sábado, 31 de mayo de 2008

.174.


Sobre el compromiso con la literatura

(carta abierta a los que denuncian que el escritor debe tener un compromiso social)

Hace una semana estuve en Nayarit, en el encuentro de escritores dedicado a Amado Nervo. Los organizadores me pidieron que escribiera un texto sobre literatura y urbanidad, palabras que, a mi juicio, chocan. Uno escribe para alejarse de todo lo que le rodea. Redacté el texto en un día. Lo hice rápido porque el dar clases en una preparatoria, mi tesis y el proyecto de escribir un nuevo libro impiden que me rinda el tiempo. El texto marca bien una postura que, casi siempre, tengo a la hora de escribir: cuando estoy frente al escritorio no me importa nada más que la historia y mis personajes. Quizá en ese momento surja un terremoto y por ignorarlo termine sepultado entre mis libros y el escombro. Pero moriré feliz, haciendo lo que más amo. Luego de leer el texto en Nayarit, me di cuenta de muchas cosas.

Por ejemplo: soy alérgico a la realidad porque cada día me es más doloroso ver cómo se despedaza este mundo. Dos: a pesar de que me da alergia estar en contacto con la realidad y veo mi biblioteca como la propia urbanidad o escudo protector, existe en mí la preocupación de hacer algo, de querer evitar que se despedace el mundo. Con esto no me refiero a que debo ponerme la playera del punk radical sin argumento, la del lelo que desdeña contra cualquier escritor porque no es aceptado en tal círculo o elite literaria o porque no gana premios o becas, alicientes que sólo ayudan a pagar deudas. En verdad no escribo para ganar espacio o para que me acepten en un grupo, sino para alejarme de las cosas que me pueden afectar. ¿Tengo que nombrar a tantos escritores que nos han repetido la idea hasta el hartazgo de que un escritor se hace en solitario? Se escribe para encontrar una mejor vida. No para perder el tiempo desgastando las neuronas exigiéndoles a otros escritores que se comprometan políticamente cada vez que escriben, o que dejen de escribir para que estén al tanto de si se vende o no PEMEX. Suficiente se tiene con el compromiso de la literatura por sí misma, con ese esfuerzo y martirio de levantarse a diario y lo primero que se hace es encender la computadora y leer lo que se escribió el día anterior. Un oficio enfermizo. Aún así, creo en la literatura como un devoto cree en su religión. En su momento esta actividad fungió para mí como tablón que me protegió del mundo. Ahora mi deuda con ella es hacerle sentir a otros lo que la literatura me hizo sentir a mí.

En cambio, como ciudadano tengo otras preocupaciones. Que los corruptos de arriba no se traguen el poco México que les puede quedar a mis hijos o a los hijos de mis hermanos y amigos. Que los medios de comunicación no nos sigan engañando con su retórica retorcida. Pero si queremos cambiar las cosas, la salida no está en despotricar contra el otro, no está en escribir cartas sin un asomo de inteligencia, donde se destile un pésimo duelo individual: la porfía barata por ser reconocido. La solución está fuera de la literatura. Está en la calle, en las escuelas, en la gente que no recibe educación por su bajo presupuesto. Dar clases en una preparatoria me ha servido de mucho. He aprendido junto a mis alumnos que la mejor manera de cambiar un mundo no es sólo arguyendo ideas contra la corrupción en México. El preguntarnos por qué están así de mal las cosas, desde cuándo comenzaron a estar, por qué no nos aceptamos como mexicanos, por qué tenemos el vicio de negar nuestra cultura y aceptar la ajena y por qué somos unos traidores son unas de las tantas preguntas que debemos resolvernos como ciudadanos, pero aquí está de sobra la literatura.

En este país tenemos muy arraigada la idea de desmadrar al prójimo porque comienza a sobresalir o porque comienza a irle mejor que a uno. El mexicano se caracteriza por hundir al vecino y porque siempre se está quejando. El mexicano se caracteriza por trepador, por querer ganar fama con la ayuda de terceros, cuando terceros no se desbaratan por ellos. “Que si fulano ganó un premio fue porque tiene amigos con el Estado”. “Que si zutano ganó una beca fue porque se acostó con los jurados”. “Que si en tal encuentro no se habló de tal cosa es porque son unos idiotas”. ¡Ya basta! No me interesa la gente que usa la literatura y al oficio de escribir para convertirla en chisme. Ni tampoco las cosas sospechosas que rodean al escritor. Me interesa la literatura por sí misma. Me interesa el diálogo, la discusión de ideas, no los foros de baja estofa que manejan todo como chisme. Hagamos una lucha por eliminar los diretes de la literatura. No cabe duda que por defender esa postura me he ganado muchos enemigos, pero también he estado junto a gente que he querido y sigo queriendo. No entiendo aquellas personas que, enojadas porque no han podido terminar una novela o un libro de cuentos, le exigen al otro hacer lo que según ellos es bueno. Y lo peor, lo agredan porque no tiene o no quiere mostrar un compromiso político. ¿Acaso es obligatorio? No, perdón. ¿Acaso es un deber obligatorio el que el escritor tenga un compromiso con la política? La historia no me va a desmentir. La mayoría de los personajes que se han sentido inclinados por ese tema y que se jactan de humanistas han terminado corrompidos por el poder y el dinero.

El deber del intelectual es proponer salidas, no causar escándalos de lavadero, ni encerdar temas que pueden discutirse y tener solución con la pertinencia y los argumentos adecuados. Muchos de los problemas sociales que tiene México se pueden arreglar si comenzamos aceptar a ese otro como un nosotros, si dialogamos con él sin quitarle o exigirle que cambie su ideología de vida. ¿Quién dice que enseñar es imponer ideas de manera neurotica? Nuestro oficio como escritores lo demanda: escribir es ponerse en el lugar del otro, conocerlo, saber qué desea, qué lo mueve. Mas no censurarlo o negarlo, mucho menos discriminarlo por sus ideas.




11 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Las ideologías quedan fuera de la literatura? ¿Los problemas sociales o económicos también? ¿Entonces el escritor queda fuera de todo y mira para otro lado? No estoy de acuerdo. Al menos, no quiero leer nunca el trabajo de un escritor así.

Anónimo dijo...

Se supone que junto a otros intelectuales, los escritores son las neuronas de la sociedad. Tu sugieres que hay que escribir sin compromiso hacia nada. ¿Para empezar, eso es posible? Es cierto que no es obligatorio, pero insisto que es de esperarse. Por eso la literatura mexicana es tan pinche y tan superficial. No conozco a nadie que tome en serio a la actual generación de escritores de este país, y no se debe a que no los haya.

Anónimo dijo...

EN LA LITERATURA NO EXISTEN LOS DOGMAS, ASÍ QUE CADA AUTOR ES LIBRE DE DECIDIR SI SU LITERATURA SE COMPROMETE O NO CON LOS PROBLEMAS QUE LO RODEAN. POR SUERTE, ESCRITORES DE LA TALLA DE VÍCTOR HUGO, THOMAS MANN, ERNEST HEMINGWAY, ALBERT CAMUS, BORÍS PASTERNAK, JEAN-PAUL SARTRE, SAMUEL BECKETT, PABLO NERUDA, NAGUIB MAHFOUZ, JOSÉ SARAMAGO, GÜNTER GRASS, J. M. COETZEE, ORHAN PAMUK O DORIS LESSING NO ABOGARON POR EL OSTRACISMO, COMO TÚ LO HACES TAN APASIONADAMENTE, Y NOS HAN DEJADO MUCHAS OBRAS MAESTRAS.

Bernardo Araujo dijo...

dudo mucho que heminway, saramago. beckett o quien se les antoje, estuviera pensando en sus ideas politicas o en su compromiso social en el momento, no, no mames..estaban creando eso y nadamás. y en ese momento lo ínico que importa es la verdad de los personajes no la de su autor.
y no por eso su obra carece de compromiso.
Es la vida que no fue, de lo contrario no seriamos escritores si no histriadores, sociólogos, politólogos otra cosa pues

deivid dijo...

Coincido de alguna forma con los comentarios anteriores. "Se escribe para un pueblo que todavía no existe", decía Piglia (creo). ASí que, partiendo del hecho de que "la realidad supera a la ficción", y si nuestra realidad en nuestro país está pa' la verga, caray, pues ni pedo: apechuguemos, es el "material" que hay para trabajar con él.

Estoy de acuerdo con la primera parte de tu última idea que creo condensa el resto de tu post: "Nuestro oficio como escritores lo demanda: escribir" y hasta ahí me quedo. No somo redentores.

Termino mi coment con el resto de tu sentencia (que ronda en la contradixión, vato): "ponerse en el lugar del otro, conocerlo, saber qué desea, qué lo mueve. Mas no censurarlo o negarlo, mucho menos discriminarlo por sus ideas".

Al menos, dejemoslo en claro, tus señalamientos son en el sentido de "ciudadano", pero parece que las preocupaciones del Joel-ciudadano se confunden con las del Joel-escritor (¿será el mismo? la confusión aparece cuando Joel-ciudadano habla de "escribir"). No sé cuál de los dos podría entonces responder esta pregunta: ¿y si el otro es el corrupto, el punk radical sin argumento, el lelo que desdeña contra cualquier escritor porque no es aceptado en tal círculo o elite literaria o porque no gana premios o becas, el corrupto de arriba, el dueño del medio de comunicación que engaña con su retórica retorcida?

¿La solución, entonces, está fuera de la literatura? En la ciudadanía, como mencionas. ¿Y quiénes leen? ¿Quién es el destinatario final del texto? El lector, ideal si se quiere, y si este existe, así sea en nuetras mentes, si existe como yo escritor leyendo y repasando el texto que comencé a escribir ayer, anoche, soy mi primer lector, entonces yo lector ideal existo, y formo parte de ese pueblo por venir, para el que se escribe, inscrito en una realidad que ya no es la que Joel-escritor-Joel-ciudadano (donde dice Joel colóquese cualquier otro nombre de aspirante a escritor, como somos) se desarrolla, sino en la que está por construirse.

un abrazo, vato.

*Nota: Onetti descubrió, y de ahí el éxito de sus tramas y personajes, el secreto de la retórica del Estado: él escribía justo como el Estado reaccionaba antes tal o cual situación. "Toda literatura es un complot" (creo que Piglia dixit, también). La otra cosa es que hay política o posturas políticas desde uhhh, hace madrales de años. Un botón de ejmplo: las cartas de relación escritas a la corona tenían un estilo fijado por los letrados. Había que seguir el orden riguroso dictado por los letrados. Uno más reciente: el graffiti.

Nota 2: ah, y una joyita: Borges vincula lo que Paz afirma en El laberinto de la soledad: “el mexicano no tiene un vínculo real con el otro, nunca expresa públicamente su estado de ánimo, hacerlo lo expone a que lo chinguen”.

Bernardo Araujo dijo...

a ver a ver que fue eso de Ramón Ramón

Bernardo Araujo dijo...

este... ja ahi dispense ando mas distraido que de costumbre

Anónimo dijo...

Banda, gracias por comentar el post. Quisiera aclarar que este texto nació después de haber leído algunos otros blogs que iniciaron el diálogo sobre el tema. Ver: http://neverneutral.wordpress.com/2008/05/27/the-politics-of-writing/#comments, http://www.fabricadepolvo.blogspot.com/, y http://eltaza.wordpress.com/ Quizá debí haberle puesto el subtítulo al post: “carta abierta a”. Pero quise que el diálogo no se cerrara en un círculo. Hoy por la mañana me puse a darle seguimiento al tema y me di cuenta de que la autora, llamada Ira, cuyo blog está en el último link de líneas arriba, ya se dio el lujo de explicar algunos detalles de su carta, el texto que suscitó esto. Festejo su valentía, pero no tanto sus detalles que me parecen de sobra y endebles, puesto que el diálogo apenas se encontraba agarrando vuelo y estaba sucintado comentarios atractivos.
Me gustaría seguir con ello en este espacio y aclarar algunos puntos:
Anónimo: En ningún momento se dice en mi texto que el escritor no debe estar a favor de cierta ideología, entendida como conocimiento sobre las cosas que habitan el mundo. Tampoco dije que las ideologías queden fuera de la literatura. ¿Acaso cuando se escribe no se está llevando a cabo una sobre las cosas? Si bien, mi texto muestra una cosmovisión: no voy a desprestigiar u odiar o decir que es mala la literatura de Vila-Matas porque no muestra un compromiso político en Suicidios ejemplares, como tampoco voy a decir que Coetzee es mala literatura porque en su Edad de hierro blande una crítica perfecta al apartheid sudafricano. Si bien, son dos posturas, o visiones de mundo o cosmogonías distintas y eso es hace interesantes a estas obras. En la literatura hay público para todo y escritores para todo. Como cada lector apuesta por sus gustos, yo apuesto por las dos: la literatura comprometida con la denuncia social (Coetzee) y la literatura por sí misma (Vila-Matas). Pero como escritor, a la hora de escribir, me sacudo de todo lo que exista afuera, mejor dicho, la realidad. ¿Eso para ti no es mostrar una ideología?
Karla Torres: ¿Estás segura en que solamente los intelectuales y escritores deben ser las neuronas del país? No creo que deba ser así, ¿dónde dejamos nuestro compromiso como ciudadanos? ¿Les vamos a dejar a los escritores que arreglen nuestros problemas sociales? No hay que embarrar el acto de la creación literaria de estos problemas. Uno escribe de lo que quiere y dejemos que los demás escriban lo que quieren. Si el fin es solucionar los problemas de México como lo son la educación, la pobreza o la corrupción, no se hace desde el escritorio, sino desde la práctica. Si mucha es la necesidad de un escritor el cambiar el mundo o la pobreza, soy de la idea de irse, como Revueltas, a donde están los conflictos y a luchar contra ellos. Ahí es donde uno cala sus fuerzas. Pero no soy de la idea de obligar a los escritores que no están comprometidos más que con su literatura misma a convertirse en entes políticos. Tampoco estoy de acuerdo en que la literatura mexicana sea tan pinche o superficial. Hay que darle una revisada a la literatura de la Revolución Mexicana, ahí puedes encontrar lo que demandas con tu argumento sobre el compromiso social y literario, y de paso hay que revisar también a Revueltas, creo que con ellos tienes para reflexionar un poco. Por otro lado, si estabas buscando a alguien que tome enserio a la nueva generación de escritores de México, creo que te refieres a los del 70, pues ya lo encontraste. Me presumo como un lector de ellos, de Lemus, de Harmodio, de Yépez, de Ortuño y de Miklos. La antología Grandes Hits de Tryno Maldonado me parece una obra necesaria que ayudará a futuros estudios literarios a responderse qué se estaba escribiendo en estos años y cómo se concebía la literatura.
Ramón, Bernardo, gracias por los coments.
David, mi compromiso con la literatura está con la literatura. Mi compromiso como ciudadanos está con el País y con el otro, como mi formación humanista lo demanda. Sigo en el canal de que uno no va arreglar los problemas del país yendo a congresos de escritores ni mucho menos a presentaciones de libros. Tampoco voy a enderezar el país escribiendo. Al menos busco enderezar mi vida con ello y llevar a cabo lo que amo hacer. Así como apunté: escribir es poner en el lugar del otro, también escribo: como escritores a lo que nos ocupa: escribir. Como ciudadanos o mejor dicho, como humanos, a lo que nos mueve: solucionar los que nos perjudica. Sólo hay que tener los pies bien puestos en cada espacio.

Édgar Adrián Mora dijo...

La falacia comienza donde creemos que el escritor no es ciudadano.

Anónimo dijo...

Yo creo que la falacia tiene otro fondo, Adrián. Está en lo que demandó Ira en su carta: obligar a un escritor a tener un compromiso social. En verdad no me veo exigiéndole eso a Vila-Matas, ni a Fresán. Prefiero leerlos. Pienso que todo esto tiene solución si comenzamos por aceptar al otro como un nosotros, insisto. Por esa razón escribí: “Nuestro oficio como escritores lo demanda: escribir es ponerse en el lugar del otro”. Aceptemos al escritor que no se obliga a tener un compromiso social, más que con su literatura misma, como aceptamos al escritor que tiene muy marcado un compromiso social. Ambos crean algo que nos une a muchos como lectores. La literatura. Pero en fin. No hay verdades absolutas, ni universales, y todo es discutible. Pero pienso que esto no hubiera tomado este rumbo si Ira no se hubiera dejado provocar por un escritorzuelo lelo que no supo responderle a una señora por qué son caros los libros en México, según lo cuenta la autora de la carta. Eso es como de lavadero, ¿no crees? Creo que si muchas son las ganas de alguien, dejando de fuera que sea escritor o ciudadano, el arreglar los problemas sociales en México como los son la pobreza, la mala educación, entre otras cosas, debería salir de la biblioteca, o de su trabajo y aventarse al ruedo, lugar donde están esos conflictos, para solucionarlos. El estar peleando por certámenes literarios, por apoyos o becas a escritores, si se habló de esto o no en un encuentro, no logra arreglar lo que tiene jodido a México. Por el contrario, la discusión se cierra en un muégano, en una idea de quítate tú, porque haces mal tu trabajo y yo debo ocupar tu puesto. En fin, no sé tú, pero cuando compro un libro, no me fijo si el escritor tiene o no un compromiso social, sino más bien si es buen contador de historias y la capacidad de trastocarme mi idea sobre las cosas.

Te mando un gran abrazo, carnal. Gracias por tu coment.

Anónimo dijo...

Yo también creo que un artista o un escritor no necesariamente tiene que estar comprometido políticamente, ya bastante tiene si logra comprometerse con su escritura y si su genialidad se lo permite y puede con lo otro, pues justamente será la coherencia entre lo que hace y cómo vive y lo que dice y cómo puensa quien determinará tales compromisos. Yo también sostengo que el compromiso primero debe ser con su arte sea el que sea que éste haga. Que lo otro puede distraerle, saturarle y en la mayoría de los casos anularle. Y sin embargo tiene que saber dónde está parado y tal vez opinar, pero no tomar bandera o batura, para eso se ocupa una segunda pasión y yo creo que bastante se tiene con andar viviendo con una: con la pasión de escribir. Supongo que eso quiso decir Joel. No olvidar Paraguas...

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