En Anatomía
del guión John Truby apunta que toda película y obra literaria parten de
una premisa, una acción que sugiere de forma general de qué tratará, en
cualquier de las dos, la historia. La premisa es el corazón de la trama, apunta
Truby, y si no se erige bien, aunque el autor prime las arterias, la sangre no
circulará, por más que el nervio porfíe. Ricardo Piglia ya nos había hablado de
ella en Formas breves, pero con el
nombre de historia uno y ejemplificándola: un hombre gana la lotería, recoge el
dinero y en cuanto llega a su casa, cuelga una cuerda de una viga y se ahorca.
En la corteza de esas palabras luce una pátina de misterio que cualquier lector
quiere revelar. Andrés Neuman diría que en su interior y lo llama secreto. Todo
relato en sus entrañas guarda un secreto. Así sucede en el libro Toque de queda (Pictogrphia Editorial, 2013) de Bernardo Araujo,
una cartuchera de piezas cortas, que bien podrían pasar por balas
expansivas. Dentro de ellas hay más que lenguaje prolijo que incendia. Hay
premisas que guardan secretos, el aroma a realidad y un puente hacía las
puertas de la doble interpretación. No es lo que nos dice el autor con sus
palabras. Es lo que las palabras callan y esconden. El secreto que aguarda en
una noche que late.
El libro está conformado por pequeños relatos que
rozan el aforismo, otros de aliento largo que preparan una sorpresa sutil para
el lector, que será revelada, sin efectismo, en las últimas líneas, como si a
la premisa le crecieran ramas. Hay maestros que buscan empleo y, tras la
entrevista de trabajo, obtienen en la calle una lección de vida. Hay hombres
que sueñan con pesadillas tristes y al despertar son expulsados, literalmente,
afuera del vientre. Hay parejas al punto de firmar los papeles del divorcio,
que dejan su suerte al beso que augura el amor. Hay clasificados donde personas
de la tercera edad buscan una mano que los empuje a morir y plañideras que
ofrecen sus servicios. Hay un primer ministro que retira del cine las películas
de terror, para instaurar un régimen de horrores donde los ciudadanos son
protagonistas. Hay hombres que se convierten en lo que creen y orfebres del
lenguaje que cuando terminan una obra se dan cuenta que han culminado una
batalla, porque “escribir es la guerra”, lo escribió Le Clézio, y Araujo no
sólo usa esas palabras como la llave para abrir uno de sus textos, sino para
ofrecernos un cartucho de premisas, mientras los militares sitian una ciudad de
noche.
Pues si en el toque de queda castrense la milicia pone
las reglas del juego, nadie sale de casa y la noche se convierte en caos, en
este libro el protagonista que le da título a la obra nos sugiere: lector, burla
a los militares en una noche de toque de queda y haz el amor a la esposa del
general que comanda. No importa que la ciudad esté sitiada. No importa que tras
cerrar la puerta te embosquen. Uno también puede invertir las normas del toque
de queda. Y las instrucciones están en cada uno de los cuentos que vas a leer
aquí.
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