Regresé del Encuentro de Escritores Jóvenes del Norte y no quise más que encerrarme a leer y reflexionar sobre la información y temas que se manejaron en las mesas. Después, por cuestiones de oficio y monetarias, volví a mis actividades en el centro de cómputo de sicología, donde estoy al tanto de la blogsfera y de los correos electrónicos que llegan a mi bandeja y otras obligaciones necesarias (entre ellas limpiar computadoras, formatear discos duros, actualizar las modalidades de la red inalámbrica. Hoy (quizá un poco tarde, pero siempre hay tiempo para hablar de este tema), al revisar como es de costumbre los comentarios que llegan al Bunker 84 y los enlaces que tengo en él, me encontré con dos cartas (una de Tristana Landeros y otra de Tryno Maldonado) que apoyaron, desde puntos disímiles y con argumentos distintos, la queja que levanté con enojo contra el IZC la pasada semana, después de pedirles un ínfimo apoyo. La historia ustedes la conocen. No hace falta repetir más palabras. Pero sí perfilar mis juicios y esclarecer algunos puntos a las personas que se tomaron la molestia de mandar correos para preguntar: ¿qué dislate están fraguando Maldonado y Joel Flores con sus críticas mordaces y estridentes? Aclaro: esto no es ningún contubernio planeado por Tryno y yo con la saña de obtener menciones o puestos políticos. Yo respeto y valoro el trabajo de este escritor, igual que el de otros zacatecanos. Entre Tryno y yo hay amistad, pero a la vez diferencias y distancia: cada quien busca con su trabajo otros rubros y objetivos (basta ver nuestros blogs para darse cuenta). Tanto él como yo trabajamos de manera solitaria e independiente; mis actividades individuales y familiares (como escribir y leer para sortear o amargar en el futuro mi vida), me alejan de estar pensando en buscar un hueso impulsado por discursos políticos e institucionales, así como bombardear a funcionarios públicos con artículos nocivos. Si Tryno y yo coincidimos en puntos (con tonos discursivos disímiles) no fue por casualidad: ambos, y otros más, hemos vivido de cerca la miopía de las instituciones, hemos vivido en la misma ciudad. Yo expuse mi caso y postura, de manera ruidosa o no, respecto a los oídos sordos del Instituto de Cultura Zacatecano. ¿Por qué adopté ese tono tan nocivo y grosero en mi carta? Las razones sobran. Una gruesa lista de anomalías me anteceden. De manera rápida daré dos ejemplos: el tiempo que cumplí como becario y aún sin contar con ese estimulo se me llegó a solicitar como presentador de libros, meses continuos, de la colección Tierra Adentro y, sin recibir ninguna mención monetaria o reconocimiento por esa actividad, nunca me negué a hacerlo. Siempre creí que por ello sólo pagaban con el ejemplar que presentabas. Pero con el tiempo descubrí que otras personas si eran remuneradas sin comunicármelo y me di cuenta que ni mi tiempo y esfuerzo eran merecedores de una constancia. Hace cerca de dos años presenté un proyecto, al encargado del departamento editorial, sobre elaborar una antología de narradores jóvenes zacatecanos apoyada por un sello editorial de Guadalajara; conseguí un sí apalabrado. A la semana publicaron la convocatoria sin darme mención y les otorgaron los créditos a otras personas. La antología nunca salió y yo me alejé de ellos. En realidad, ahora, esto no afecta mi trabajo; tengo cierto tiempo que no publico nada en Zacatecas y renuncié a las revistas que colaboraba para dedicarme sólo a escribir y leer. Debo aclarar. No mendigueo becas ni busco la manutención de partidos políticos o instituciones. Sólo intenté hacer valer uno de mis derechos; como ciudadano en las pasadas elecciones gubernamentales voté por un partido político que se jactó hasta el cansancio de apoyar la cultura con los rudimentos y las personas indicadas. Promesa que no se ha cumplido desde aquellas fechas. Tengo bien en claro que los premios y los reconocimientos no hacen al escritor, pero sí nutren su trabajo. No nos hagamos los obtusos espetando que no los necesitamos cuando tu oficio comienza a dar pruebas de que es reconocido. ¿Acaso dedicarse a la literatura de tiempo completo no es llevar acabo un oficio, un oficio celoso que es digno de costearse? De ahí se esboza nuestra postura como escritor y lo que está proponiendo nuestro trabajo. Decidir ser escritor es decidir emprender una carrera más, como obtener matrimonio. Pero no olvidemos que nuestra postura debe manifestar las salidas adecuadas a este tipo de conflictos, no ignorarlo ni aborregarnos al agarrar un hueso que asilencie nuestras quejas. Rescato este tema para delinear los que dije en el post anterior, como mencioné párrafos atrás y, sobre todo, para dar a conocer la carta que Tristana Landeros me mandó al correo hace días. Los invito a que la lean y a no pasar por alto el tema. Cámaras.
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