Después de una larga temporada, vuelvo al cine solo como quien vuelve al amor, según se canta en aquella rolita porteña. Antes de llegar a la taquilla, casi soy atropellado debajo de un puente de paso peatonal por una camioneta que, igual que yo, desobedeció los señalamientos. Frenó a tiempo y me vi como un estúpido ante la fuerza contenida de una Lobo de color blanco y los insultos del texano que la manejaba. En el cine, más guiado por el morbo y porque me encuentro leyendo la novela Dinero, de Martin Amis, compré un boleto para la película Paranoia (Disturbia), del director D.J. Caruso. En realidad pensaba, sin haber visto la sinopsis, que se trataba de un filme sobre un maldito tipo encerrado en su mundo y que piensa que todos los habitantes de su ciudad están en contra suya y termina por hacer una asesinato masivo. Pero no fue así. El título Paranoia me conectó de inmediato con aquel rodaje llamado Amnesia. Sin embargo, la única relación que podemos encontrarles es que en ambas participa la actriz Carrie-Anne Moss, mejor conocida como Trinity, en la trilogía Matrix. Moss interpreta en este rodaje a la mamá dócil, protectora y a veces incomprensiva de Kale (Shia LaBeouf), el protagonista.
La cinta Paranoia, debo advertir que cumple todos los requisitos que exhiben las películas de baja estofa producidas por Hollywood, tiene un principio que logra enganchar la atención del espectador, si le cortamos aquella escena típica donde padre e hijo se encuentran pescando en un laguito pacifico, familiar, y nos situamos en el raudo accidente automovilístico donde muere el padre Kale, un escritor de alta edad, padre modelo, según los clichés norteamericanos.
Transcurre un año y pasa lo siguiente. Kale es un joven universitario que está por cumplir los diez y ocho años de edad y se ve envuelto en problemas, además de cargar con la resaca de la muerte de su padre que lo ha convertido en un chico silencio e introspectivo, tras golpear a un profesor de lengua española en su propia escuela. Esto lo lleva a ser sometido a un juicio estudiantil, donde el profesor retira los cargos para que su alumno no vaya a la cárcel y prefiere que cumpla un arresto domiciliario.
La trama de la película comienza a desenvolverse después de que Kale, tras intentar adaptarse a su pena impuesta por el Estado, se ve influido por el aburrimiento, el tiempo de sobra y comienza a espiar a sus vecinos, al punto de que llega aprenderse de memoria sus actividades diarias y sus conflictos. En la historia también participa (si no hay vedette en el cine gringo no es cine de Hollywood) una hermosa chica (Sahara Roemen) rubia, delgada y de caireles, que acaba de mudarse al vecindario junto con su familia; una familia disfuncional, donde marido y mujer tienen los fusibles fundidos por culpa de los celos, típico conflicto mal tratado del cine gringo y que con ello se le muestra al espectador lo miserables que son nuestras familias disfuncionales y como nos orillan a los hijos a ser antisociales y solitarios.
Kale invita a uno de sus amigos a espiar a su vecina, Ashley, mientras la misma toma un chapuzón en traje de baño en su alberca particular. Los chicos son descubiertos por Ashley y la joven prefiere entablar una relación con ambos para descubrir de manera amplia si la espiaban o no. Esto conlleva a que en el trío nazca una amistad casi inverosímil y se reúnan, a partir de ese suceso, todas las noches para espiar a su vecino (David Morse), un tipo extraño que poda sus césped dos veces por día y a que Kale y Ashley se enamoren por arte de magia. Pero hay una pequeña vuelta de tuerca mal lograda en esta historia. Kale, con su cámara de video, binoculares, y otros artefactos, descubre que su vecino es un asesino de vedettes y comienzan a espiarlo. Lo cual lo lleva a una retahíla de episodios como búsqueda de datos de las mujeres desaparecidas en internet los últimos años, la revisión de la casa, sus coches y hasta quién entra y sale en su domicilio. Sobra decir que Kale termina por descubrir que su vecino es quien en verdad pensaba (el asesino) y que su madre, además, está enamorada del sujeto y es una de las prospectos para habitar la colección de mujeres cercenadas del vecino.
Al terminar la película salí tan decepcionado de la vida y del cine, que no me quedó de otra que caminar solo de nueva cuenta a casa, a la expectativa de no ser atropellado y terminar de leer Dinero, de Martin Amis.
La cinta Paranoia, debo advertir que cumple todos los requisitos que exhiben las películas de baja estofa producidas por Hollywood, tiene un principio que logra enganchar la atención del espectador, si le cortamos aquella escena típica donde padre e hijo se encuentran pescando en un laguito pacifico, familiar, y nos situamos en el raudo accidente automovilístico donde muere el padre Kale, un escritor de alta edad, padre modelo, según los clichés norteamericanos.
Transcurre un año y pasa lo siguiente. Kale es un joven universitario que está por cumplir los diez y ocho años de edad y se ve envuelto en problemas, además de cargar con la resaca de la muerte de su padre que lo ha convertido en un chico silencio e introspectivo, tras golpear a un profesor de lengua española en su propia escuela. Esto lo lleva a ser sometido a un juicio estudiantil, donde el profesor retira los cargos para que su alumno no vaya a la cárcel y prefiere que cumpla un arresto domiciliario.
La trama de la película comienza a desenvolverse después de que Kale, tras intentar adaptarse a su pena impuesta por el Estado, se ve influido por el aburrimiento, el tiempo de sobra y comienza a espiar a sus vecinos, al punto de que llega aprenderse de memoria sus actividades diarias y sus conflictos. En la historia también participa (si no hay vedette en el cine gringo no es cine de Hollywood) una hermosa chica (Sahara Roemen) rubia, delgada y de caireles, que acaba de mudarse al vecindario junto con su familia; una familia disfuncional, donde marido y mujer tienen los fusibles fundidos por culpa de los celos, típico conflicto mal tratado del cine gringo y que con ello se le muestra al espectador lo miserables que son nuestras familias disfuncionales y como nos orillan a los hijos a ser antisociales y solitarios.
Kale invita a uno de sus amigos a espiar a su vecina, Ashley, mientras la misma toma un chapuzón en traje de baño en su alberca particular. Los chicos son descubiertos por Ashley y la joven prefiere entablar una relación con ambos para descubrir de manera amplia si la espiaban o no. Esto conlleva a que en el trío nazca una amistad casi inverosímil y se reúnan, a partir de ese suceso, todas las noches para espiar a su vecino (David Morse), un tipo extraño que poda sus césped dos veces por día y a que Kale y Ashley se enamoren por arte de magia. Pero hay una pequeña vuelta de tuerca mal lograda en esta historia. Kale, con su cámara de video, binoculares, y otros artefactos, descubre que su vecino es un asesino de vedettes y comienzan a espiarlo. Lo cual lo lleva a una retahíla de episodios como búsqueda de datos de las mujeres desaparecidas en internet los últimos años, la revisión de la casa, sus coches y hasta quién entra y sale en su domicilio. Sobra decir que Kale termina por descubrir que su vecino es quien en verdad pensaba (el asesino) y que su madre, además, está enamorada del sujeto y es una de las prospectos para habitar la colección de mujeres cercenadas del vecino.
Al terminar la película salí tan decepcionado de la vida y del cine, que no me quedó de otra que caminar solo de nueva cuenta a casa, a la expectativa de no ser atropellado y terminar de leer Dinero, de Martin Amis.
2 comentarios:
¿Sabías que es un remake de La ventana indiscreta del maestrazo A. Hitchcock?
tienes razon....suele sucer, vas al cine esperando una pelicula (que por lo menos tenga una trama buena) y que al final otra decepcion más. Shia no se ve muy creible. Por otra parte ahora me interese en ver la original ''Rear Window'' de Hitchcock (que mencionan ahi arriba)...
Saludos y me parecio interesante tu blog....
Publicar un comentario