lunes, 24 de marzo de 2014

Escribo para formular mejor mis respuestas [entrevista a Vanessa Téllez]

En la historia de la literatura las novelas intimistas o sobre la familia abundan. Hay aquellas que enuncian el amor que se le tiene al padre, como La invención de la soledad, de Paul Auster, El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince y Patrimonio, de Philip Roth. Pero también hay aquellas que abjuran contra la imagen paterna con toda la pasión que provoca su ausencia, su falta de cariño, el abrazo jamás recibido. Signos vitales (Tierra Adentro, 2013) es una carta de amor a papá, una carta tierna, femenina, escrita con odio y rencor y cariño, memoria y vísceras.
Con una prosa que apuesta por las imágenes poéticas y un trama que se plantea como una pregunta sin respuesta aparente, Vanessa Téllez (Acapulco, Guerrero, 1981) crea a Zoé como una herida que supura episodios amargos de una niñez sin padre, donde la falta de ese cariño la convierten en testigo de hechos que construyen una ciudad, dimensionan una retahíla de personajes y sus historias que se imbrican con lo que significa el progenitor ausente: la muerte repentina de la madre; la abuela que suele coleccionar fotografías, como si deseara mitigar su soledad con anécdotas de vidas que no le pertenecen; Aura, la iniciación sexual y los placeres del cuerpo en un remoto burdel con un cliente de testigo; Ester, la mujer que vive encerrada en un cuerpo de niña a causa de una enfermedad misteriosa; y la palabra papá como una búsqueda parsimoniosa.
Vanessa Téllez también es periodista e integrante del comité organizador del Encuentro de Jóvenes Escritores Acapulco barco de libros. En esta entrevista, la autora nos ofrece una mirada fresca a este diálogo que hemos emprendido desde hace un par de meses con otros escritores, y nos habla de Signos vitales, su formación como escritora y lectora, la poesía sobre la prosa, sus contemporáneos, escribir o no sobre las heridas que deja el crimen organizado, el proceso de escritura, el e-book y literatura digital.

Joel Flores: En la literatura mexicana siempre son más los escritores que las escritoras. Sin embargo esas pocas nos han heredado grandes novelas y una biografía amplia, rica, persuasiva. Pienso en Nellie Campobello y Cartucho. Pienso en Elena Garro y su doble vida durante el movimiento estudiantil del 68. Pienso en ti y me pregunto ¿cómo ha sido tu formación?

Vanessa Téllez: No creo que exista una cantidad mayor de escritores que escritoras, lo que me parece que existe y sucede en muchos otros gremios, es más bien una apabullante desigualdad de género. Comenzando con los libros de texto en los que apenas se citan escritoras como referentes literarios y sociales, la edificación de la imagen de un escritor no ha evolucionado desde el referente clásico de un escritor dedicado absolutamente a escribir cómodamente desde su escritorio, no parece interesarnos qué ocurre fuera de esa escena y preguntarnos si existe en ese mismo cuarto una escritora que acaba de sentarse frente al ordenador después de preparar la cena y meter a los hijos a dormir. Como mujeres escritoras la tarea suele tener dos horarios, el trabajo en casa o fuera de ella no es el mismo que el de un hombre, sea o no escritor. A esto, podríamos agregar decenas de prejuicios, la historia avala el tácito rencor con que se suele abrazar la figura de una escriba. Aun cuando los contextos sociales cambian, seguimos habitando en un país que atiende con devoción las estructuras de sometimiento de género.
En cuanto a mi formación, diría que fue un proceso natural. Mi primera escuela fueron los argumentos por ejemplo, de Delia Fiallo, Liliana Abud o Caridad Bravo Adams, historias de disección muy precisa y personajes básicos. Es decir, me educó mucho la televisión en ese sentido. No sabía bien qué buscar, pero sabía qué definitivamente no quería leer. A la televisión se agregaron revistas cuya factura era por llamarlo, mucho más profunda, temas de cine o moda comandaron ese inicial apetito literario. En la preparatoria comencé haciendo pequeños y sencillos guiones de radio. Aun así, me interesaba más el diseño de modas, la manufactura de un vestido. Aspectos más gráficos que teóricos. Pero al mismo tiempo, comencé a escribir por cuenta propia, sin educación al respecto. Entré en contacto con la literatura hasta los 25 años. Entonces ya había trabajado en radio y prensa, quizá la escritura fue el paso siguiente a ese búsqueda que me alejaba cada vez más del diseño. No fue difícil el proceso formativo, pero sí ecléctico, incluso algo confuso.

JF: Los signos vitales son el último suspiro, movimiento, parpadear de alguien que está por irse de este mundo. Es la historia de la búsqueda del padre y el parricidio. ¿Por qué escribir novela y no cuento?, ¿cómo se fraguó?

VT: La historia como tal, sucedió hace 15 años y comenzó como un fotomontaje. Siempre que algo, un tema, una pregunta interrumpe en mi cabeza, es como si creara una especie de largometraje del que no puedo escapar. Esta historia en particular surgió como un planteamiento que me sedujo y otro tanto ante la imposibilidad de escribir otra historia. Fue como si el recuerdo de hace 15 años se impusiera y la pregunta que no quise contestar se manifestara en cada cuartilla. No escribo para contestar mis preguntas, escribo para formular mejor mis respuestas. SV era extender la interrogante, alargar la duda, y con suerte, muchísima suerte, encontrar el destello del eslabón perdido sobre esa conexión y mecanismos de relación entre padres e hijos cuya comunicación es nula o casi inexistente. Y debo decir que la muerte es un tema que siempre irradia mis temas, no siempre como el eje, pero sí como un sesgo que me provoca ensayar oraciones.

JF: Pocos son los narradores en México que recurren al tema del papá o la mamá en sus proyectos literarios, ¿por qué escribir sobre la imagen paterna y no sobre los defectos del Estado y sus leyes: la violencia estructural, el narcotráfico, sus víctimas?

VT: He escrito cuentos y textos sobre la violencia que aqueja a Guerrero, particularmente a Acapulco. Es un tema ineludible cuya cercanía pasó por decir, de los 6 grados de separación. Incluso diría que, no hacer ese propio registro sería atentar contra la naturaleza del escritor, en quien creo, existe una obligación por registrar su entorno. No es que no encontrara el tema, o la espina que sangrara esa historia, creo que la excusa, por así decirla, es que no he encontrado el momento en el que pueda desarmarme sin fracasar. Creo que si algo se le debe a este país es lealtad con su historia, con las víctimas de esta guerra, con los que morirán dos veces porque nadie les hará justicia. Creo que los libros sobre el narcotráfico tienen esas dos lecturas, o deberían. Al final, habremos de ver cuántas de esas novelas o libros sobre el narcotráfico, revelaron o extendieron mejor la oscuridad para aprender cómo y dónde se encuentra el encendedor. Creo que en los libros debemos encontrar algo más que el papeleo burocrático que arroja la violencia y su entorno.

SV coincidió también con la lectura a Paul Auster y a Nothomb. El extrañamiento de Amelie por su origen y la identificación geográfica me deslumbraron, era verme en parte reflejada en ese extravío. Nacer en DF pero vivir en Acapulco desde el primer año, siempre ha representado un poco también, cierta orfandad. Hace ocho años intenté vivir en DF y no pude, simplemente fue imposible conectar con la ciudad. Por otra parte, la familia siempre me parece un misterio de descifrar. Encontrar o no similitudes entre quienes crecimos y compartir las diferencias sin entablar una distancia absoluta, es impresionante. Todavía no me explico cómo es que uno nombra hogar o patria a una ciudad, y cómo lo amamos desde la aparente nada, desde el total desconocimiento.

JF: La búsqueda de Zoé, la protagonista de Signos vitales, es encontrar las palabras exactas para retratarnos a su padre. Sin embargo, su viaje toma otros rumbos y la premisa de la novela se convierte en un pretexto para narrar otras historias. Dime, ¿la estructura fue cambiando mientras la escribías, o el enunciar a otros personajes funge como un espejo que dimensiona a la protagonista y su anhelo?

VT: Fue un poco de todo. Quizá con el tiempo vea en SV mi propio laboratorio textual. Al inicio lo pensaba como un monologo. No quería nombres, o especificaciones demasiado reveladoras. Quería que la historia cogiera su propio rumbo sin perder el puerto. Conforme las cuartillas crecieron, encontré varias necesidades qué afrontar. La imagen del padre era el principal espejo de Zoé. La historia tomó la estructura de un cuarto. Cada personaje era una pared, así todo giraba o encerraba un sólo personaje. Zoé es el pivote que da cuerda a la historia. Mientras vienen y desaparecen personajes, Zoé parece permanecer en el mismo lugar, pero se ha movido desde el principio.

JF: En tu novela suele privilegiarse el sonido de las palabras y las imágenes que evocan, al punto que la trama se convierte en un hilo congelado, al servicio de lo poético. ¿Qué tanta influencia de la poesía hay detrás de Signos vitales? ¿Crees que para lograr un lenguaje equilibrado, un narrador deba leer más poesía que narrativa?

VT: Debo admitir que leía poca poesía. Comencé a leer más libros de poesía después de terminar SV, y fue tanto como saltar en paracaídas, totalmente al azar. La influencia de Anna Becciu, Max Rojas, Carlos Pellicer,  Pizarnik, Plath o Francisco Hernández me revelaron todo un mundo con el que podía identificarme, porque básicamente entendía de lo que estaban hablando. Quizá la estructura de las imágenes se deba a mi necesidad por escuchar música mientras escribo, y generalmente, ésta debe sintonizar con el tono que busco. Creo que he soñado musicalizar con pausas, con las palabras adecuadas cada historia que escribo. Me preocupa la forma, el vestido con que se presenta un texto. No sé si se deba leer más poesía que narrativa. Pero en lo personal, encontrar poesía, maravillosa poesía de gente joven como Sara Uribe, ha potenciado áreas donde la funcionalidad o practicidad gobernaban la prosa. Creo que la poesía refresca y provoca rizomas en el lenguaje narrativo con mejor fluidez, la viste mejor sin duda.

JF: Cambiemos la dinámica, diré una palabra y tú me respondes lo primero que pienses:

Padre: Soledad
Poesía: Belleza
Novela: Dolor
Acapulco: Mar/Catarsis/Dios
Escritura: Pasión
Signos vitales: Ciclo/Hastío

JF: ¿Qué opinas de las políticas de las editoriales comerciales? ¿Te fue complicado publicar en Tierra Adentro?

VT: He escrito antes de SV cuatro novelas. Malísimas, creo. Antes mis historias tenían otros temas, mucho más adolescentes, quizá. Las búsquedas cambian, maduran, gesticulan nuevas formas de dimensionar al mundo, o lo que conocemos como tal. Antes de SV terminé una novela más cercana a mi realidad, novela que mandé a TA antes que SV y que, afortunadamente no se publicó. Fue una novela que exteriorizó el apasionamiento hasta entonces contenido en la lap y el pequeño mundillo de letras que conocía. Supe de TA cuando era reportera, causalmente. En aquellos años, hace 7, mis referentes literarios eran columnistas y críticos de revistas sobre cine o moda. Pero ese mundo que descubrían, aunque apenas dimensionado en revistas mensuales, me permitió coquetear con la posibilidad de escribir. 
Fui rechazada por una editorial independiente, no puedo decir que fuera su culpa y que apostar por escritores desconocidos sea impensable, también creo que aquella novela era malísima. Creo que influyen muchísimas cosas, puede ser una mala historia, un mal tratamiento, numerosos intereses, y es válido. Lo que no es válido es dejar de escribir por ello.

JF: Tienes un blog y eres constante en su actualización, ¿publicarías alguno de tus proyectos en e-book?, ¿crees que llegarían a más lectores gracias a la nueva cultura de la información?

VT: Soy de la vieja escuela, aún persiste mi intención por hacer del blog mi mejor casa. Lo comencé cuando dejé el periodismo, primero para obligarme a escribir semanalmente. Luego, para anotar fijaciones y agradecimientos literarios. Ahora es el único lugar de la vorágine cibernética donde me siento más a gusto. Desde que vivo en DF, el blog se ha vuelto más una bitácora fotográfica de las calles que voy conociendo y de la ciudad donde nací. La relación con el DF ha sido más de reapropiación en espacio y forma; de ello, da fe el blog.
Claro que publicaría en e-book, la escritura no sólo está vinculada al papel. Hay todo un recinto cibernético de escritores que consumen e-books, a veces me parece que con más pasión que aquellos, me cuento, que buscamos la representación física del libro. No creo que el libro y el e-book peleen por lectores. En todo caso, se los van a repartir. Lo que debería preocuparnos sería no crear más herramientas para el consumo de libros, simplemente de escritura, financiar mejores espacios. Arrendar computadoras, kindles. Existe una sobre preocupación por el e-book y por vender libros, pero no precisamente por desarrollar programas para el financiamiento de lecturas.

JF: Se dice que los escritores jóvenes tenemos un apuro por publicar y poca preocupación por lo que escriben nuestros contemporáneos, ¿sueles leer a escritores o escritoras nacidas durante la década de los ochenta o prefieres a los clásicos, a los que nos anteceden?

VT: Es cierto, pero creo que es un mito. Soy curiosa y muy desordenada para leer. Así que leo de lo que voy escuchando, de lo que se comenta y de lo que siempre me ha interesado; esos temas que se van moviendo pero persisten. Me gusta saber de qué van los escritores de mi edad. Es interesante hacer correlaciones de una generación porque, aunque tengamos la misma edad, nuestros referentes son distintos, empezando por la ubicación geográfica. Recientemente trato de ligarme con los de mi edad por empatía generacional, y claro, los clásicos son la escuela de la que venimos aprendiendo y a quien acudimos como santidad divina para replantear lo que decimos en otro lenguaje, en otro tono, en otro folclor.  Me gusta mucho la poesía de gente como Ingrid Valencia, Sara Uribe, Manuel Parra y narradores como Iliana Vargas, Federico Vite, Javier Caravantes, gente que no necesariamente coincide en edad o temas. Dirigir mis apetitos literarios en función de la edad, sería algo castrante.

JF: ¿En qué proyecto te encuentras trabajando?, ¿es otra novela?

VT: Llevo trabajando en la misma novela desde hace 3 años. Pero parece una relación abierta porque mientras la escribo, terminé una noveleta y un par de cuentos. Así que el tiempo literario se divide entre corregir y escribir una novela que alimento leyendo libros sobre el tema y realizando investigación afín. La escritura es también recesos para leer y vacilar con las influencias de otras disciplinas. El cine y la pintura ayudan mucho cuando la música literaria se detiene. Estas formas plásticas me han permitido por ejemplo, replantear mucho de lo ya escrito y conformar imágenes más amplias, tridimensionar lo estático, lo que parece no salirse de un recuadro. El cine, leer historias en la pantalla es renovar el contrato con la lap, saber que las hechuras podrían disfrutarse si están bien cortadas. 



Para conocer el blog de Vanessa puedes dar clic aquí
La entrevista también puede leerse  aquí

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