El sábado 6 de diciembre culminamos el taller de
creación literaria. El tiempo se fue y yo no pude quedar más que feliz con el resultado.
Trabajé con 5 personas, todas mujeres con ganas de aprender y escribir. Hacía
años que no hablaba tantas horas seguidas de literatura, de la creación y de
mis autores favoritos, aquellos que me formaron y fui dejando en el camino para
elegir otros que de igual forma me formaron. De pronto recordé que no soy
maestro de metodología de la investigación, ni lectoescritura, sino de creación
literaria y a veces, muy de vez en cuando, escribo novelas y cuentos.
Es una maravilla tener interlocutores y dialogar sobre
temas que te unen con el otro. En esta sesión, junto con la del sábado
anterior, hablé de la importancia de las estructuras narrativas, el conocer las
partes del cuento clásico y cómo se ha ido modificando, gracias al ingenio de
cada autor. Expliqué, con la ayuda de las enseñanzas de John Truby, la premisa
como la semilla que ayuda a planear la trama desde una idea general del cuento,
hasta el sentido particular. Y puse de ejemplos las miniseries Breaking
Bad y The Walking Dead.
Asimismo, hablé de los personajes, su dimensión y
objetivos. Empezamos con la pasividad del santo Job, desde la mirada de John Gardner,
y los de Kafka en El castillo y La metamorfosis. Luego pasamos a los de Dostoievski
y Coetzee. Y de pronto, tras la pregunta de una participante sobre cómo
desarrollar la personalidad del protagonista junto con los acontecimientos de
la trama, me vi explicando la estructura, motivos de los personajes, y
objetivos generales y particulares de mi novela “Nunca más su nombre”, para
responder.
Fue así como cerré con una charla sobre el peso de la planeación
sobre la improvisación, la formación sobre el desconocimiento y la disciplina
sobre la indsiciplina. Aunque un escritor jamás deja de escribir, haga lo que
haga mientras no está frente a la computadora, exigirse a cumplir ciertas horas
luchando para culminar un proyecto literario es lo que en verdad lo hace escritor.
Los premios, las becas y el reconocimiento quedan en un segundo plano. A un
escritor lo hacen esas horas y sus experiencias de vida.
Fueron cuatro días grandiosos, que volverán a
repetirse. Doy gracias a Instituto Altazor por el espacio y la publicidad no
sólo del taller, sino también por la que hizo de los reconocimientos que mi trabajo recibió este año.
El próximo seguro regresaremos con un taller más y habrá más literatura.
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