jueves, 29 de mayo de 2008

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Ya está aquí una novela esperada por muchos. Luego de cuatro años de silencio Álvaro Enrigue aparece de nueva cuenta en el templete para presentarnos su novela Vidas perpendiculares. Como no vivo en el DeFe y acá en Zac. no ha llegado la novela, me metí a Gandhi virtual y ahí la encontré para pedirla. Aún no tengo el libro en mis manos, puesto que lo pedí hoy, pero en la página de Anagrama leí la siguiente reseña, misma que nos hizo intuir que en Vidas perpendiculares encontraremos a un Enrigue que no deja de experimentar con las formas narrativas y nos sorprenderá con cosas nuevas.

Jerónimo Rodríguez Loera es en apariencia un niño mexicano como cualquier otro, pero también es un monstruo: recuerda completo el ciclo de sus reencarnaciones y, con él, todo el comportamiento humano. Al recordar sus vidas, Jerónimo presentará al lector el juego eterno al que se deben sus participantes. Echados ya los puentes sobre el modelo de la novela-río, Vidas perpendiculares es una formulación distinta, una novela cuántica, donde los diversos tiempos y espacios son simultáneos. Sólo así pueden convivir la carga de caballería de Germánico César y el jardinero laguense, la amante napolitana de Francisco de Quevedo y el agitador asturiano en Buenos Aires, la camellera de las estepas mongolas y el muralista que fracasa por ser de derechas, Pablo de Tarso y los cachorros de un Homo sapiens programados para imponer su ADN a garrotazos. Y de esta colisión de realidades emergen los misterios que Enrigue desmadeja: ¿Cómo es que un muchacho turco, tejedor de carpas y destinado al sanedrín, inventó la modernidad? ¿Cómo es que el mayor poeta erótico de la lengua era también el hombre más desagradable de su siglo? ¿Cómo veíamos el mundo antes del habla?

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