Para el doctor Cervantes, que lo llevamos en el corazón
Fueron varias las veces que buscamos entrar a la calle Laureles 22, pero por más que lo intentábamos, jamás podíamos.
Por aquel entonces queríamos mudarnos de casa y una amiga de Flor nos había recomendado vivir allí. Es una zona agradable, nos decía, les va a encantar el área verde y la disponibilidad de los vecinos.
Pero no conseguíamos acceder a la calle ya fuera porque obras públicas rehabilitaba la zona, protección civil hacía simulacros de sismo y acordonaba la entrada o porque Antorcha Campesina tomaba el bulevar y no daba el paso a nadie.
Durante esas fechas vivíamos en Ex ejido Coahuila, cerca de la UABC y la Plaza Centenario. Teníamos menos de tres meses en la ciudad y buscábamos cambiarnos de casa porque sufríamos con las tuberías. Cada que llovía, la coladera de la entrada se inundaba y el agua del pasillo se colaba al departamento.
Una rata entró al cuarto de lavado por el desagüe, se hospedó sin nuestro consentimiento en el departamento y nos traía vueltos locos. Por más que poníamos trampas y veneno para ahuyentarla, nos superaba en inteligencia y velocidad.
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