El
sábado 22 se incorporaron más personas al taller. Todas siguen siendo mujeres,
lo cual me alegra, pues durante el tiempo que he impartido clases, las mujeres siempre
se muestran más responsables, comprometidas y disciplinadas ante los
requerimientos del plan del curso. En esta ocasión vimos la estructura del
relato, sin dejar de lado las enseñanzas que algunos decálogos de cuentistas
nos han heredado. Retomamos que la literatura, como era antes con las fábulas,
no se escribe para dejar un mensaje moral o educativo, sino que los narradores
la escriben como si escribieran una experiencia que puede tener, según el
capital de conocimientos del lector, múltiples interpretaciones y mensajes.
Allí radica su riqueza.
Durante
la sesión hicimos mucho énfasis en que el relato es el género que mayor
concentración y planeación exige. Para aprender su estructura, hay que conocer
lo que han propuesto los maestros, qué andamios narrativos suelen utilizar,
cómo esconden el secreto en los intersticios de la trama, de qué forma disponen
de historia 1 (la que identifica el lector en el primer plano), e historia 2
(la que se esconde debajo y nutre la tensión y la intriga entre indicios falsos
o aparentemente falsos).
Del
mismo modo, proyecté desde mi computadora 5 inicios de novelas y cuentos que,
desde mi formación, son los más sugerentes, emotivos y contundentes, para que
las participantes del taller se dieran cuenta qué tan importante es, como lo ha
propuesto Cortázar, entre otros, el cómo empezar una historia, bajo que enfoque
y palabras, pues en las primeras líneas nos jugamos el todo por el todo: la
atención del lector, en un mundo donde la literatura light domina el mercado.
Leímos,
también, “Los que sobreviven” de mi Rojosemidesierto como ejemplo del uso de historia 1 e historia 2. Y como su trama
es algo tristona --ello no dejó sin comentarios e interpretaciones a las
participantes-- pasamos a un cuento jocoso para romper con el paradigma de que
los cuentos sólo deben ser dramáticos o tristones. Leímos “Fajecito en las
pirámides” de Édgar Adrián Mora Bautista, y las talleristas no pararon de reír
y de preguntar si el registro verbal, callejero, se podía meter en la
literatura. A lo que concluimos que todo se puede hacer en la literatura, pues
la literatura es la vida, todo depende de la técnica y herramientas para
presentarla al lector como un objeto narrativo estética que busca provocar
emociones.
En la siguiente sesión hablaremos de la premisa, como la semilla que
puede ayudarnos a planificar una trama y las demás partes del cuento: el nudo,
la intriga, el clímax, el desenlace y el abanico de finales abiertos y cerrados
que existen y podemos usar. Por último leeremos un cuento de Carlos MartínBriceño y planificaremos una charla virtual con algún cuentista mexicano.
Les dejo aquí la dirección de Instituto Altazor, pues ha habido gente que me
ha preguntado en redes sociales dónde se encuentra. La imagen
de abajo es el mapa para llegar hasta nosotros.
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