Uno de los objetivos que me propuse desde que empecé
las entrevistas a escritores nacidos durante la década del ochenta era leer
exclusivamente a narradores. Ese objetivo, sin embargo, desatendía uno de los
géneros más valiosos de la literatura: la poesía. Pero sobre todo cómo y desde
qué lugares la están creando los jóvenes escritores mexicanos. En esta
entrevista enmiendo mi falta y extiendo aún más el abanico del proyecto para
entrevistar al poeta Fernando Trejo, quien recientemente (junio de 2014)
recibió la mención honorífica en el Premio Nacional de Poesía Joven Elías
Nandido, gracias a su libro de poemas Solana, que está programado para
publicarse en enero de 2015, en el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA).
Fernando Trejo nació en Chiapas en 1985, ha escrito alrededor de 6 libros de poesía de circulación nacional y de notable resonancia poética. Su poesía está permeada por una voz propia que se despega de cualquier influencia literaria modal, y sobre todo en boga dentro del panorama joven de México, que muchas veces privilegia el artificio y la pirotecnia. Trejo se centra en convertir a Chiapas y sus rincones en una mina abundante de tesoros visuales, sin caer en los regionalismos o la nostalgia por el terruño. Su poesía se ciñe a enunciar la amistad, el amor y la muerte,
grandes temas que forjan al hombre y se proyectan en el arte, como el mejor
vehículo para descubrirnos como seres humanos y comprendernos, en un Tuxtla que
puede ser Sonora, Veracruz o Mulegé.
En esta entrevista, Fernando Trejo nos habla de su formación,
cómo y por qué empezó a escribir poesía, los factores que hacen a Solana, la organización y propósitos de
un gestor cultural, en su tarea como creador y estratega del “Carruaje de
Pájaros”, encuentro internacional de poetas en Chiapas, así como la amistad
entre poetas, como una de las mejores consecuencias del acto de crear poesía,
compartirla y dialogarla.
Joel Flores: Me gustaría que nos hablaras de tus dos mamás: la
biológica y la poesía. ¿Cómo y por qué empezaste a escribir?
Fernando Trejo: Tengo la fortuna de haber nacido en un hogar muy
unido, en un lugar en donde siempre hubo libros. Mi madre me acercó a ellos de
manera involuntaria: comencé leyéndola a ella, a mi tía, mi abuelo. Poco a poco
ese mundo creó en mí cierta conciencia de lo que significaban las palabras y lo
que se podía decir con ellas. En la primaria dibujaba y escribía historietas
que vendía con mis amigos. Era una suerte de libro de acertijos. Pero no fue
sino hasta los 14 años que inicié una relación más personal con la literatura.
Sobre todo con la poesía. No lo hice por convicción sino por necesidad. Me fue
necesario, ante el orgullo, decir lo que no podía a viva voz. Así fue, de pronto,
como empecé a escribir.
JF: En correos electrónicos anteriores, me escribías que
para muchos poetas cambiarse al bando de la narrativa es un acto de alta
traición en el oficio. Si eres poeta, debes seguir siendo poeta. ¿El género es
una jaula para el escritor?
FT: No, para nada. Yo siempre he querido escribir
narrativa. He hecho el intento. Pero voy a mencionar al autor de dicho
comentario: René Morales, gran amigo, hermano al que admiro tanto, una tarde se
enteró que yo escribía una novela. Ante todo, siempre nos hemos guardado
respeto, pero sí enjuició al decir que cuando un poeta deja de escribir poesía
para escribir narrativa, siente que todo está perdido y es como si a él le
robaran algo que tanto ama. Yo no lo creo así. El escritor debe asumir una
responsabilidad y esta responsabilidad recae en hacer bien las cosas que se
quieran hacer. Si por más ese intento de narrar se queda por siempre en el
cursor, más vale continuar y reforzar lo que se sepa hacer. En mi caso intenté
escribir una novela, ahora, esa “novela”, es un extenso libro de poemas.
JF: “Solana significa sitio donde da el sol plenamente”
(RAE, 2014), pero también es el título de tu poemario que recientemente ganó
mención honorífica en el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino. Si
adelanto por menores de ramaje, escribiría: es la luz de un ser querido que se
fugó sin explicación alguna. Es honrar a los muertos con la palabra. Es clavar
sus recuerdos en los versos. ¿Cómo nació este libro?
FT: Con Solana intenté escribir una novela un tanto
biográfica, pero terminó siendo, como te lo menciono, un libro de poemas. Quise
reconocer y darle vida a ciertos personajes perdidos en mi adolescencia, sobre
todo a Carlos, un primo al que amé como a un hermano. Solana nace a raíz de
eso, de la necesidad, del querer afrontar la realidad como es, de saber que con
este ejercicio, la poesía nos despliega una cantidad de emociones que no sabías
que tenías guardadas. Pasamos, Carlos y yo, gran parte de nuestra vida en la
azotea del edificio donde vivíamos, nuestros departamentos se conectaban por
una terraza, por un pasillo o por la azotea. No había modo de que nuestros
padres prohibieran nuestra rutina. Y ahí, justo en la azotea, construimos una
casa a la que una tarde de junio el viento y la lluvia terminaron por destruir.
Mi padre nos tomó una fotografía (caso único) que aún conservo. Fue así como
después de dejar pasar el tiempo comencé a escribir Solana que puede significar
también, a manera de sinónimo: azotea, y como bien mencionas: “sitio donde da
el sol plenamente”. Es un libro que escribí sin intención alguna más que la de,
a manera de homenaje, darle voz a Carlos. Celebré muchísimo la mención
honorífica, porque a pesar de que el libro no haya resultado merecedor del
premio sé que, quien lo lea, tendrá un poco de nosotros en su corazón.
JF: De un tiempo a la fecha, las nuevas generaciones de
poetas se apuran más por descubrir el hilo negro en la poesía, que por entender
la vida y compartirla en sus versos. Recurren a lo conceptual, al concretismo
(queriendo ser novedosos y experimentales; ignorando que esas tendencias las
exploraron hace más de un siglo las vanguardias surrealistas y dadaístas), y
olvidan la verdadera esencia de la poesía: dejar el músculo del lenguaje a la
intemperie; hacer que el corazón de la vida lata en las estrofas. ¿Cuál es o
debería ser la verdadera función de la poesía?
FT: Estoy de acuerdo en la postura de los jóvenes. Cada
quien es libre de intentar hacer lo que desee. Se es uno mismo, pues. Pero yo
siempre me quedaré en lo tradicional, en lo romántico, en el fin último de la
poesía, que para mí es hacer sentir una emoción, llegar al hilo conductor de la
nostalgia, del grito, tocar la fibra del alma. Leo, por ejemplo, a Gonzalo
Rojas y me vuelco a recordar y me sorprendo. Leo a Huidobro y estallo en
emociones y arrojo el libro. No creo en el sincretismo, sí en lo conceptual
cuando se tiene un sustento, un resultado válido. La función de la poesía es
tocar, sentir que la palabra es algo sólido y que duele pero que también, y
sobre todo, enerva, respira, te observa, tiene vida.
JF: Hagamos un experimento. Te daré una serie de palabras
y tú te sirves de ellas para escribir:
México, Poesía, Madre, Literatura, Chiapas, Hijo,
Amigos.
México: no era penal.
Poesía: llena eres de gracia.
Madre, de tu mano, todavía.
Literatura: una mirada al sur.
“Chiapas es en el cosmos lo que una flor al viento”.
Enoch Cancino Casahonda.
Hijo, tu corazón me late ya en el pecho.
Amigos en contra de su voluntad, los amo.
F: Si la poesía es un género marginado, las editoriales
se centran más en publicar narrativa, ¿qué significa escribir poesía desde
Chiapas, una región alejada del sistema cultural centralista?
FT: Creo que de tan alejados que estamos que ni nos
percatamos en eso. Existen muchas editoriales independientes, muchas maneras de
publicar. No importa el medio, la editorial, la forma. Eso no importa. Una vez
escuché que un escritor fotocopió una parte de un libro suyo para llevar de
regalo a un encuentro de literatura, “el chiste es que te lean y ya no tengo
libros”. Y coincido en eso. No estamos preocupados, creo yo, en publicar sino
más bien en escribir, en crear y dar a conocer nuestro trabajo y eso nos abre
un panorama amplísimo para conocernos a nosotros mismos y ofrecer un pedazo de
pan.
JF: Desde el 2008 has organizado, como gestor cultural,
el Carruaje de Pájaros, es decir, has llevado la poesía a Chiapas y has llevado
Chiapas a los poetas. ¿Cuál es el objetivo de este encuentro literario?
FT: Vincularnos. No estar peleados. Leernos, dar a
conocer lo que hacemos y estar al tanto de la propuesta de los que vienen. En
Chiapas no se hacía un encuentro de tal envergadura, un escenario para jóvenes
hecho por jóvenes. Hemos dado 7 pasos y hasta hoy me siento satisfecho con los
resultados. Parte de la poesía y de la gestión y promoción cultural es eso:
abrazarnos unos con otros celebrando a la maravillosa literatura. En Oaxaca, en
el año 2000, tuve la fortuna de conocer a Juan Gelman y escucharlo decir, algo
que he vuelto un lema para mí y que cada que puedo menciono: “lo mejor de la
poesía es la amistad de los poetas”.
JF: Para muchos escritores es importante leer a sus
contemporáneos; otros prefieren las voces del pasado para aprender de ellas,
¿sueles leer a escritores de tu generación?
FT: José Emilio Pacheco decía que habría que leer a
nuestros contemporáneos, saber qué están escribiendo. Yo lo hago, me gusta
hacerlo. Qué maravilla poder conocer al autor de una obra literaria y leerlo y
reconocerlo y encontrarlo en su obra. Yo sugeriría que nos demos el tiempo de
leernos, si no quién, entre nosotros. Es una forma de entablar un diálogo, de
agradecerle a la vida estar vivos.
JF: ¿En qué proyecto te encuentras trabajando
actualmente?
FT: Por ahora estoy trabajando en Secretaría de
Educación, en el área de Cultura. Echamos a andar varios programas de
literatura, cine, música, pintura, teatro guiñol en las escuelas. Retomamos el
Viernes de escritores michoacanos y estamos por iniciar aquí el Viernes de
escritores chiapanecos. Por ahora, desde hace algunas fechas soy editor de la
revista Valores Chiapas y dirijo la revista de arte y cultura Arteria, nueva
época. Me encuentro escribiendo un par de libros que no me dejan de convencer y
que por ende los traigo aquí en la bolsa.
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