domingo, 11 de marzo de 2007

.107.






A Lita siempre le contado muchas historias, pero sobre todas, la historia de lo miserable que era mi vida antes de conocerla. Algunas veces, cuando salimos de su casa y encontramos algún perro callejero, colpachudo, mugroso y con sed, le coment que mi vida era equiparable a la de aquel animal. Y que yo sólo buscaba con el transcurso de los días sobrevivir, tener tiempo para leer, escribir y no salirme de la universidad, a pesar de que no tenía ni un clavo en la bolsa para pagar el boleto del bus y las copias que te obligan los maestros a sacar. Lita siempre se ríe, piensa que, como tanta veces recurro a ello, es uno más de mis artificios para hacerla sonreír. Y la historia de que hubo una época en la que tenía escombro en lugar de neuronas, que era un miserable que siempre vestía la misma playera de U2, el mismo pantalón raído y las botas de obrero, se ha vuelto en un episodio cocido por la ficción. Y me pide que escriba algo sobre ello. Aunque, para ser sinceros, prefiero omitirlo como una de las características dominantes que puedan definir alguno de los personajes que me encuentro trabajando y siempre prefiero alejarlos de mí, y que vayan tomando vida como células solitarias, apartadas de todo.

Partes de las historias que le cuento a Lita le parecen increíbles, para mí esas partes tienen su médula en la inverosimilitud y ahora las veo como episodios que quizá nunca sucedieron o que quizá fueron creadas por mi mente sin que yo me fuera dando cuenta, porque se las escuché decir a otra persona o las leí en algún libro y ahora mi mente las ha moldeado y adoptado como experiencias.

Los papeles sueltos y las notas que fui creando en un pasado me ayudan a resolver estos problemas y cuando me atoro en alguno las consulto. Ayer por la noche, después de haber ido a beber con una pareja amiga de Lita y mía, volví a ellas y encontré la siguiente nota en una hoja llena de sangre. Sangre que, de seguro, proviene de una de mis fosas nasales por alguna circunstancia que cualquier lector azuzado puede descifrar. La nota, después de leerla, irguió un muro de sal en mi garganta. La transcribo adelantado que quizá no muestre la misma sensación que causó en mí horas atrás:



Mirar el pasado es vivir en el vacío.
Vivir en el vacío es vivir una desgracia.
Vivir una desgracia es ser un miserable.
Ser un miserable es retener la angustia.
Retener la angustia es morir.
Morir es hervirse en el pasado.
¿Dónde estoy? ¿Soy un presente o un recuerdo?
¿Quién soy?
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