de la novela “Siberia” (El Olivo Azul, 2012) y la joven Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988), que publicó la novela “De música ligera” en la extinta 451 Editores cuando contaba con sólo veintiún años. 

JF.- Por último, ¿en qué proyecto estás trabajando ahora?, ¿podrías adelantarnos los pormenores de su trama y cuándo saldrá publicado?

JGB.- Precisamente acabo de terminar el borrador de mi próxima novela. La obra está inspirada en un hecho real de la vida del poeta español Juan Ramón Jiménez, que en 1904 se enamoró por correspondencia de una admiradora peruana llamada Georgina Hübner. Sin embargo, lo más sorprendente de la anécdota es que esta musa, que por cierto inspiró alguno de sus mejores poemas –“Carta a Georgina Hübner, en el cielo de Lima”- no existía en realidad: era sólo un pretexto inventado por dos jóvenes admiradores al otro lado del Atlántico, que querían conseguir cartas y libros autografiados de su ídolo. La novela se publicará en la editorial Salto de Página esta primavera. Espero que al igual que mi libro de cuentos, pueda dar pronto el salto al Atlántico tanto en formato digital como en papel, y así vincularme de nuevo con mis lectores en México.


La entrevista también se puede leer en La Gualdra.
"Los que duermen" también puede conseguirse en e-book.

martes, 4 de febrero de 2014

Postular a la Fundación Antonio Gala [consejos útiles]




Durante los cursos de literatura que he impartido a universitarios en escuelas privadas, suelen surgir entre sus ánimos ¿cómo hacer para que los bequen o conseguir algún apoyo monetario por lo que escriben? Y, sobre todo, ¿cómo hacer para escribir proyectos que interesen a los jurados seleccionadores? En su momento doy un par de sugerencias, la mayoría de las veces generales, que puedan ayudarlos a encontrar atajos en su búsqueda. Sin embargo, suelen quedar cabos sueltos y han llegado a escribirme sobre ellos en Facebook o por correo electrónico para resolverlos.

En este post, más que dar fórmulas, recetas o trucos sobre cómo escribir un proyecto literario becable, quiero esbozar una especie de sugerencias rápidas y prácticas para todo aquel que pretenda postularse como joven creador en alguna institución que ofrezca residencias artísticas. Aprovechando las fechas, me apoyaré en la Fundación Antonio Gala con sede en Córdoba España, que tiene abierta su convocatoria de febrero a mayo y es de las pocas en Europa que ofrece la oportunidad a latinoamericanos [mayores de 18 y menores a 26 años] de vivir durante 9 meses en España, bajo el lema “vivir para trabajar sin tener que trabajar para vivir”.

Como se puede leer en la página oficial, la Fundación Antonio Gala hospeda cada año [de octubre a junio] a una decena de artistas que, desde distintas disciplinas, buscan crear arte en el Convento de Corpus Christi, sin tutelas ni asesores, pero sí con el respaldo del escritor Antonio Gala y la posible amistad de otros tantos visitantes que se acercan a la casa durante el periodo de residencia. Algunas promociones han tenido la oportunidad de escuchar a Joaquín Sabina, Terenci Moix, Chema Madoz, Antón García Abril y Clara Janés, por nombrar algunas. Y lo que es mejor, trabajar de la mano de jóvenes creadores de distintas entidades de España o lugares del mundo, que con su crítica y retroalimentación crean mesas de diálogo en torno a la creación del arte, su estado actual y propuesta personal, a las que se les llama “fecundación cruzada”.

En el momento que yo tuve la residencia, aprendí un par de cosas importantes: uno es el ritmo de su escritura y que somos quiénes somos gracias al diálogo con los otros. Eso es arte, dialogar con los otros, al igual que la literatura es la alteridad. Con la ayuda de esta residencia, podría decir, cerré mi primer libro El amor nos dio cocodrilos [Vozed Editorial], avancé considerablemente mi Rojo semidesierto [FOEM] y esbocé la trama de la novela que estoy escribiendo ahora. Pero también conocí a escritores de mi edad que marcaron mi vida y reafirmaron mi vocación.


Antes de recapitular el objetivo de esta entrada, sugiero que se lean detenidamente todos los puntos de la convocatoria de la Fundación, yo me detendré en los requerimientos que se enumeran en el 11, específicamente en Currículum artístico, Proyecto, Documentación narrativa o Muestra narrativa y Cartas de referencia, para dar consejos pertinentes. Debo aclarar que todos los consejos están destinados a aquéllos que buscan postularse en el área de literatura [cuento y novela], y no son más que sugerencias que me han servido para conseguir en su momento esta residencia, así como becas estatales y nacionales convocadas por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Debo aclarar también que aplicar para cualquier convocatoria de beca o premio literario es un albur. Sus resultados suelen levantar encono y algunas veces frustración. Pues existen aquéllos que creen que su proyecto es tremendamente bueno y los jurados unos obtusos, que por esa razón no los becaron o dieron tal premio. Así como existen otros que suelen decir que las becas y los premios literarios se mueven en una suerte de compadrazgo y dedazo y que por esa razón jamás han sido beneficiados por alguna o alguno. Lo que es cierto es que los premios ni las becas hacen por entero a los escritores. Lo que en realidad los hace es el trabajo diario, la tenacidad y enormes ganas de no cerrar jamás la laptop aunque las becas y los premios no lleguen. Los libros, en cambio, la mayoría de los buenos libros se han hecho sin reconocimientos.

1.- Currículum artístico:
Opción 1.- Si bien la Fundación pide que especifiques tu trayectoria académica y artística, premios, publicaciones, exposiciones, y tus perfiles en redes sociales y blogs, te sugiero armar una semblanza sucinta –como lo pide la Fundación para lasLetras Mexicanas en su convocatoria– que no sobrepase las 350 palabras, que contenga nombre con el que sueles firmar tus publicaciones, fecha de nacimiento, lugar, y posteriormente tu nivel académico, para después escribir los sitios web o físicos –más destacables– donde has publicado, así como antologías o revistas. Luego nombrar las becas o residencias que has tenido y mencionar los libros publicados con todo y el sello editorial. Al final sugiero que escribas la bitácora personal, que es el URL del blog o página web, así como el URL de tu Fanpage de Facebook y tu cuenta Twitter, que siempre ayuda a promocionar tu actividad artística, estar en contacto con los lectores y que te posiciones en los buscadores de Google.
Opción 2.- Como muchos de los postulantes apenas comienzan su recorrido artístico, recomiendo que no bajen la guardia si no tienen algunos de los requisitos que pide en este apartado la Fundación. A los buenos jurados –los jurados honestos– les interesa más el proyecto y la muestra narrativa que si el postulante es famoso o es pariente del Rey de España. Estos postulantes pueden armar una semblanza que contenga nombre, fecha de nacimiento, lugar, nivel académico y las razones por las que escribe. Esbozar una poética siempre ayuda. Hacerlo de manera lúdica aún más. Existe un buen de semblanzas de escritores profesionales [ver la de Guillermo Fadanelli en Educar a los topos, David Toscana en El último lector, incluso el de Juan Villoro en El doctor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica] que juegan con esto. Si el postulante no opta por ninguna de las dos opciones, recomiendo una semblanza sobria, que contenga su nombre, fecha completa de nacimiento y lugar, grado o nivel académico, URL de su blog, cuenta Twitter y Facebook. La energía y talento puede usarse en Proyecto y Muestra narrativa.


2.- Proyecto:
            Hemos llegado a la parte más interesante y entretenida. La Fundación pide a los postulantes que desglosen el planteamiento de su trabajo, su desarrollo y sustentación, cosas que para muchos parecen ambiguas. Y en su búsqueda de claridad, consultan libros sobre cómo escribir proyectos académicos, protocolos de investigación o tesis, y terminan escribiendo proyectos parecidos a reportes escolares, prácticas de laboratorio, partes legales, sin luz artística ni creativa, cosa que para cualquier jurado que valora el talento, imaginario y estilo del postulante es prueba firme de que no merece la residencia. Si la idea es consultar algún archivo que sirva como guía, sugiero que revisen la convocatoria que año con año abre el FONCA y lean los requisitos que piden en cuanto a estructura del proyecto y, con ello, crear una estructura propia. Incluso pueden cambiar el nombre de los apartados o subtítulos, pero respetar en esencia una estructura y contenido. En mi caso me ha servido escribir el proyecto en género epistolar, me ayuda a desarrollar más mis ideas y a entablar un diálogo que oscila entre lo íntimo, lo artístico y académico con el lector. Lo anterior es opcional, como todo en esta entrada.

La estructura que sugiero debe estar urdida por:
1.- Descripción breve del proyecto: en pocas y precisas palabras describir qué se busca en cuanto forma y contenido. Un libro de cuentos urdido por la temática tal, estilo tal, que rescate o dialogue con el imaginario tal y dé el resultado de un compendio de 8 piezas narrativas que oscila entre las 100 y 120 páginas como resultado final.  Esto es una descripción rápida. Ustedes deben cuidar el lenguaje y evitar la repetición de ideas y palabras.
2.- Descripción completa del proyecto, justificación y antecedentes: abordar qué se busca escribir, cómo y porqué con antecedentes y soporte teórico [ojo, aquí no debe hablar la teoría por nosotros; debemos usar la teoría para explicar nuestras ideas].
3.- Objetivos formales del libro: tema, estilo e imaginario que se propone escribir y cómo se configura dentro de cierta tradición literaria, incluso se puede retomar los antecedentes, escribir que se busca retomar la teoría del cuento de tal escritor con la propuesta estilística de tal autor, con miras a encontrar nuestra propia voz y ganar oficio. Es pertinente esbozar también una poética, es decir, cómo se ve o profesa el género cuento mientras se escribe. Ejemplo: veo al género cuento como la unión de dos cuerdas, la de la realidad pública y la imaginación, que en determinadas ocasiones se cruzan pero jamás se unen para hacer una sola, así busco crear piezas narrativas que cuenten una historia aparentemente real o cotidiana que se vea trastocada por la irrupción de un hecho extraño o siniestro…
4.-  Objetivos como escritor: ¿qué se busca obtener escribiendo ese libro?, no en cuanto a resultado físico, sino de madurez artística. Si la literatura es un viaje, la creación artística es casi igual. Pues crear un libro es emprender una búsqueda personal y artística que muchas veces no sabemos a dónde nos va a llevar ni dónde finalizará. En ese viaje, sin embargo, algo nos hace cambiar y obtener madurez como escritores.
5.- Descripción de las tramas o capítulos: Esta parte es importante porque sirve para desglosar las tramas o capítulos y por ende estructura del libro. Aconsejo que se desglosen sólo las tramas en una oración o tres y añadan su explicación o razón de ser. Un ejemplo sobre esto podemos leerlo en la teoría que escribe Ricardo Piglia sobre el cuento en Formas Breves.
5.- Carta de motivos: en pocas palabras cerrar con tus enormes ganas de ser escritor y obtener una residencia artística que costeé alimentación y manutención durante 9 meses para que tú te dediques a escribir sin preocupaciones. Aquí la honestidad y la emotividad son cosas que podrían ayudarnos.

Vale la pena añadir que, como a la hora de escribir un cuento, capítulo de novela, artículo o ensayo, nuestro lenguaje debe estar bien calibrado, nuestras oraciones bien alineadas y tener claridad en lo que se busca escribir a la hora de redactar el proyecto. Se mandan infinidad de ellos de muchos lugares del mundo a la Fundación Antonio Gala, son tantos los que leen los jurados que, seguro, eligen los que exudan, sin pirotecnia ni faramalla, talento, imaginación y, si no oficio, sí muchas ganas de hacer literatura. Porque el oficio se podrá conseguir durante esos 9 meses si se escribe a diario, como si se respirara, en la Fundación. Así que hay que apostar todo en el Proyecto, entregar un producto impecable.

3.- Muestra narrativa.-
            Si el Proyecto es la parte teórica de la propuesta del postulante, la Muestra vendría siendo la parte práctica, donde se demuestra el dominio del qué contar y cómo contarlo, la trama y la prosa. Por tal razón se aconseja anexar lo más representativo de su autoría. Mejor aún si son tres o cuatro relatos o un capítulo de novela [bien revisados y corregidos] que funjan como avance del proyecto que proponen. Si juntan la Semblanza, Proyecto y Muestra Narrativa, reunirán un aproximado de 30 a 40 folios, según su aliento narrativo del postulante. Aquí debo precisar que es mejor calidad que cantidad. Recuerden, los jurados tienen muchos proyectos que leer.

En este apartado suelen preguntarse muchos qué importa más en los proyectos o muestras narrativas, ¿qué se va a contar o cómo se va a contar? La respuesta está en años y años de literatura que se ha publicado. Sin embargo, aunque tengas una gran historia, sino cuentas con los rudimentos para contarla y la cuentas, corres el riesgo de que no se lea o escuche como gran historia, sino como una aspiración, un intento fallido. Por esa razón la técnica es tan importante como la historia.

4.- Cartas de referencia.-
Cuando me postulé a la Fundación Antonio Gala no existía este requisito. Sin embargo, hace cerca de ocho años que postulé al FONCA, allí sí que figura en su convocatoria. Lo que hice fue pedir asesoría a escritores con trayectoria, cuando aún no existían las redes sociales, por correo electrónico sobre cómo veían ellos mi obra, es decir, si notaban alguna propuesta, intuición narrativa y voz propia. Según su réplica, terminaba pidiéndoles una carta de recomendación o de referencia. Escritores como Gustavo Sainz y Luis Humberto Crosthwaite fueron amables y las enviaron por fax. Sin duda alguna hoy en día gracias a Facebook y Twitter es más fácil adquirirlas.

Es aconsejable pedir este favor a escritores que tengan las mismas afinidades literarios que las suyas, y que el postulante tome las sugerencias o consejos de quien da la carta no como un logro, si es que hablan muy bien de su obra en ella, sino como un aliciente. Si se niegan a recomendarlos o en la carta abordan su obra con una crítica mordaz, eso vale más que una carta de recomendación. A la larga, y si siguen escribiendo, se darán cuenta que pocos son ahora los escritores que se toman el tiempo para leer a los principiantes a consciencia y para hacerles sugerencias. La crítica es una palmada que te dice vas bien, vas bien. No dejes de escribir.


          
             
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