domingo, 16 de julio de 2006

Do you like come back me, morrita?



Llegué de Monterrey y la ciudad sigue igual. No estás tú. Falta poco para que llegue el día que me hará estar más viejo. Demasiado para volverte a ver. Ayer por la noche volví a escribir. Llovió. Escuché aquel grupo de rock que reproducía el estéreo del Chevy cuando me besaste por primera vez. Los recuerdos son como balas expansivas en mi pecho. Sigue lloviendo. Cuando me hablas por teléfono me dices que lo que más extrañas de Zacatecas es la lluvia. Te interrumpo diciendo que yo lo que más extraño de Zacatecas eres tú. La casa es demasiado grande cuando no estás. La ciudad no existe para mí si tú no la transitas. Me pides que escriba. Me pides que escriba un cuento de cómo nos conocimos. Deja improviso:

Yo era un mediocre, un fracasado y lo único que buscaba esa noche era suicidarme, robar un oxxo, involucrarme en una pelea callejera, robarle el arma a un policía para destruir los pocos sesos que me quedaban. Pero te encontré en el corazón de la disco, justo en el momento en que sus latidos eran acelerados y yo dirigía un vaso con tequila y barbitúricos a mis labios (a escondidas del Pire). Te me acercaste para preguntar si aún me acordaba de ti y tu sonrisa iluminó todo el antro y detuvo el corazón de la fiesta. Fue y es la luz que me sacó y saca de esa cloaca oscura, maloliente y tétrica en la que me encontraba y me encuentro…

Escribir sobre ti fue como poner una Lüger en mi cráneo y detonarla. En realidad así no nos conocimos. Fue distinto. Lo narrado anteriormente fue sólo un simulacro. Lo verdad debe ser guardada por el silencio.

Vamos a cumplir dos meses. Eso debe festejarse. Mi cumpleaños no. Mi política es que después de los dieciocho se debe de perder la tradición de celebrar los cumpleaños. Sobre todo los míos. Porque a pesar que soy más joven que tú siento los años como piedras en los riñones. Me dijiste que al llegar a esa fecha te pondrás un arete en la nariz. Yo te pregunté que si por lo de nosotros o por de mi cumpleaños y, animado a que fuera cierto, te propuse perpetuar nuestro amor tatuándome a Elmo en una de mis pompas. Aclaraste que te pondrás el arete porque lograste pasar el complicado examen de medicina.

Yo escribo un libro. Y todas las mañanas me despierta el teléfono. Eres tú. Me cuentas cómo te va en tu tienda de regalos y qué haces por las tardes. Te digo que no me puedo concentrar, que estoy algo harto porque no estás en la ciudad. Me preguntas qué estoy leyendo y respondo que nada. Me pides que aborde el primer avión que me llevara a la ciudad donde te encuentras y al revisar mis bolsillos y ver que no tengo nada de varo, te digo que prefiero esperarme otro mes, aunque las ganas me estén calcinando. Estoy pensando en vender uno de mis riñones o una cornea o de plano mis pupilas para comprar un boleto de avión. ¿Alguien sabe quien podría interesarse en ellas? Quizá te quedes otros dos meses en tu ciudad y me insistes que escriba cómo me siento los días que no estás conmigo y lo publiqué en el Bunker 84. En realidad ya lo tengo escrito, debo adelantarte que sale Barney de personaje y que en la historia yo soy un drogadicto que se mete por las narizotas un polvo que se llama Hiperbólico. Deja ordeno los datos:

Soy un vato que no rifa, soy un tonto, un ajuareado. Vivo en una casa fea y que está a punto de derrumbarse. Para aguantar mi derrota, la angustia y todas esas madres que joden al ser humano, me meto un madrazo de Hiperbólico.
Hoy mi vida ha cambiado. Tuve un viaje mirifico: se me apareció Barney en la cocina, mientras picaba la droga arriba de la estufa. Me pidió que le bajara, que si sigo de atascado se me va a caer la nariz. Me dijo: Morro, te concedo un deseo si te empiezas a portar bien. Respondo: Nel, mi pecho púrpura, yo no rifo, no pelo, no soy nadie, no me vengas. Barney sacó un boleto de avión con destino a tu ciudad y dijo: Morro, si dejas de meterte esa porquería te rolo el boleto de avión que te llevará con tu morra, a festejar tu cumpleaños. Lo pensé por un momento. ¿Drogas o morra? ¿Amor o perdición? Barney sonrió y le juré que no le volvería a entrar al Hiperbólico si me daba el boleto y me prestaba una lana para llevarte un regalo; estoy pensado en comprarte el arete que quieres ponerte en la nariz. ¿Qué te parece uno de Elmo?
Barney se mocha con lo acordado, pero antes de tomar el boleto de su mano le digo: ¿Cómo ves si no echamos el último polvorón por el gusto de habernos conocido?

Ese fue otro simulacro. Chale, me está haciendo daño leer nuevamente a Gumucio y a Enrigue. ¿Ya te dije que estoy escuchando la canción que escuchamos la primera vez que me besaste? Creo que me va a dar gripa. Bien sabes que mis defensas se vuelan la tapa de los sesos cuando estoy triste. Llueve. Estoy enfrente a la ventana viendo el camino que lleva a tu casa y cuento las gotas que se derraman en el vidrio. Hoy pasé toda la tarde intentando escribir algo que te convenciera a regresar a Zacatecas para no pasar solo mi cumpleaños. También escuché la grabación que dejaste en el celular como el mejor detalle que me hiciera recordar que tú (la mujer que tiene mi órgano bombeador de sangre en sus manos y no la he vuelto a ver) se acuerda a diario de este pobre infeliz. Se me ha secado el cerebro y lo que logré escribir fue: Regresa, por favor…

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