jueves, 20 de febrero de 2014

Antes que ser escritores, debemos ser lectores [entrevista a Maurio Moncada]

Conocí a Mauricio Moncada hace un poco más de diez años en un taller de narrativa. Éramos jóvenes. Leíamos mucho. Queríamos ser escritores. Con el tiempo él se mudó a otro taller y nos llegaban noticias suyas, como textos publicados en revistas regionales y la publicación de algún poemario. Pronto supimos que abrió un taller de escritura creativa en un café de Zacatecas, que aspirantes a escritores se integraron a él y que trabajaba, incluso, en el área de criminología en Seguridad Pública. A finales de 2013, sin embargo, la aparición de su libro de cuentos Pasos (azar y destino), publicado por Pictographia Editorial, volvió a emparejar nuestras vidas. 
Pasos (azar y destino) es un libro virtuoso, escrito por un narrador que interroga sus propios artificios, el qué y cómo se narra, el canon, lo que la teoría clásica del cuento nos enseña. Mauricio es un escritor que empieza a construir cimientos de madures en el oficio y que su prioridad con el género cuento no es fabular, sino deconstruir la fábula, fusionar los elementos del ensayo y los artificios de la ficción, para convertir lo fantástico en el correlato de la realidad. 
Narrador de conceptos como la belleza y realidad, vertidos en la ficción, Moncada nos recuerda que en la literatura, como en la vida, "ninguna  idea o acto puede ser el primero, todo tiene que ser repetición". Lo único que hacemos con nuestra literatura es repetir incluso lo que ya otros tantos han escrito. Lo único que hacemos a la hora de leer, por tanto, es releer lo que ya otros leyeron mientras lo escribían. En Pasos (azar y destino) un par de tramas lo ejemplifican y otras veces se contraponen a ese proceso: la historia de un hombre que se pregunta ¿qué escribir?, si todo está escrito en la literatura, y lo que podría escribir no será más que los ecos hermanos de otros ecos que provienen de un lejano pasado, ese ruido de fondo que hace a la tradición literaria. Un narrador que decide cambiar los destinos de un asesino y su víctima, como si de reescribir un mito urbano se tratara. Un estudiante de estética, convertido ahora en profesor que se interna en una relación con una desconocida adoptando los nombres de dos protagonistas de la literatura clásica, Fausto y Margarita, para reflexionar sobre las preguntas que hacen esta disciplina y discurrir sobre las miradas y juicios que la definen, pero también para proponer que la realidad tiene más peso que la ficción. 
Mauricio Moncada radica desde hace veintiocho años en Zacatecas, donde se ha dedicado a la escritura y la docencia. Su preparación académica en torno a las letras y las artes se ha desarrollado en la Universidad Autónoma de Zacatecas [UAZ]. Sus textos han visto la luz en revistas de circulación regional y nacional. Cuenta con tres libros publicados: Sonata de muerte para piano [SPAUAZ], Galería deseo y Matar al otro [Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde]. En esta entrevista, realizada a través de Facebook, Mauricio nos habla sobre cómo nació y cuánto tardó en escribir Pasos (azar y destino), qué escritores solía leer mientras lo escribía, la función de los talleres literarios en Zacatecas, cómo concibe la literatura y su creación, en qué está trabajando ahora y nos invita a leer, desde una mirada crítica, su obra.

Joel Flores.- A finales del 2013 leí tu libro Pasos (azar y destino) y no pude sacarme de la cabeza las virtudes que lo urden. Una de ellas es la mezcla entre el conocimiento de la historia y teoría literaria –desde una mirada académica- con el dominio de los mecanismos de la ficción. La trama del primer cuento: un hombre que se pregunta qué escribir, si todo está escrito en la historia de la Literatura, es la aparente metáfora de lo que se leerá en los demás. ¿Crees que para crear literatura uno debe conocerse el canon o simplemente apelar sólo a la imaginación y la experiencia?

Mauricio Moncada León.- Debemos partir de una idea básica y fundamental: antes que ser escritores, debemos ser lectores; bajo este supuesto, cada lectura que se realiza se vuelve un referente personal. El acto de leer implica un movimiento más allá de seguir palabras, pues es necesario deleitarse con las historias, con el ritmo que impone la narración; con la melodía poética y sus imágenes sonoras y visuales; con las ideas expuestas y la argumentación; pero, ante todo, no debe ser una lectura estéril, es decir, debe mover ideas, y con ello quiero llegar al punto de afirmar que las lecturas que se hacen están relacionadas de distintas maneras. Considero importante leer las obras en su contexto, y para hacerlo se necesita conocerlo. Entonces, el canon o la ruptura se convierten en puntos de anclaje en el acto de escribir, aunque prefiero pensar en la continuidad, es decir, no hay un canon puro, tampoco una ruptura radical, sino una influencia y selección de motivos o temas que cada autor experimenta dentro de su obra. A esto debe sumarse la imaginación y la experiencia, como señalas en tu pregunta.

JFL.- Para muchos un libro de cuentos es la recolección de historias que se han escrito durante un tiempo de vida, un iniciar y finalizar historias distintas varias veces, que posiblemente nada tienen que ver entre sí. La novela, en cambio, se trabaja bajo el objetivo de escribir una historia amalgamada por muchas otras. Pero tu libro hay preocupaciones medulares que anillan los cuentos, sobre todo el tema y el estilo. ¿Cuánto tiempo te llevó escribirlo? ¿Lo pensabas así o fue transformándose conforme a la marcha?

MML.-  En un inicio, los cuentos surgieron de manera aislada, no pensé en un libro sino hasta que fueron más de cuatro cuentos en donde noté cierta cercanía en los temas, y a partir de ese momento busqué unidad en los que seguirían. El tiempo que me tomó reunir los cuentos que conforman el libro no sé precisarlo, quizá fueron siete años; la razón de esta imprecisión se debe a otra idea que, podría decir, me atormenta, relacionada con generar distancia con el texto personal, y creo que la única manera de hacerlo es dejarlos en el olvido por un tiempo, para cuando los encuentre y relea me resulten ajenos, y sólo entonces poder corregir, agregar o quitar sin el temor de sentir que mutilo. Si dijera que desde el inicio tuve claridad con el resultado que esperaba, que tuvieran los cuentos una continuidad o unidad, te mentiría, porque en un inicio no me sentí sujeto a la meta del libro; eso se fue dando paulatinamente, una cosa llevó a la otra: escribir un cuento, luego otro y así hasta encontrar similitudes que pudieran emparentarlos.

JF.- Veo a Stephan Mallarmé y su golpe de dados, incluso ciertos guiños a los juegos con la realidad de Salvador Elizondo, tras bambalinas en tus cuentos, pero me gustaría saber ¿qué escritores han influido en tu formación cómo escritor?, ¿qué voces estaban presentes cuando escribiste Pasos?

MML.- Ésta es una pregunta que siempre me ha resultado difícil responder, porque, como bien señalas, Mallarmé y Elizondo están presentes, pero no son los únicos. Creo que a toda escritura le respalda una infinidad de lecturas y vivencias, me refiero a que no tengo una conciencia de cuáles libros estaban de por medio o cuáles autores, no tenía en mente alguno en específico, tampoco pensé que quería hacer algo similar a tal o cual, simplemente aparecen porque se vuelven parte del escritor, como si un ejército de espíritus chocarreros se disputaran las ideas dentro de mi cabeza. Así que lo mismo podría decirte que estaba Klossowski o cualquier otro, pero siento que estaban todos (quizá no muchos) los autores que he leído. Quizá esta respuesta se deba a una situación simple, pues hay libros que me gustan mucho mientras los leo y termino de leer, pero de pronto llegan otros que también me gustan, y así sucesivamente.

JF.- A comparación con la poesía, ¿cómo definirías el género cuento, el que buscaste escribir en Pasos (azar y destino)?

MML.- No sabría cómo clasificar los cuentos de este libro, para mí son cuentos, sin más, porque no sabría decirte si son eróticos o policíacos o cualquier otro género. En lo personal, preferiría que los lectores, y como ya los has leído, también tú, dijeran esa parte. De lo contrario, podrían llegar a la lectura con el prejuicio o la expectativa de encontrar algo que quizá sólo yo pensé en el momento de definir sus características. Aparte, para mí no hay nada más grato que escuchar a las personas comentar y discutir sus puntos de vista en cuanto a lectura, y me sentiría afortunado que mi libro estuviera dentro de una conversación así.

JF.- Hace casi diez años te conocí en un taller literario, éramos jóvenes, más jóvenes que ahora y quizá nuestros primeros textos lo escribimos taller. ¿Qué opinión tienes sobre ellos? ¿En realidad ayudan a que los aspirantes a escritores encuentren oficio, una voz y lecturas?

MML.- Cierto, recuerdo que coincidimos en un taller, pero hace más de diez años; éramos jóvenes y teníamos la necesidad de leer y que nos leyeran, estábamos en la formación inicial de un autor, quiero decir que en ese momento estábamos convencidos de querer serlo. Casi puedo afirmar que por aquel entonces leíamos más que ahora pues estábamos ávidos de conocer voces, historias, formas. Creo que con esto puedo responder tu pregunta: los talleres más que ser formadores de escritores son espacios en donde se comparte el gusto por la lectura y escritura, y en donde todos pueden aprender de los demás (al igual que con los libros). De diez personas que asisten a un taller se aprende más que de un libro por la razón, en concreto, que son diez voces distintas, con diferentes gustos e ideologías, por lo tanto enriquecen con sus comentarios. No podría imaginar que un taller sea nocivo, salvo que no existiera esa pluralidad de voces, es decir, un taller en dónde todos escribieran de los mismo y de la misma manera. Es una situación necesaria, pero no obligatoria, que un aspirante a escritor, como aún me considero, asista a un taller por lo menos una vez en la vida, para enfrentar los textos a los lectores pero para escuchar la percepción de la escritura y el impacto que produce en los demás, y a partir de eso saber si es lo que uno busca y quiere.

JF.- Por otro lado, ¿sueles leer a escritores de tu generación, a los nacidos en la década de los ochenta?

MML.- Debo reconocer que no, o no con la conciencia de leer a los escritores de mi generación o de de mi región. Te decía hace un momento que en la juventud es cuando más lees, con avidez, con ganas de acabar con el mundo de libros en una sentada, pero cuando pasa el tiempo, cuando te vueloves viejo, comienzas a leer con calma, pausado, y te vuelves selectivo por necesidad, pues el trabajo, dar clases, entre otras cosas, ya no permite leer lo que sea; tienes que comenzar a buscar los textos específicos para fines específicos. Que me gustaría leer a mis compañeros de generación es un hecho, y siempre hay planes que se trazan, metas, proyectos, y uno de ellos, para mí, es leer la colección de libros en donde está editado mi libro, Poéticas contemporáneas.

JF.- ¿En qué proyecto estás trabajando ahora?, ¿es un libro de cuentos o novela?

MML.- Tengo una tesis de doctorado pendiente, que debo concluir a la brevedad. En cuanto a la creación, trabajo en un libro de poemas, casi concluido, y digo casi porque falta dejarlo reposar para después corregirlo. También tengo unos cuentos sueltos que aún no sé si lleguen a formar otro libro, y queda pendiente el proyecto de un libro de ensayos. Pero de todo esto, creo que no hay nada inmediato o como plan a corto plazo, me gustaría que tomara su tiempo justo, sin prisas.

JF.- Por último, ¿cuál es tu soundtrack de trabajo?, ¿qué música escuchabas mientras escribías Pasos (azar y destino)?


MML.- La música que escucho mientras escribo es muy variada, no tengo alguna en particular que llene mis oídos antes de ponerme a escribir. O lo diré de otro modo, la única manera que conozco para escribir, corregir o trabajar algún texto es con música, que lo mismo puede ser tango, blues, rock setentero, progresivo, metal, jazz, pero eso sí, que me permita aislar el mundo material del mundo escrito.

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