sábado, 24 de enero de 2009

.193.







Todos creemos tener una Penelope en nuestra vida. La mujer que espera nuestra llegada luego de ese largo, divertido y cansado viaje. Todos en esta vida tenemos una mujer por la que hacemos las cosas y por la que no nos damos por vencidos. Leo Grusky fue un hombre que vivió regido bajo esa idea. Pero a él no lo esperaba Penelope, sino Alma. Miento un poco. En ciencia cierta, ella no lo esperó nunca. Los obstáculos que se le antepusieron en el camino luego de abandonar Polonia, la orillaron a no hacerlo. Leo Grusky fue un escritor que nunca fue escritor, porque todo lo que escribió se lo escribió a Alma y ella nunca estuvo cerca de él para leerlo. El sentido que le daba cuerda a la vida de Leo Grusky siempre fue nombrar con palabras las cosas que sentía. Pero él, aún antes de su muerte, pensó que no logró hacerlo porque en toda su vida llegó tarde a las cosas. Y vivió con el sabor de la decepción en la boca. Aún así conoció la felicidad. Pero se la arrebataron. Tuvo hijos, sí, uno maravilloso, que tuvo el mismo gusto que él, Leo, por nombrar con palabras lo que sentimos los humanos, pero nunca fue reconocido como padre. Leo tuvo grandes amigos y se le murieron. Amó, como ningún otro. Por eso motivo no paró de escribir La historia del amor.


Vale la pena conocerlo.



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